RETIRO

Retiro

Tras años dedicados al servicio de la corona, en 1763, Wall suspiraba por un retiro digno que le permitiese disfrutar de su vejez en uno de los muchos paraísos que había conocido en su vida: el Real Sitio del Soto de Roma. Ubicado en Granada, Wall vivió en este lugar de ensueño en la Casa Real, un pequeño palacete a la vega del Genil, muy cercano a la villa actual de Fuente-Vaqueros, a unos kilómetros de la capital. Apreciado por sus costumbres comedidas y por las limosnas que se complacía en repartir entre los lugareños, la muerte le sorprendió en las navidades de 1777.

 

Sotoprueba1.JPG (19486 bytes) La Casa Real del Soto de Roma sirvió de residencia habitual a Ricardo Wall durante su retiro en este Real Sitio. El Soto había sido adquirido tras la Reconquista por los Reyes Católicos e incluido en su patrimonio. Durante más de tres siglos se mantuvo bajo administración directa de la Corona, pero en 1714 fue donado por Fernando VII a Lord Wellington en agradecimiento a sus servicios durante la Guerra de la Independencia. Actualmente, la Casa Real del Soto de Roma pertenece al profesor D. Francisco Ortega López del Hierro, miembro del Area de Construcciones Arquitectónicas de la Escuela Universitaria de Arquitectura Técnica de la Universidad de Granada, que gentilmente permitió la toma de estas imágenes y quien se ha encargado de la colosal labor de restaurar el deteriorado palacete en las últimas décadas.

 

Sotoprueba2.JPG (18434 bytes) Dentro del Soto de Roma fueron surgiendo, durante el s. XIX, debido al posterior crecimiento demográfico en nuestro país, diversas poblaciones que apenas eran cortijos en la época de Wall. La más importante es Fuentevaqueros, pueblo natal de Federico García Lorca, que apenas dista unos centenares de metros de la ubicación actual de la Casa Real.

Wall también residió en ocasiones en el palacete del Generalife, en la Alhambra de Granada. De hecho, parte de su vejez la dedicó a la restauración de este egregio monumento, en calidad de supervisor de las obras.

Sus inquietudes por la conservación del patrimonio regio también le llevó a restaurar en gran medida la Casa Real del Soto de Roma, arruinada en gran  medida.

 

 

Los últimos años del ministro fueron tranquilos. Honrado por el monarca, que le concedió el ingreso en la Orden de San Genaro, y le mantuvo sus sueldos de Teniente General de los Ejércitos y Consejero de Estado, fueron apacibles y sosegados. Bien merecidos los tenía quien durante décadas había servido con el remo, la espada y la pluma a los Borbones. Anualmente visitaba a Su Majestad en Aranjuez, donde lógicamente ambos departían animadamente, más como dos viejos amigos que como señor y siervo, de los temas más variados. En 1768 todavía Wall realizó un esporádico encargo al supervisar las nuevas poblaciones que Olavide había creado en Sierra Morena. Su veredicto fue positivo ante el trabajo del ilustrado. Aquellos a los que protegió durante su ministerio continuaron sus meteóricas carreras. Así, por ejemplo, Campomanes o Pérez Bayer. Su escasa familia presente en la Península también fue colmada de honores. Su primo, Eduardo Wall, recibió la Encomienda de Peñausende, que le había pertenecido a él, tras ingresar en la Orden de Santiago. Además, en 1770 emparentó con la nobleza castellana al casarse con la III Condesa de Armíldez. Dos de sus hijos llevarían como homenaje por su protección el nombre de Ricardo. Sotoprueba3.JPG (17676 bytes)

Murió en paz y rodeado de prodigios de piedad y buenaventura, según los principales testigos del óbito, su confesor, el padre Juan Miguel Kayser, su médico, D. Lorenzo Amico y el arzobispo de Granada. Sin embargo, su desaparición traería las turbulencias que no había sufrido en su vejez. Su polémico testamento enfrentó durante años a su familiar más cercano, D. Eduardo Wall, con los dos albaceas de su primo, el confesor y el médico.

 

Epitafio

 

 

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