UNA POLÍTICA DE ‘CONVENIENCIA Y PIEDAD’:

EL DESPLIEGUE DIPLOMÁTICO DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA EN LA CONFEDERACIÓN DE KILKENNY Y LA TRANSFORMACIÓN DE LAS RELACIONES HIBERNO-HISPANAS

 

Igor Pérez Tostado (Instituto Universitario Europeo, Florencia)

 

1. INTRODUCCIÓN

 

La rebelión irlandesa iniciada en octubre de 1641 en el Ulster y extendida rápidamente al resto de la isla, gozó de una gran simpatía en la corte hispana. Además, una vez que el estallido de la guerra civil inglesa alejó temporalmente la posibilidad de una represalia inglesa hacia la Monarquía Católica, el apoyo de esta a los rebeldes irlandeses se materializó en un acuerdo calificado de “mutua correspondencia” por el cual los irlandeses proveerían al monarca católico de mano de obra para sus ejércitos peninsulares y de los países bajos, y por otra, Felipe IV se comprometía a ayudar con material bélico y dinero a los rebeldes irlandeses. Este convenio, no representaba nada más ni nada menos que la adaptación pragmática a la situación de guerra existente e en el momento, de unos lazos de ayuda y servicio preexistentes.

 

Este nuevo acuerdo, por el cual se remitieron armas inmediatamente a Irlanda, incluía el envío de embajadores o representantes de Felipe IV ante la Confederación de Kilkenny, como forma de organizar más eficientemente las relaciones con la Monarquía Hispánica. Simultáneamente, el hecho de tener un representante de la Monarquía Hispánica confería legitimidad y reconocimiento tácito a la rebelión irlandesa.

 

La década de 1640 parecía anunciar que las relaciones entre los católicos irlandeses y la Monarquía Hispánica comenzaban un ciclo de  crecimiento y profundización, basado en la “conveniencia y piedad” de la actuación en Irlanda[1]. De esta forma, Felipe IV compaginaba el deseo sincero de ayudar en todo lo posible la lucha de los católicos irlandeses con la búsqueda de satisfacción a la angustiosa necesidad de mano de obra para los ejércitos hispanos, al tiempo que se protegía la influencia hispana de la progresiva penetración francesa en la isla. Tanto la conveniencia como la piedad indicaban el mismo norte.

 

Sin embargo, como veremos a través del análisis de la labor diplomática desarrollada por los agentes hispanos en Irlanda, los acontecimientos de estos años clave, cuajados de desengaños y frustraciones mutuas, dieron pie a una rápida degradación, deterioro y final transformación de las hasta entonces florecientes relaciones entre los católicos irlandeses y la Monarquía Hispánica.[2]

 

 

 

 

2. LOS ASPECTOS HISPANOS DE LA GUERRA CIVIL EN IRLANDA

 

Aunque tradicionalmente se ha tendido a mirar hacia la historia de Irlanda como aislada del resto del continente, los lazos que la unieron a él han sido siempre sólidos, pese a que nunca hicieran pasar a segundo plano a los que mantenía con Inglaterra Gales y Escocia. Desde el punto de vista diplomático, el periodo conocido como la guerra de la confederación de  Kilkenny (1641-1652) marcó el cenit de la implicación irlandesa en la política internacional europea. Este hecho ha sido tenido muy en cuenta por los distintos historiadores que se han ocupado del periodo.

 

Desde el punto de vista historiográfico, los diversos autores provenientes de las Islas Británicas, tales como J. J. Silke[3], Micheline K. Walsh[4], Robert Stradling[5] e Hiram Morgan[6], han tomado en cuenta la importancia de los aspectos hispanos de la historia irlandesa moderna. Ciaran O’scea ha estudiado los aspectos sociales y culturales relacionados con la emigración irlandesa a la Monarquía Hispánica, analizando en profundidad el entorno gallego debido a la importancia que esta área tuvo en los siglos XVI y XVII para las relaciones hispanas con Irlanda [7]. Desde el punto de vista continental, Begoña Villar García ha tratado sobre todo los aspectos relacionados con la emigración adentrándose ya en el siglo XVIII[8], al igual que Agustín Guimerá para el caso de la emigración comercial a las islas Canarias[9]. Ofelia Rey Castelao ha estudiado principalmente la emigración e integración irlandesa en Galicia,[10] mientras que Enrique García Hernán[11] y Karin Schüller[12] han estudiado las relaciones hiberno-hispanas en los siglos XVI y XVII en un contexto más amplio, incorporando tanto los aspectos migratorios, como los militares y políticos.[13]

 

Respecto a las obras más estrechamente centradas en la guerra civil Irlandesa, Oscar Recio la enmarca en la dinámica de las relaciones hiberno-hispanas en la primera mitad del siglo XVII.[14] Rafael Valladares la analiza desde el punto de vista de las relaciones con Inglaterra[15] y Jane Ohlmeyer ha escrito sobre la red diplomática desplegada por la Confederación de Kilkenny.[16] Entre los estudios biográficos sobre lo personajes clave de este periodo, destacan sobre todo el de Jane Olhmeyer, que en su tesis sobre Randal MacDowell integra la revolución irlandesa dentro de un contexto europeo de “guerra de los cinco reinos”[17], y Tadhg Ò hAnnracháin, que en su tesis doctoral sobre  el nuncio apostólico Giovanni Baptista Rinuccini engloba la revolución irlandesa dentro de su marco eclesiástico y diplomático propio.[18]

 

Asimismo, menos enmarcadas en el análisis del marco internacional en el que se desarrolló la guerra de la confederación en Irlanda, pero no por ello menos interesantes, recientes aportaciones han cambiado algunas viejas ideas firmemente establecidas sobre el funcionamiento de la misma, como la articulación política interna de la Confederación de Kilkenny, estudiadas por Micheál Ó Siochrù[19] y los aspectos más estrictamente relacionados con el desarrollo militar del conflicto, analizados por Pádraig Lenihan.[20]

 

3. LA MISIÓN DE LA MONARQUÍA CATÓLICA ANTE LA CONFEDERACIÓN DE KILKENNY

 

A lo largo de la década de 1640, la Monarquía Hispánica contó con distintos representantes para promover sus intereses ante la Confederación de Kilkenny. En este apartado veremos como estos enviados, además de disponer de una reducida base de influencia, no sólo no trabajarán harmónicamente, sino que las enemistades y enfrentamientos en que cayeron, además de la creciente competencia francesa, minó desde un principio su credibilidad, margen de maniobra y posibilidades de éxito. 

 

A. Las propuestas irlandesas

 

En términos diplomáticos la iniciativa estuvo en un primer momento en el campo irlandés, debido a que fueron estos los primeros en enviar una delegación a la Monarquía Católica, con el objetivo de lograr ayuda económica, material, militar y política. Los diputados del consejo supremo de la Confederación de Kilkenny, órgano de gobierno establecido por los católicos irlandeses después del alzamiento de octubre de 1641, se pusieron manos a la obra repartiéndose, no solo a lo largo de la Monarquía Católica, sino también por las capitales católicas más importantes del continente.

 

Las comisiones que llevaban estos diputados incluían, además de la petición de ayuda militar y financiera, que se designara a uno o varios representantes o embajadores ante la Confederación de Kilkenny.[21] El envío de un representante de la Monarquía Católica a Irlanda, como ya se ha mencionado, supondría el reconocimiento tácito de la legitimidad de la rebelión irlandesa y sus objetivos, lo que en la práctica supondría un desafío a la autoridad del monarca inglés sobre la isla.[22] En un principio, los diputados de la Confederación de Kilkenny[23] proponían que el elegido para representar a la Monarquía Hispánica en Irlanda fuese el padre Laines o Lainez[24], y que éste viajara a Irlanda acompañado de un comisario encargado de efectuar las levas que la Confederación de Kilkenny concedería a la Monarquía Hispánica a cambio de la ayuda material y económica que esperaba recibir de ella.

 

El acuerdo alcanzado entre la el Monarca Católico y los diputados irlandeses en 1642 se reducía a aprobar el envío de armas por parte de Felipe IV a cambio de la leva de soldados por parte de la Confederación de Kilkenny con destino a los ejércitos de la Monarquía Católica. Sin embargo, a la altura de octubre de 1642, la junta de estado organizada para encargarse de las peticiones de los diputados irlandeses[25] no veía aun conveniente enviar a un representante propio a Irlanda, y menos aún al padre Lainez.[26]

 

La prudencia aconsejaba a la junta de estado que no era tiempo de enviar un diputado a Irlanda, ya que se corría el riesgo de ofender abiertamente a la Monarquía Británica y al Parlamento de Inglaterra.[27] No obstante, el recibimiento que Carlos I había dado a los representantes de la Portugal bragancista y sobre todo el progresivo empantanamiento de la corona Británica en una guerra que se extendía por sus tres reinos, hacía cada vez más remota la posibilidad de una represalia inmediata inglesa hacia la Monarquía Católica, aumentando la expectativa de beneficio que una misión en Irlanda suscitaba. Como bien habían vaticinado los propios diputados irlandeses en la Monarquía Católica, “con esta guerra civil [inglesa] en marcha, nuestros asuntos irán viento en popa”[28].

 

B. El envío de Agentes y la estrategia hispana en Irlanda

 

            Durante la década de 1640, el leitmotiv de la representación hispana en Irlanda se encaminó hacia la obtención de reclutas irlandeses para los ejércitos de la monarquía hispana, el mantenimiento de la preeminencia hispana frente a Francia (evitando que sus agentes sacaran levas) y evitar siempre arriesgar una guerra con la corona o el parlamento de Inglaterra. Todos los recursos humanos y materiales enviados a Irlanda durante esta década estaban pensados para directa o indirectamente avanzar el “negocio de las levas”. El enfrentamiento con Francia y el intento de mantener la preeminencia española, de los que hablaremos con más adelante, no fueron más que los diversos planos en los que los representantes hispanos tuvieron que actuar para poder obtener los tan necesitados soldados. Estos objetivos son la causa por la cual en principio se decidió delegar la organización de las levas en uno de los mismos diputados que la Confederación de Kilkenny había enviado a Madrid, el padre agustino James Talbot.

 

            Gracias al acuerdo alcanzado con la junta de estado, Talbot entregó al consejo supremo de los católicos de Irlanda las armas y municiones compradas en Guipúzcoa como particular con el dinero de Felipe IV.[29] A cambio, Talbot hizo de abogado de los intereses hispanos en Irlanda, defendiendo los intereses de la Monarquía Hispánica en obtener tropas irlandesas , y

 

“perseverando siempre en hazer sus diligencias proponiendo grandes convieniencias que Resultarían a aquel reyno del acudir al deseo de V. M. concediendole alguna gente, asta que despues de algunos dias vinieron en ello”[30]

 

             Después de haber obtenido el visto bueno para sacar 2000 soldados en concepto de levas por parte de la Confederación de Kilkenny (aunque esta pedía que el transporte marítimo corriera por parte de Felipe IV, ya que ellos no disponían de una fuerza naval adecuada), Talbot volvió a cruzar los mares, esta vez con destino a los Países Bajos.[31]   

 

Mientras tanto, la junta de estado para Irlanda había llegado a la conclusión de que la parte de la monarquía desde la cual podrían sacarse armas y municiones a través de mercaderes privados para Irlanda, era los Países Bajos hispanos[32]. Al mismo tiempo las comunicaciones con Irlanda serían menos desesperantemente lentas, ya que debido a la distancia, la guerra y el bloqueo inglés, las cartas entre Irlanda y Madrid, Bruselas o París podían tardar entre tres y ocho meses, y las órdenes desde Madrid tardaban hasta once meses en llegar a Kilkenny.[33] Sin embargo, no todo eran ventajas en los Países Bajos, ya que desde allí era mucho más difícil que las actividades de los irlandeses pasaran desapercibidas al espionaje y la diplomacia inglesa.[34] De todos modos, finalmente el asunto de las ayudas a Irlanda y la organización de las levas se remitió al gobernador general de los Países Bajos, don Francisco de Melo, Marqués de Tordelaguna.

 

Melo, ante la prometedora perspectiva de obtener reclutas irlandeses para su ejército decidió, no solo enviar de vuelta a James Talbot con una pequeño entretenimiento de 120 escudos para seguir organizando levas. Por otro lado decidió un salto cualitativo en cuando a la política hispana en Irlanda, al enviar también a dos representantes de la monarquía. El primero en llegar fue Miguel Gallo[35], quien en una estancia de nueve meses entre 1643 y 1644 ayudó a organizar la leva de James Preston. El padre de este último, Thomas Preston, quien durante años había sido maestro de campo de un tercio de Irlandeses en Flandes, había vuelto a su tierra de origen y tomado el mando de uno de los ejércitos católicos de Irlanda.[36]

 

El otro enviado fue el borgoñón François Foissott o Foissotte, el cual llegó a Irlanda a principios de 1644 como diputado de la monarquía ante la Confederación de Kilkenny.[37] Sus órdenes incluían la representación de la Monarquía Hispánica, el conseguir licencia para levantar tropas en Irlanda, y el cerrar al paso de la influencia francesa en la isla. Pese a que el regreso de Foissott fue decidido en marzo de 1645[38], éste permaneció en la isla un total de ocho años mientras duró el conflicto, hasta la derrota total y conquista de los confederados irlandeses por parte de las tropas parlamentarias inglesas.

 

Ante la creciente influencia francesa en la isla, se decidió enviar en 1645 a uno de los secretarios de estado y de guerra de los Países Bajos, Diego de la Torre[39], sobrino del secretario de estado de Madrid Jerónimo de la Torre[40] y con amplia experiencia en temas tanto políticos como militares, incluyendo levas[41], en Bruselas[42], Roma[43], Nápoles[44] y Milán[45]. Pese a su larga experiencia y contactos influyentes en los círculos de poder de la Monarquía Católica, durante el periodo en el que sirvió en Irlanda la profesionalidad de Diego de la Torre quedó en entredicho. Esto fue debido al agrio enfrentamiento público que protagonizaron Foissott y Torre, cuya existencia queda patente en la documentación pese a que sus causas continúan siendo oscuras.[46] Pese a estas diferencias personales, el refuerzo tanto humano como sobre todo económico de la misión hispana en Irlanda, en conjunción con el desarrollo de los acontecimientos políticos dentro de la misma confederación, fueron la causa de que la influencia hispana eclipsara a la francesa entre 1646 y buena parte del año siguiente.

 

No obstante, los acontecimientos dieron un brusco giro en 1647. Con el estallido de la revuelta de Nápoles, la política hispana respecto a Irlanda tuvo que ser replanteada, sino en sus bases, sí al menos en los medios utilizados para llevarla a cabo. Según consideraba el consejo de estado:

 

“Discurriendo sobre el estado de la materia y la mudanza que ha hecho el presupuesto con el nuevo movimiento y empeño del Reyno de Napoles donde podria ser forzoso acudir con qualesquiera asistencias que estubiesen promptas o se pudiesen disponer para socorrer las necesidades de Irlanda y sacar algun medio grueso de gente para los exercitos de España. Ha parecido que se podria moderar sin apartar de los medios y de los empeños de solicitarla[...]”[47]

 

Así, se planteó reorganizar el organigrama diplomático en Irlanda. Primero se dio la orden de regreso a Torre y Foissott (aunque éste último se quedaría en Irlanda, como ya hemos dicho, hasta 1652), y se despacharon de la corte a James Talbot y el resto de los negociadores irlandeses.[48] En su lugar, el consejo decide enviar a Hugh Bourke uno de los diputados irlandeses a Irlanda, con comisión para organizar el comercio de la isla y la Península Ibérica. Se consideró también apropiado que como acompañante llevara a un irlandés naturalizado en España, el Doctor Dermot O’Brien.[49]

 

Por otro lado, Dermot O’Sullivan Beare, conde de Berehaven o Birhaven, fue designado para marchar a Irlanda como representante de la Monarquía Hispánica[50] “Assi por ser natural de alla como por su capacidad y conozido zelo”[51] . Su misión consistía en coordinar primero el comercio con Irlanda a través de los puertos de Guipúzcoa y después eventualmente pase a Irlanda, donde finalmente sirvió desde 1647 hasta 1649.[52] Así, aunque el objetivo general de la misión de Berehaven en Irlanda sería el mismo que el se había planteado la Monarquía Hispánica desde un principio, es decir, avanzar el comercio de intercambio de levas por armas. Lo que se pretendía obtener con esta reorganización era poder desviar durante un tiempo (mientras los otros representantes volvían y Berehaven se asentara en su puesto) fondos y recursos originalmente asignados para la ayuda a Irlanda y a conseguir soldados, a la nueva urgencia que se había desatado en Nápoles[53]:

 

“Con esta comision se podra dar a entender en Irlanda que el conde de Biraven esta prompto para pasar a aquel reyno teniendole siempre en esperanza de que se van disponiendo medios para [tachado: pasar a aquel Rey] ello. Con que se conseguira empezar la negociacion por el comercio y mantenerla en reputacion para poder sacar la jente siempre que se pueda juntar.”[54]

 

Sin embargo, el hecho de que el nuevo representante de la Monarquía Hispánica en Irlanda fuera “natural de alla” se veía como origen de inconvenientes más que como fuente de ventajas. Incluso el mismo implicado consideraba que su origen irlandés provocaría “facciones” debido a que su familia había sido desposeída a raíz de la derrota de la guerra de las guerras isabelinas, por lo que no disponía del mismo prestigio como ministro de Felipe IV del que podría gozar cualquier otro “caballero español”.[55] Además, Bourke estaba en lo cierto al suponer que el hecho del envío de Berehaven podía suponer una excusa para no enviar a Irlanda ninguna ayuda, por lo que:

 

“Amenaza que el reyno podra tomar partido y proponer otras circunstancias que en  el estado presente y nezessidad que ay de sacar gente de aquella parte pueden dar cuydado.”[56]

 

Pese a todo, estas amenazas veladas no surtieron el efecto deseado en el consejo de estado. Berehaven desarrolló su misión en Irlanda entre 1647 y 1649, aunque en este periodo la influencia hispana en la confederación de Kilkenny sufrió un proceso de declive. Este periodo, en el que la Confederación de Kilkenny planteó poner el reino bajo la protección de un soberano extranjero, fue testigo de las negociaciones para ello tanto con Mazarino como con Felipe IV y el Duque de Lorena. Asimismo quedó claro que la presión ejercida por la delegación gala hacía retroceder a la influencia hispana.

 

De todas formas, el éxito o fracaso de la misión hispana en Irlanda no dependía únicamente de los enviados de Felipe IV y de los recursos económicos de que estos dispusieran a cada momento. A fin de cuentas, la posibilidad que cualquier enviado diplomático disponía para influir en el desarrollo de los acontecimientos en su lugar de destino era limitada, y más aún en circunstancias de guerra, como en el caso de Irlanda. Por ello, los vaivenes de la fortuna política hispana deben interpretarse principalmente en relación con las sucesivas transformaciones dentro de la política confederada.

 

C. La práctica diplomática en Irlanda

 

            El Rey de España y los españoles en general gozaban de una gran popularidad entre el pueblo llano irlandés, y entre muchas de las familias aristocráticas, sobre todo de origen gaélico, a las cuales había apoyado durante las guerras isabelinas.[57] Además, dentro del ejército confederado, tanto Thomas Preston como Owen Roe O’Neill, los mandos más importantes y de mayor prestigio dentro del mismo, habían servido bajo la bandera de Felipe IV. Por otro lado, los agentes hispanos podían también esperar simpatía y apoyo del clero católico, el cual consideraba la rebelión irlandesa como una guerra de religión que no podría concluirse sin un reconocimiento explícito de los derechos de la religión católica en la isla. Estos dos grupos formaban una facción dentro del consejo supremo que dirigía la confederación, siendo conocidos como los “Old Irish” los cuales, desafortunadamente para los intereses hispanos, estuvieron casi siempre en minoría.

 

La facción que llevó casi siempre la dirección del consejo supremo, fue sin duda aquella denominada como “Ormondista”, debido a que muchos entre ellos estaban emparentados con James Butler, marqués de Ormond y virrey de Irlanda. Este grupo, pese a ser católico y haberse enrolado en la rebelión iniciada por los “Old Irish” fueron siempre partidarios de alcanzar un arreglo con el monarca británico incluso a expensas de las reivindicaciones maximalistas del clero católico. En materia de política internacional,  esta facción tendía tradicionalmente a preferir los lazos con la monarquía francesa, frente a la española.[58] Por ello, los enviados hispanos no tuvieron más remedio que unir su destino al de la facción “Old Irish”.

 

Para hacer las cosas aún más difíciles, parece que la división existente entre los enviados de la Monarquía Hispánica, especialmente pero no exclusivamente entre François Foissott y Diego de la Torre, hacía que cada uno de ellos intentara buscarse sus propios amigos dentro del bando “Old Irish” de la confederación, la cual a su vez distaba mucho de ser homogénea. Así por ejemplo, sus rivalidades se sumaron y corrieron paralelas a la existente entre Preston y O’Neill, de modo que parece que tanto Miguel Gallo como Diego de la Torre recibieron más apoyo del primero[59], mientras que Foissott lo encontró en brazos de O’Neill.[60]

 

            Pese a que es imposible calcular a ciencia cierta cuál fue el impacto de la división de los agentes hispanos en el desempeño de su labor, sus desavenencias tuvieron una proyección en su actuación política, ya que cada uno de ellos no sólo intentó buscar sus propios contactos y alianzas, sino que incluso las utilizo para desprestigiar a su compañero.[61] Partiendo así de una base fragmentada, la relación con los actores políticos del bando confederado tampoco resultaría ni mucho menos homogénea, ni siquiera con quien podría considerarse el aliado más cercano a los intereses de la Monarquía Católica en Irlanda, la Santa Sede.

 

D. La relación con el nuncio y la implicación en la política interna de la confederación

 

            Cuando la Confederación de Kilkenny empezó a enviar agentes a los centros de poder de la monarquía hispana, la posibilidad de obtener alguna implicación más que retórica por parte de la Monarquía Hispánica en su causa parecía sombría. Los católicos consideraban que sólo a través del reconocimiento de la Santa Sede obtendrían la influencia necesaria para presionar a Felipe IV a ayudarles. Pese a que la importancia que los confederados daban a la influencia papal a la hora de trazar la política hispana respecto a Irlanda resultaba tal vez excesiva, una vez en la isla los representantes papales, además de ser los diplomáticos de mayor rango sirviendo en Irlanda, fueron los que más profundamente influenciaron el curso de la historia de la Confederación de Kilkenny. Por ello la relación con el nuncio resulta uno de los elementos clave para entender de la actuación hispana en Irlanda.

 

            El primer enviado papal a Irlanda fue Pietro Francesco Scarampi, quien llegó a Irlanda a mediados de 1643. Sin embargo, la figura más prominente y carismática con la cual el Papado proveyó a Irlanda, fue el obispo toscano de Fermo Giovanni Baptista Rinuccini.[62] Este, imbuido de una ideología contrarreformista al igual que la mayoría de los religiosos católicos irlandeses debido a su mayoritaria formación continental y filiación política “Old Irish”, interpretaba la rebelión irlandesa en términos religiosos. Por ello, no concebía el llegar a un acuerdo de paz con el monarca Carlos I que no garantizase los privilegios de la Iglesia Católica.[63] Por otro lado, Rinuccini era consciente de que sólo sería capaz de obtener fondos papales si se mantenía una postura maximalista en las negociaciones con Carlos I. Asimismo, Pese a que en principio llevaba órdenes de mantenerse alejado de los asuntos políticos y diplomáticos internos de la confederación, y en especial de las disputas entre franceses y españoles, Rinuccini fue pronto consciente de que su más fuerte respaldo en Irlanda provenía de la antes referida facción “Old Irish” de la Confederación de Kilkenny, la misma que tendía hacia  una orientación filo-española.

 

            De esta manera, el nuncio temía la dirección que iba tomando la confederación debido al acuerdo que esta había alcanzado con los realistas del marqués de Ormond. Rinuccini consideraba que los intereses de la religión católica no habían sido suficientemente considerados en el tratado. Por ello, la congregación de la Iglesia Católica en Irlanda, dirigida por el nuncio, proclamó una excomunión a todos los católicos que aceptasen los términos de la paz[64] por considerarla: “perniciosa para la Religión, ignominiosa para la nación y peligrosa para las vidas y fortunas de los Católicos Confederados”[65]. De esta manera, la excomunión fue utilizada por Rinuccini para efectuar una purga del consejo supremo de la confederación, dejando a la facción “Old Irish” al mando del mismo.

 

            Diego de la Torre no sólo otorgó su beneplácito al alejamiento que efectuó Rinuccini de los ormondistas del consejo supremo de la confederación, sino que además colaboró con 8000 escudos de donativo en efectivo para la congregación eclesiástica, portavoz política del clero irlandés, según afirmaba él mismo, “aplaudiendo  in viva voze con toda publicidad las disposiciones de la congregacion”[66]. Sin embargo, Foissott consideraba este movimiento de Torre como un error a la hora de avanzar los intereses hispanos, debido a “las quexas que esta summa habia causado en el partido de las pazes, y poco agradezimiento en el de la Yglesia”[67]

 

Pese a las críticas de Foissott, la ayuda de Torre no había sido gratuita ya que la había dado esperando un beneficio. Por ello no debe extrañar que junto a las felicitaciones por el éxito de la congregación religiosa en apartar del consejo supremo a la facción ormondista o pacifista, como la llamaba Foissott, se incluyera la petición de poder sacar dos tercios con destino a la Península Ibérica.[68] De esta forma, los años  1646-1647 fueron el momento culminante de la influencia de los agentes hispanos en la política interna de la Confederación de Kilkenny. A partir de 1647, la influencia hispana comenzó a declinar como resultado de las desavenencias con el nuncio y la política de este para dar un giro decisivo a la guerra, los ya mencionados problemas italianos de la Monarquía y el progresivo aumento de los dependientes de los enviados franceses y la atracción que fueron ejerciendo estos, gracias a sus pensiones, sobre los círculos tradicionalmente pro-hispanos.

 

            Recapitulando, puede argumentarse que los enviados hispanos influyeron decisivamente en la política interna irlandesa solo cuando el nuncio y la facción minoritaria de los “Old Irish” controlaron el destino de la Confederación de Kilkenny. Por otro lado, los hispanos nunca obtuvieron el completo apoyo del nuncio[69], debido a que este se apoyaba tanto en los “Old Irish” como en los agentes hispanos más por necesidad que por deseo, siendo estos los únicos cuya visión de la guerra de Irlanda coincidía con la del Nuncio. Por ello, el fracaso de la política llevada a cabo por el nuncio y los “Old Irish” provocó la pérdida de influencia de los enviados hispanos. Por añadidura, durante la década de 1640 los agentes diplomáticos franceses intervinieron por primera vez de manera continuada y decisiva en la política interna de la Irlanda católica. Su actuación se dirigió hacia la captación progresiva de algunos de los más antiguos dependientes irlandeses de la corona hispana, como por ejemplo los Preston[70], reduciendo así el ya de por si estrecho campo de influencia en las altas esferas del que disfrutaban los delegados de Felipe IV. La pugna con los enviados de la Monarquía Francesa representó el último gran elemento que condicionó la efectividad de la misión hispana.

 

D. El enfrentamiento Franco-Hispano en Irlanda

 

            El duelo entre la casa de Austria y la dinastía borbónica había adquirido una faceta irlandesa tiempo antes del estallido de la rebelión de 1641. Durante la década de 1630, las autoridades francesas intentaron constantemente hacer desertar a las tropas irlandesas de los ejércitos  hispanos, obteniendo de esta manera no sólo tropas nuevas para el ejército francés, sino también introducir en la Monarquía Hispánica recelos sobre la fidelidad de las tropas irlandesas. Estas eran consideradas como las más leales entre las unidades extranjeras al servicio de la Monarquía Católica.[71] Pese a los esfuerzos franceses, durante la década de 1630 las unidades irlandesas al servicio de Felipe IV siguieron manteniendo su reputación como tropas de elite, llegando a las cotas más altas de prestigio en 1640 con la desesperada y valerosa actuación que las tropas irlandesas protagonizaron en la defensa de Arrás.

 

No obstante, el inicio de la rebelión irlandesa a finales de 1641 conllevó un cambio sustancial en las relaciones entre los líderes irlandeses sirviendo en Flandes y sus empleadores hispanos. Como ya se ha mencionado, era difícil que los movimientos de los irlandeses en Flandes pasaran desapercibidas para los espías ingleses, y lo último que necesitaba la Monarquía Hispánica, con guerras abiertas en Francia, los Países Bajos, Cataluña, Portugal y Alemania, era buscarse la enemistad de Inglaterra, cuya amistad o aquiescencia garantizaba el tránsito a través de las rutas marítimas entre los Países Bajos hispanos y la Península Ibérica, muchas veces incluso en naves inglesas. En consecuencia, a principios de 1642, los rebeldes irlandeses podían lamentarse de que España ni ayudaba a los rebeldes irlandeses, ni dejaba salir a los soldados irlandeses sirviendo en su ejército, y para colmo sus corsarios apresaban los barcos irlandeses.[72] En esta tesitura, los líderes militares irlandeses y muchos soldados comenzaron a pasar a Francia para poder desde allí embarcarse hacia Irlanda[73]. De esta forma, parece que la tradicional fidelidad que muchos irlandeses sentían por el Rey de España como su antiguo protector y benefactor, se desvanecía rápidamente, incluso a pesar de ellos mismos:

 

 “De esta forma nos ayudan los españoles. Verdaderamente [los actos cometidos por los corsarios vizcaínos contra los navíos irlandeses] son causa de risa entre los franceses; y realmente les dan pie a alardear de su propia humanidad y Cristiandad en el trato que nos dispensan, no obstante que nuestras esperanzas y servicio estaban encaminadas hacia los españoles.”[74]

 

Sin embargo, el estallido de la guerra civil en Inglaterra y las prometedoras posibilidades de conseguir tropas irlandesas para el ejército hispano cambiaron esta tendencia, gracias al envío de armas, dinero y representantes por parte de Felipe IV. Con todo, hemos visto que buena parte del consejo supremo de la Confederación de Kilkenny seguía siendo, por distintos motivos, partidaria de un acercamiento a Francia antes que a España. A pesar de esto, los motivos que en principio impulsaron a monarquía borbónica a mandar representantes ante la Confederación de Kilkenny no consistía en absorber a Irlanda dentro de la esfera de influencia francesa, sino más bien en frenar o contrariar lo más posible la ascendencia política hispana en la isla. Este planteamiento respondía al razonamiento, aceptado tanto en París como en Madrid, que la situación en Irlanda respondía a lo que hoy llamaríamos un juego de suma cero, por el cual el beneficio que una de las partes no consiguiera obtener, automáticamente favorecía a la otra. Por ello, uno de los mayores estímulos tanto para franceses como hispanos para actuar en Irlanda, no era la perspectiva de beneficio inmediato, sino el temor a un perjuicio futuro, en caso de que la isla quedara bajo el completo dominio o influencia de la corona rival.

 

En breve, el objetivo estratégico de Richelieu primero y de Mazarino después, era estorbar lo máximo posible la libertad de maniobra y la influencia de la corte hispana en Irlanda. Por otro lado, se pensó conveniente intentar obtener levas de irlandeses para los ejércitos galos, no por que hubiera un verdadero interés en llevar soldados irlandeses a Francia (ya que en general se consideraban más afectos a España que a Francia, por lo que su fidelidad era cuan menos dudosa[75]), sino pensando que así se impedía que esos irlandeses dispuestos a luchar en el continente se enrolaran al servicio de la Monarquía Hispánica.

 

            Por otro lado, el hecho de que la fortaleza de la influencia hispana en Irlanda fuera más aparente que real, la profesionalidad de la delegación diplomática francesa en Irlanda[76] y las pensiones  que estos repartieron entre antiguos y nuevos adeptos, hicieron que durante casi toda la existencia de la Confederación de Kilkenny la orientación de esta fuera muchas veces Francia, pese a la tradicional orientación del clero y de la clase popular hacia la Monarquía Católica.

 

            A pesar de todo, pese a que la impresión de superficie que a veces se obtiene, de que durante la década de 1640 que la monarquía francesa suplantó a la hispana en el papel tradicional que ésta había jugado como protectora principal e indiscutible de la nación irlandesa, esta evolución no fue tan rápida. Durante las guerras confederadas Francia entró a influenciar la política interna de un entorno que hasta entonces había sido considerado como área de influencia exclusiva de la Monarquía Hispánica. En la fase inicial de un proceso semejante, al introducirse en área nueva, los éxitos y la expansión son muy evidentes y relativamente económicos. Sin embargo, desde el punto de vista hispano, mantener la influencia en Irlanda suponía invertir recursos en mantener alianzas, amistades y dependencias ya existentes, por lo que son costes eran más altos, los éxitos mucho menos llamativos y cualquier éxito del enemigo es considerada como un fracaso propio.[77]

 

            De esta forma, pese a que Francia comenzó a intervenir en la política irlandesa en las guerras confederadas de los años 1640, no sería hasta la fase Irlandesa de la revolución iniciada en 1688, sobre todo con el envío de un cuerpo expedicionario francés como ayuda al intento de restauración del monarca destronado Jacobo II, cuando Francia terminó por ocupar el puesto dejado por la Monarquía Católica como principal referente continental del catolicismo irlandés.

 

A corto plazo, como consecuencia de la gradual reducción de la influencia política en la Confederación de Kilkenny de los representantes de Felipe IV, y la dificultad para conseguir reclutas, una vez que esta fue derrotada por las tropas parlamentarias, los agentes hispanos, originalmente habían sido enviados no solo a conseguir tropas para los ejércitos de Felipe IV sino también para favorecer por la causa católica en Irlanda, no tuvieron demasiados escrúpulos para negociar con el nuevo poder dominante en la isla, el parlamento de Inglaterra.

 

4. EL ACUERDO CON  INGLATERRA

 

            Tras el fracaso del ataque conjunto de las tropas confederadas y realistas a Dublín, controlada por las unidades leales al parlamento de Inglaterra, el general Oliver Cromwell comenzó el desembarco del ejército mejor organizado y equipado hasta entonces visto en la guerra de Irlanda. Estas tropas disponían sobre todo de una abrumadora superioridad en artillería, y además disfrutaban de un envidiable sistema de aprovisionamiento por vía marítima. De 1649 en adelante, la iniciativa en la guerra de Irlanda quedaría en manos del Parlamento de Inglaterra.[78]

 

            Este acontecimiento cambió profundamente los parámetros en los que se había disputado la guerra hasta entonces, haciendo consciente a la Confederación de Kilkenny, ahora aliada con los realistas del marqués de Ormond pese a la excomunicación del nuncio Rinuccini, que sus mayores temores se estaban convirtiendo en realidad. A partir de este momento, los católicos irlandeses tendrían que luchar por su supervivencia como grupo.

 

            Desde la Monarquía Católica también se observaba con inquietud el nuevo panorama que empezaba a aclararse en las Islas Británicas. Tras la decapitación de Carlos I, comenzaba a emerger una república británica rabiosamente protestante, la cual disfrutando por primera vez de una paz interna, comenzaba a acariciar nuevas ambiciones externas, sobre todo a costa de las colonias ibéricas.  Así, cuando llegaron las noticias de los aprietos del bando católico y la muerte de Owen Roe O’Neill, el consejo de estado se planteó que:

 

“importaria que V. M. con sumo secreto socorriese su partido[el de los católicos irlandeses y los realistas] para que manteniendose con el de Escocia, durase aquella guerra, y gastasen sus fuerzas Ingleses en ella, para que quedando menos formidables, no pasasen a conquistas de las Indias Ocidentales a que tanto les llevara su codicia.”[79]

 

            Sin embargo, la Monarquía Hispánica tampoco estaba en condiciones de desviar sus escasos y ya comprometidos recursos a Irlanda. Así que finalmente, la política que a partir de 1649 se comenzará a llevar adelante en Irlanda representará un cambio considerable, no solo debido a la imposibilidad material de ayudar el esfuerzo bélico realista en Irlanda, sino también porque el joven Carlos II de Inglaterra, “aflixido y desposeido se quiere asir de todas las aldabas que pudiere”[80], seguía al igual que su padre, recibiendo a los enviados de la Portugal Bragancista como embajadores. De esta forma Felipe IV decidió llevar a la práctica lo que desde Londres su embajador Cárdenas urgía:

 

            “lo que la conveniencia y razón de estado aconsejare obrar a favor deste gobierno [el Parlamento de Inglaterra] y en reconocerle  y admitir sus embaxadores, o en hacer confederacion con el si obligaren a ello, los accidentes y intereses de V. M.”[81]

 

 

Así, Felipe IV decidió recibir al residente enviado por la República inglesa para abrir negociaciones. Desde el punto de vista del Parlamento de Inglaterra, a la altura de 1650 la Monarquía Católica resultaba el mejor aliado posible a nivel continental, debido al apoyo incondicional que la Monarquía Francesa ofrecía a Carlos II.[82] Por otro lado, la protección que Portugal brindaba a la flota realista inglesa provocó el famoso bloqueo de Lisboa ese mismo año, por lo que era más que plausible que el Parlamento de Inglaterra declarase la guerra a Portugal, debido también a los grandes intereses que la compañía de las Indias Orientales tenía en las colonias lusitanas.[83] De esta forma, tanto la Monarquía Católica como la República Inglesa aplicaron el famoso aforismo: “el enemigo de mi enemigo es mi amigo... por ahora”.

 

            Ante esta nueva situación, el asesinato por parte de simpatizantes realistas de Anthony Ascham, residente del Parlamento de Inglaterra en Madrid en junio de 1650, solo tuvo como consecuencia palpable la aceleración del proceso de acercamiento entre la Monarquía Católica y la República Inglesa, culminando en hecho de que Felipe IV fue el primer monarca continental en reconocer la existencia y legitimidad del Parlamento de Inglaterra en 1651, ya que si no se arriesgaban a ir:

 

            “caminando, de un inconveniente en otro hasta llegar a una nueva guerra, no con un Principe, sino con una Reppublica y con un govierno popular, que es tanto mas peligroso y dificultoso de acabar, como lo havemos experimento de bien en ochenta años de guerra con Holandeses”[84]

 

            Ante estos argumentos tan contundentes, no era difícil suponer que los llamamientos desesperados para conseguir ayuda emitidos por los católicos irlandeses tuvieran una fría acogida en la corte madrileña. En 1652, diez años después que los primeros enviados de la Confederación de Kilkenny lo hicieran, Francisco de Fox, de la orden de San Francisco, intentó negociar una ayuda militar a cambio de ofrecer el protectorado de Irlanda a Felipe IV. Sin embargo, los poderes de negociación que traía no estaban avalados más que por personas privadas que se habían refugiado en las montañas para escapar al poder del parlamento de Inglaterra, por lo que cualquier ofrecimiento que pudieran hacer no tenía ninguna posibilidad de materializarse.[85] Por ello, el religioso fue informado de que la monarquía no podía mandar ninguna ayuda a los católicos irlandeses sin desencadenar una guerra con el parlamento.[86] En respuesta y rebajando al mínimo sus peticiones, Fox instó a que se le diera orden al embajador en Londres, Alonso de Cárdenas, para que velase por los intereses de los católicos irlandeses en sus negociaciones con el Parlamento de Inglaterra y que a su vez se nombrara un nuevo residente para Irlanda.[87]

 

            Desde el punto de vista del consejo de estado, se vio conveniente en cumplir con estas dos peticiones para darle satisfacción al franciscano. Sin embargo, lo hicieron de tal manera que pervertían los propósitos del enviado irlandés. Las órdenes de proteger los intereses irlandeses enviadas al embajador Cárdenas incluían la cláusula por la cual este solicitaría un mejor trato para los católicos irlandeses solo después de que el tratado hubiera sido firmado con el parlamento, lo que significa que la Monarquía Hispánica no estaba dispuesta ni siquiera a dilatar las negociaciones con el parlamento para ayudar a los católicos irlandeses. La segunda petición, el envío de un residente a Irlanda, aunque no llegó a efectuarse, se consideró muy beneficioso para intentar conseguir tropas para el frente portugués, y no para gestionar las ayudas destinadas a Irlanda, tal y como requería el franciscano irlandés. En una mezcla de sinceridad y cinismo, Gaspar de Bracamonte y Guzmán, conde de Peñaranda[88], quien se había entrevistado con Fox varias veces, argumentaba que sacar soldados católicos de Irlanda para la campaña portuguesa era conveniente:

 

“sobre todas estas consideraciones la mayor seria librar aquellos opresos catolicos de Irlanda por este camino [llevándolos a luchar al frente portugués] , antes que la fuerza, o, la desesperacion les obligase a consentir en alguna mudança de religion.”[89]

 

            En la primera mitad de la década de 1650, no fueron ni siquiera necesarios estos argumentos religiosos para animar al enviado hispano para obtener sus reclutas a costa de los prisioneros que iban tomando a su paso las tropas de Oliver Cromwell. El residente en Irlanda Foissott avisaba de “la buena oportunidad que ay de hazer levas de gente [...] por la buena acogida que ha hallado en el dicho Cromvel y en todos los cabos de su exercito”[90] y sobre todo de que los coroneles de Cromwell le ofrecían los sus prisioneros en forma de leva a Foissott a “precios [...] moderados pues offreze por la mitad de lo que aquí se ha concertado [anteriormente]”[91].  Así, entre 1651 y 1655, año en el que el ataque múltiple de Cromwell desencadenó las hostilidades con la Monarquía Hispánica, los representantes de Felipe IV sacaron de Irlanda más de 18000 soldados con destino a la Península Ibérica.[92] De esta forma la República Inglesa se deshacía de los prisioneros católicos irlandeses, afianzando de esta forma su control sobre la isla[93], mientras que la Monarquía Hispánica obtenía soldados para la empresa favorita de Felipe IV en la segunda parte de su reinado, la recuperación de Portugal.[94]

 

            Gracias a este comercio, en la primera mitad de la década de 1650  la Monarquía española dejó de ser, en términos diplomáticos, la gran amiga y protectora de los católicos irlandeses. Sólo el ataque de Cromwell a la Monarquía Hispánica, causa de la posterior alianza con Carlos II, hizo que paulatinamente los católicos Irlandeses invirtieran la tendencia hacia la deserción tanto hacia los ejércitos franceses como portugueses que habían desarrollado durante esos años. Solo una vez que Carlos II pasó al servicio de Felipe IV, los irlandeses volvieron a afluir hacia los ejércitos de la Monarquía Católica. Por ello, si la década de 1640 constituyó el cenit de la implicación irlandesa en la política internacional europea y las cumbres borrascosas de su relación con la Monarquía Hispánica, el periodo de Cromwell puede considerarse a su vez como el punto más bajo de las relaciones entre Irlanda y la Monarquía Católica durante toda la época moderna.

 

5. CONCLUSIONES

 

Como hemos visto, la óptica desde la cual la Monarquía Hispánica se planteó intervenir en la política de la Confederación de Kilkenny, y la cual dirigió la actuación de sus representantes ante ella,  estaba motivada por la “conveniencia y piedad”. Dentro de este planteamiento dual, habitualmente la segunda actuó como justificante de la primera. De esa amanera, los años que transcurren desde el inicio de la rebelión en el Ulster en Octubre de 1641 hasta el ataque de las armadas parlamentarias a las colonias caribeñas hispanas, fueron testigos del pasó desde el punto más alto de colaboración y coordinación entre la Monarquía Hispánica y los católicos irlandeses lograda en todo el siglo, representada por el comercio de armas, soldados y dinero y el flujo de representantes y diputados en ambas direcciones, al más bajo, constituido por la compra a las tropas parlamentarias de Cromwell de prisioneros católicos irlandeses.

 

Teniendo en cuenta las circunstancias, las posibilidades de los representantes de la Monarquía Hispánica sobre el terreno eran bastante limitadas. Por un lado no tenían más opción que apoyarse en una facción del bando confederado que estuvo siempre en minoría. Por otro, la relación con el nuncio nunca fue fluida, y diversos accidentes imprevistos debilitaron tanto la relación con la facción “Old Irish” como la situación de esta dentro de la confederación. Finalmente, la Monarquía Católica sólo podría haber intentado evitar el desastre en el que acabo la Confederación de Kilkenny con una implicación militar y financiera a gran escala. Estas buenas intenciones, tuvieron sin embargo que dejarse de lado para atender a las urgentes necesidades inmediatas que afrontaba la Monarquía Católica. Por ello, antes de poder especular con el contrafactual de qué hubiera pasado si la Monarquía Hispánica hubiera apoyado de forma más abundante y constante a la Confederación de Kilkenny, habría que preguntarse si a la altura de la década de 1640 la Monarquía Hispánica estaba en condiciones de comportarse de una forma distinta a como lo hizo.

 

La cruda realidad fue que la conquista de Irlanda por parte de las tropas de Cromwell representó el momento más oscuro de las relaciones hiberno españolas en todo el siglo XVII. Por esta vez, los argumentos de “conveniencia y piedad” se volvieron dolorosamente en contra de los intereses de los católicos Irlandeses. No es de extrañar por ello que los prisioneros llevados por la fuerza a los ejércitos de Felipe IV, muchos de ellos sin ni siquiera experiencia militar, desertaran en masa una vez en el frente, pasándose a las unidades enemigas, tanto francesas como portuguesas, o convirtiéndose en bandoleros.

 

Solo una acción exógena a la dinámica hiberno-hispana, la declaración de guerra de por parte de Cromwell, cambio esta tendencia. La necesidad de responder a los ataques de Cromwell, provocó que nuevamente la Monarquía Católica se considerara intervenir en Irlanda para provocar un alzamiento o llevar a cabo una intervención militar. Por otro lado, a la sombra de la alianza firmada entre Felipe IV y Carlos II, los irlandeses católicos irían recuperando parte del terreno diplomático perdido con la derrota de la Confederación de Kilkenny. De todas formas, el espacio que quedó vacío en Irlanda no fue llenado hasta décadas más tarde, con la ayuda francesa al bando jacobita durante la “gloriosa revolución” de 1688. Para esos años, la diplomacia hispana sobre el terreno irlandés era ya inexistente y la estrategia hispana en Irlanda un cúmulo de buenas intenciones sin posibilidad de llevarse a la práctica.

 

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[1] AGS [Archivo General de Simancas] , E. [Estado], leg. [legajo] 2525. Consulta de del consejo de estado, 31-I-1647.

[2]  La presente comunicación se enmarca en el estudio de los grupos de presión, tanto irlandeses como ingleses, presentes en la Monarquía Hispánica: PÉREZ TOSTADO, Igor: The political activity of foreign pressure groups in the Spanish Monarchy (1640-1660), Florencia,  IUE [Instituto Universitario Europeo] (Tesis doctoral en curso).

[3] SILKE, John J.: Kinsale. The Spanish Intervention in Ireland at the End of the Elizabethan Wars, Liverpool, 1970.

[4] WALSH, Micheline K.: “Destruction by Peace”. Hugh O’Neill after Kinsale. Clanconcadhain 1602-Rome 1616. Cumann Ard Mhacha, 1986 y Idem: “An exile of Ireland”: Hugh O’Neill, prince of Ulster. Blackrock, Co. Dublin: Four Courts, 1996.

[5] STRADLING, Robert A.: The Spanish Monarchy and the Irish Mercenaries. The Wild Geese in Spain 1618-68, Blackrock, 1994.

[6] MORGAN, Hiram: Tyrone's Rebellion: Outbreak of the Nine Year's War in Tudor Ireland, Suffolk, 1993.

[7] O’SCEA, Ciaran: “The devotional world of the Irish Catholic exile in Early Modern Galicia”, (O’CONNOR, Thomas), The Irish in Europe (Dublin, 2001), pp. 27-48.

[8] VILLAR GARCÍA, M. Begoña: (ed.): La emigración Irlandesa en el siglo XVIII, Málaga, 2000.

[9] GUIMERÁ RAVINA, Agustín.: Burguesía Extranjera y Comercio Atlántico. La Empresa Comercial Irlandesa En Canarias (1703-1771), Santa Cruz de Tenerife, 1985.

[10] REY CASTELAO, Ofelia: “Inmigrantes irlandeses en la Galicia del periodo moderno” (Villar García, M. Begoña): La emigración irlandesa... op. Cit.

[11] GARCÍA HERNÁN, Enrique: La Cuestion Irlandesa En La Politica Internacional De Felipe II (UCM Tesis Doctoral), Madrid, 1999. Publicada parcialmente en Idem: Irlanda y El Rey Prudente, Madrid, 2000.

[12] SCHÜLLER, Karin: Die Beziehungen zwischen Spanien und Irland im 16. und 17. Jahrhundert: Diplomatie, Handel und die Soziale Integration Katholischer Exulanten, Munster 1999.

[13] Las últimas aportaciones científicas en este campo han sido recogidas en el congreso celebrado en marzo de 2001 (organizadas por Enrique García Hernán del CSIC) para celebrar el 400 aniversario del desembarco de Kinsale.

[14] RECIO MORALES, Oscar: Irlanda en la Estrategia Política de la Monarquía Hispánica (1602-1649), Universidad de Alcalá (Tesis Doctoral), 2001.Publicado como: El socorro de Irlanda de 1601 y la contribución del ejército a la integración social de los irlandeses en España. Madrid, 2002.

[15] VALLADARES, Rafael: “¿Un reino más para la monarquía? Felipe IV, Irlanda y la guerra civil inglesa (1641-1649)”, Studia Historica, Historia Moderna 15, 1996. pp. 259-276.

[16] OHLMEYER, Jane (edit.): Ireland from Independence to Ocupation, Cambridge, 1995. Ver sobre todo su artículo sobre la red diplomática irlandesa en el continente. (pp. 89-111)

[17] OHLMEYER, Jane, Civil War and Restoration in the Three Stuart Kingdoms. The Career of Randal MacDonnell, Marquis of Antrim, Dublin, 2001.

[18] Ó HANNRACHÁIN, Tadhg: "Far From Terra Firma" The Mission of GianBattista Rinuccini to Ireland, 1645-49, IUE (Tesis Doctoral), 1995.

[19] Ó SIOCHRÙ, Micheál: Confederate Ireland. A Constitutional and Political Analysis, Dublin, 1999.

[20] LENIHAN, Pádraig: Confederate Catholics at War, 1641-1649, Cork, 2001.

[21] Los otros objetivos de la embajada de 1642 eran que los líderes militares irlandeses y las tropas veteranas que servían en los ejércitos católicos pudieran volver a Irlanda, ayuda militar y económica por parte de la monarquía hispana a los católicos irlandeses, patentes de corso para las fragatas irlandesas y la donación de algunas embarcaciones de guerra. AGS. E., leg. 2525, s. f., relación de las armas y asistencias que piden los católicos de Irlanda, 1-IX-1642.

[22]Sobre las labores realizadas por las embajadas en época moderna, ver MATTINGLY, Garret: Renaissance Diplomacy, Oxford, 1955 y BELY, Lucien: Spions et Ambassadeurs au temps de Louis XIV, Paris, 1990.

[23] Los primeros diputados irlandeses en la corte española (1642-1643) fueron Francis Magennis, de la orden de San Francisco, James Talbot, de la de San Agustín, y Lucas Wadding de la compañía de Jesús. AGS. E., leg. 2525, s. f., La Confederación de Kilkenny a Felipe IV, 10-VII-1642. En 1643 se les unió Hugh Bourke, quien servía a la confederación desde Bruselas. AGS. E., leg. 2061, s. f., consulta de estado, 19-VII-1644.

[24] Lainez , entre otras cosas, había ayudado a James Talbot a escribir sus memoriales para el conde duque  de Olivares. AGS, E., leg. 2525, s. f. Diego Talbot a Olivares, 15-X-1642.

[25] Junta formada por Fray Antonio de Sotomayor (confesor real y gran inquisidor), Manuel de Azevedo y Zuñiga (conde de Monterrey), el cardenal Agustín Spinola y Fray Juan de San Agustín. AGS, E., leg. 2525, s. f. Felipe IV a Pedro de Arçe, 12-X-1642.

[26] AGS, E., leg. 2525, s. f. Consulta de Estado, 26-X-1642. “Tambien fueron de parezer estos que en pero a embiar persona su Magestad que asista halla se ha de representar que no conviene que se embie pues seria problema lo que se recata y se pressente no puede ser de utilidad y que lo del P. Larnes [Lainez] se omita pues tampoco lo es.”

[27] AGS, E., leg. 2525, s. f. Memorial de Fray Juan de San Agustín, 26-VII-1645.

[28] "With this civil war afoot our affairs will go with the wind in the poop", HMS [Historical Manuscripts Comission], Franc. Mss. [Franciscan Manuscripts], vol. 76., Carta de Hugh Bourke a Luke Wadding, 5-III-1642.

[29] AGS., E., Leg.  2525, s. f.  Memorandum del acuse de recibo de la Confederación de Kilkenny, 5-IX-1644.

[30] AGS., E., leg. 2525, s. f., Memorial de James Talbot a Felipe IV, 29-IV-1645.

[31] Idem: AGS., E., leg. 2525, s. f., Memorial de James Talbot a Felipe IV, 29-IV-1645.

[32] AGS., E., leg. 2525, s. f. James Talbot a Pedro de Arce, 25-I-1643.

[33] OHLMEYER, Jane: “Ireland Independent: confederate foreign policy and intenational relations during the mid-seventeenth century”, (Idem), Ireland from... op. cit., p. 96.

[34] A fines de 1641 Henry de Vic organizó una red de informantes para controlar los movimiento de los jefes militares irlandeses que servían en los Países Bajos hispanos (PRO [Public Record Office], SP [State Papers] 77, leg. 31, ff. 184-185. Carta de Henry de Vic a Vane, 28-XII-1641) y evitar la compra y el envío de armas y municiones a Irlanda por parte de los rebeldes irlandeses. (PRO, SP 77, leg. 31, ff. 150-151. Carta de Henry de Vic a Vane, 23-XI-1641.)

[35] Miguel Gallo había servido en Flandes, Borgoña y Alemania desde 1630, habiendo trabajado también como veedor del ejército y conocía la lengua inglesa. AGS., E., leg. 2525, s. f. Memorial de Miguel Gallo, 8-V-1645.

[36] AGS., E., leg. 2525, s. f. Petición de Miguel Gallo a Pedro Coloma, 8-V-1645.

[37] OHLMEYER, Jane: “Ireland Independent: confederate foreign policy and intenational relations during the mid-seventeenth century”, (Idem), Ireland from... op. cit., p. 93.

[38] AGS., E., leg. 2525, s. f., Felipe IV a Francisco Foissott, 1-III-1645.

[39] Buscar doc exacto y poner fecha. Explicar que Diego de la Torre era sobrino de Jerónimo de la Torre, secretario del consejo de estado en Madrid, con experiencia en Roma y los Países Batenía experiencia en España

[40] AGS., G. A., servicios militares, leg. 15, f. 30, Licencia de la Gobernadora Isabel Clara Eugenia para Diego de la Torre, 29-V-1628.

[41] En 1640 se correspondió con el embajador residente en Londres Alonso de Cárdenas sobre las levas que se estaban organizando en aquel momento (AGR [Archives Générales du Royaume], secretariat d’état et guerre, leg. 371, fol. 266-267, Carta de Diego de la Torre a Alonso de Cárdenas).

[42] En Bruselas sirvió primeramente desde 1622 hasta 1628 (AGS. G. A., leg. 30, f. 15, Carta del cardenal de la Cueva  para Felipe IV, 4-VI-1628) y luego desde 1632 en adelante (AGS. G. A., leg. 15, f. 30, Carta de Andrés de Roças a Diego de la Torre)

[43] AGS., G. A., Servicios Militares, leg. 15, fol. 30, Cédula de Felipe IV a favor de Diego de la Torre, 5-VII-1628.

[44] AGS., G. A., Servicios Militares, leg. 15, fol. 30, Certificado de Juan Pablo Bonet para Diego de la Torre, 26-IV-1630.

[45] AGS., G. A., Servicios Militares, leg. 15, fol. 30, Carta de Antonio Porras al Marqués de Monterrey, 8-VIII-1634.

[46] Foissott acusaba a Torre, entre otras cosas, de haberle robado el mérito de levas llevadas a cabo por el mismo (AGS., E., leg. 2525, s. f., Francisco Foissott a Pedro Coloma, 2-I-1647). Incluso desde Irlanda se consideraba que en vez de buscar lo mejor para Irlanda pasaban el tiempo peleando entre ellos. (AGS., E., leg. 2525, s. f., Patrick Barnewall a Felipe IV, ca. VII-1647)

[47] AGS., E., leg. 2525, s. f., Consulta de estado, 7-IX-1647.

[48] AGS., E., leg. 2525, s. f., Consulta de estado, 24-VII-1647.A finales de este año Talbot, que hasta entonces había sido uno de los más entusiastas defensores de los intereses hispanos dentro de la Confederación de Kilkenny, se pasó al bando francés. OHLMEYER, Jane: “Ireland Independent: confederate foreign policy and intenational relations during the mid-seventeenth century”, (Idem), Ireland from... op. cit., p. 104

[49] Para lo cual se le daría una canongia o beneficio. AGS., E., leg. 2525, s. f. Memorial de Francisco de Melo, 18-X-1647. Dermicio O’Brien ya había sido señalado en 1642 por la Confederación de Kilkenny como interlocutor válido ante la Felipe IV (AGS., E., leg. 2525, s. f., Memorial de la Provincia de Munster, IX-1649). Según Francisco de Melo, O’Brien cumplía los requisitos que el consejo de estado de ser “persona de satisfacción” del rey y del conde de Berehaven.  (AGS., E., leg. 2525, s. f., 7-IX-1647).

[50] AGS., E., leg. 2525, s. f., Consulta de estado, 25-V-1647.

[51] AGS., E., leg. 2525, s. f., Consulta de estado, 7-IX-1647.

[52] AGS., E., leg. 2525, s. f., Consulta de estado, 7-IX-1647. OHLMEYER, Jane: “Ireland Independent: confederate foreign policy and intenational relations during the mid-seventeenth century”, (Idem), Ireland from... op. cit., p. 94.

[53] AGS., E., leg. 2525, s. f., Consulta de estado, 7-IX-1647 y AGS., E., leg. 2525, s. f., Consulta de estado, 7-IX-1647.

[54] AGS., E., leg. 2525, s. f., Consulta de estado, 7-IX-1647.

[55] AGS., E., leg. 2525, s. f., Consulta de estado, 7-IX-1647.

[56] AGS., E., leg. 2525, s. f., Memorial de Francisco de Melo, 18-X-1647.

[57] Ver referencias bibliográficas en notas 3, 4, 6 y 11.

[58] Esta clasificación tan simplista, aunque sirve para aclarar a grosso modo las vasculaciones de la política exterior de la Confederación de Kilkenny, es inapropiada para entender la compleja mecánica interna de la política confederada. Ver nota 19.

[59] AGS., E., leg. 2525, s. f., Certificado de James Preston por Miguel Gallo, 8-I-1645.

[60] AGS., E., leg. 2525, s. f., Carta de Owen Roe O’Neill a Felipe IV, 2-III-1645.

[61] Un claro ejemplo de este tipo de actuación: AGS, E., leg. 2525, s. f., Carta de Patricio Barnewalt a Felipe IV, ca. 1-VI-1647.

[62] Rinuccini dejó escrita una obra sobre su estancia y labor en Irlanda. RINUCCINI, Giovan Baptista: Nunziatura in Irlanda, Firenze, 1844.

[63] Ver Ó HANNRACHÁIN, Tadhg: "Far From Terra Firma" The Mission of GianBattista Rinuccini to Ireland, 1645-49, IUE (Tesis Doctoral), 1995.

[64] HYDE, Edward: State Papers Collected by Edward, Earl of Clarendon, Commencing From the Year Mdcxxi, Containing the Materials From Which His History of the Great Rebellion Was Composed, Oxford, 1767-1786. Vol. II. Pp. 249-250.

[65] “pernicious to Religion, ignominious to the nation, and unsafe to the lives and fortunes of the Confederate Catholicks.” Hyde, E.1.E.o.C., State Papers Collected by Edward... Op. Cit.  Vol. II. p. 253.

[66] AGS., G. A., servicios militares, leg. 15, f. 30. Diego de la Torre a la Congregación del Clero de Irlanda, 17-IX-1646.

[67] AGS., E., leg. 2525, s. f., Carta de Francisco Foissott a Felipe IV, 30-XII-1646.

[68] En teoría, uno de ellos había ya sido concedido con anterioridad a costa de los confederados irlandeses, pero nunca se había hecho efectivo. Lo que Torre reclamaba ahora era poder efectuarlo a costa de Felipe IV. AGS., G. A., servicios militares, leg. 15, f. 30. Diego de la Torre a la Congregación del Clero de Irlanda, 17-IX-1646. Sin embargo, una de ellas la de Patrick Barnewalt por la mala opinión que Melo tenía de él y de la gente que traía. AGS, E., Consulta de Francisco de Melo, 24-VII-1647.

[69] ASV., Segr. Stato, Vescovi e prelati, vol. 16, fol. 78-78v. Rinuccini a Inocencio X, 9-V-1649.

[70] OHLMEYER, Jane: “Ireland Independent: confederate foreign policy and intenational relations during the mid-seventeenth century”, (Idem), Ireland from... op. cit., p. 104.

[71] AMAE [Archives du Ministère des Affaires Etrangères], C. P. [Correspondance Politique] Angleterre, nº 47, ff. 320-322. Bellievre a Richelieu, 6-I-1638. DIHF [Documents Inédits sur l’Histoire de France], Corr. Card. [Correspondance du Cardinal] Richelieu, vol. 7, p. 206, Richelieu al obispo de Burdeos, 9-XI-1638.

[72] HMS, Franc. Mss., vol. 76. pp. 124-125. Hugh Bourke a Luke Wadding, 8-III-1642.

[73] PRO, SP 78, fol. 111. Browne a Nicholas, 7-II-1642.

[74] HMS, Franc. Mss., vol. 76, pp. 228-229. Carta de Duyer a Luke Wadding, 11-XII-1642.

[75] AMAE, C. P. Angleterre, nº 47, ff. 605-606. Pompone de Bellièvre, 11-XI-1639.

[76] La monarquía borbónica estuvo representada en Irlanda primero por La Moinerie, desde 1644 hasta 1646 (DIHF, Corr. Card. Mazarin, vol. 1, p. 375. Mazarin a Harcourt, 1-I-1644). En 1646 fue reemplazado por Claude Dumolin, a quien en 1647 se le unió Phillipe du Talon (OHLMEYER, Jane: “Ireland Independent: confederate foreign policy and intenational relations during the mid-seventeenth century”, (Idem), Ireland from... op. cit., p. 94-95)

[77] Sobre la explicación que se ha dado desde el estudio de las relaciones internaciones a este tipo de procesos de cambio de área de influencia, ver KISSINGER, Henry: Diplomacy, New York, 1995, p. 330.

[78] Lenihan, P., Confederate Catholics at War, 1641-1649 (Cork, 2001)

[79] AGS, E., leg. 2526, s. f. Consulta de  estado, 19-II-1650.

[80] AGS, E., leg. 2526, s. f. Consulta de  estado, 19-II-1650.

[81] AGS, E., leg. 2526, s. f. Cárdenas a Felipe IV, 14-XII-1649.

[82] AGS, E., leg. 2526, s. f. Cárdenas a Felipe IV, 26-XII-1649.

[83] AGS, E., leg. 2526, s. f. Cárdenas a Felipe IV, 15-VII-1650.

[84] AGS, E., leg. 2526, s. f. Consulta de estado, 3-IX-1650.

[85] AGS, E., leg. 2528, s. f. Informe de Peñaranda, 24-X-1652.

[86] AGS, E., leg. 2528, s. f. Consulta de estado, 28-X-1652.

[87] AGS, E., leg. 2528, s. f. Memorial de Francisco de Fox, 7-XI-1652.

[88] Era notoria en su época la franqueza e incluso falta de delicadeza de Peñaranda a la hora de plantear  la política a seguir por parte de la Monarquía. Ver: CARABIAS TORRES, Ana: “De Munster a los Pirineos. Propuestas de Paz del representante español el conde de Peñaranda” (en prensa). Comunicación presentada en la VIIª Reunión Científica de la FEHM [Fundación Española de Historia Moderna] celebrada en junio de 2002. Agradezco la gentileza de la autora en proveerme una copia de la misa antes de su publicación.

[89] AGS, E., leg. 2528, s. f. Peñaranda a Felipe IV, 7-XI-1652.

[90] AGS, E., leg. 2526, s. f. Consulta de estado, 21-VII-1650.

[91] AGS, E., leg. 2526, s. f. Consulta de estado, 21-VII-1650.

[92] OHLMEYER, Jane: “Ireland Independent: confederate foreign policy and intenational relations during the mid-seventeenth century”, (Idem), Ireland from... op. cit., p. 107.

[93] Esta no fue la única medida tomada para garantizar el control del territorio en Irlanda. Sobre las medidas de desplazamiento forzado dentro de Irlanda en época de Cromwell ver: O’CALLAGHAN, Sean: “To Hell or Barbados”, The ethnic cleansing of Ireland, Dingle, 2000.

[94] Para la importancia de la recuperación de Portugal en la segunda parte del reinado de Felipe IV, ver VALLADARES, Rafael: La Rebelión De Portugal: Guerra, Conflicto y Poderes En La Monarquía Hispánica (1640-1680), Valladolid, 1998.