A prop—sito de un aparente silencio: la memoria geneal—gica escrita de la nobleza peninsular en la baja Edad Media*
Apropos a seeming silence: the written genealogy memory of peninsular nobility in the late Middle Ages
Arsenio Dacosta,
Universidad de Salamanca[1]
Resumen: Tras hacer un repaso de los principales textos conservados, este art’culo ofrece una panor‡mica de la escritura geneal—gica nobiliaria desde una perspectiva comparada atendiendo al caso castellano, portuguŽs y tangencialmente catal‡n. Se relacionar‡ esta literatura con la aparici—n de la memoria linaj’stica regia y con otras cuestiones espec’ficamente relacionadas con el proceso social de la escritura y la caracterizaci—n de la nobleza peninsular en la baja Edad Media.
Palabras clave: genealog’a, discurso, memoria, escritura, nobleza, baja Edad Media, Pen’nsula IbŽrica
Abstract: In addition to a survey of the main surviving texts, this article provides a panorama of nobility genealogy writing from a comparative perspective, dealing with the cases of Castile, Portugal and tangentially Catalonia. This literature will be linked to the appearance of royal lineage memory and other matters specifically relating to the social process of writing, as well as the characterization of peninsular nobility in the late Middle Ages.
Keywords: genealogy, discourse, memory, writing, nobility, late Middle Ages, Iberian Peninsula
A prop—sito de un aparente silencio: la memoria geneal—gica escrita de la nobleza peninsular en la baja Edad Media.
Como es sabido, el medievalismo espa–ol ha sido en buena medida tributario del francŽs. Esto ha provocado que sus Žxitos se reflejaran en nuestros trabajos y, tambiŽn, que algunos de sus defectos se reprodujeran en ellos. Por ejemplo, la visi—n etnocŽntrica francesa ha provocado cientos de p‡ginas sobre la caracterizaci—n del feudalismo peninsular, considerado durante mucho tiempo como perifŽrico, incompleto o bastardo. Algo similar sucede con la percepci—n de que, frente a lo que ocurr’a en la Francia del Norte o los Pa’ses Bajos, en los reinos cristianos de la Pen’nsula IbŽrica la literatura geneal—gica nobiliaria fue un fen—meno marginal y tard’o. Adelantemos que, desde una perspectiva de gŽnero, el primer texto geneal—gico nobiliario en Castilla es el escrito en 1371 por Fern‡n PŽrez de Ayala, padre del futuro Canciller. O al menos es el primero conservado.
En esta particular historia juega un papel destacado Georges Duby, uno de los responsables de que yo me hiciera medievalista. Duby estaba interesado en desvelar la Òmutaci—n linaj’sticaÓ que se produce a partir del a–o 1000[2]. Dicha mutaci—n implicaba la aparici—n de una verdadera nobleza caracterizada por una particular estructura de parentesco, el linaje, y por la conformaci—n de una memoria geneal—gica o, como la denomin— Marc Bloch, una Òconciencia de los antepasadosÓ. En este contexto, en Francia y otros territorios del norte europeo, la literatura geneal—gica hab’a tenido un relativamente amplio desarrollo entre los siglos XI y XII[3]. Sin embargo, esta cronolog’a debe ser puesta en entredicho. Primero en relaci—n al linaje, cuya caracterizaci—n de agn‡tica es te—ricamente inconsistente y tiene un desarrollo cronol—gico quiz‡ no muy distinto del que est‡ documentado para los reinos cristianos peninsulares. Al menos as’ lo deduc’a Marc Bloch en su cl‡sico La sociedad feudal, donde los ejemplos del linaje como estructura definitoria de la nobleza remiten recurrentemente al siglo XIII, incluyendo la Pen’nsula IbŽrica[4]. En relaci—n al segundo aspecto, el de la literatura geneal—gica, Isabel Beceiro ha destacado que, a pesar de que existe algœn precedente de mediados del siglo X, el desarrollo de la literatura geneal—gica en Flandes, Alemania y centro y norte de Francia se produce realmente Òentre 1160 y el primer tercio del siglo siguiente (É) en consonancia con la constituci—n de los grandes principadosÓ. Adem‡s, a diferencia de lo que ocurrir‡ en la Pen’nsula IbŽrica, el proceso de difusi—n de este tipo de escritura parte de estas casas principescas y solo despuŽs Òse abre, adem‡s, a la estirpe regia francesa y la de magnates de menor envergaduraÓ[5]. DespuŽs volveremos sobre algunos de estos argumentos.
En la Pen’nsula IbŽrica los dos primeros textos de naturaleza geneal—gica se elaboran en torno al a–o 1000. Las denominadas Genealog’as de Roda, editadas en su d’a por Lacarra, pueden ser calificadas con justicia como uno de los textos europeos m‡s antiguos en su gŽnero[6]. Estas genealog’as, como se sabe, son en realidad las n—minas de las casas condales de los incipientes reinos pirenaicos hisp‡nicos. A ellas debemos a–adir uno de los escritos de Mir— Bonfill, conde de Besalœ y obispo de Gerona, que, en palabras de Josep Mar’a Salrach, puede ser considerada en parte una Òcr—nica de la memoria geneal—gica del linajeÓ[7].
El aparente silencio posterior no es tal para Ruiz-Domnec quien, apoy‡ndose precisamente en Duby, rastreaba indicios de lo que tan bien defini— como Òmemoria de los feudalesÓ. Estos indicios se materializan en breves insertos autobiogr‡ficos, poemas, cartas y documentos notariales de los siglos XI y XII tanto en la Francia meridional como en Catalu–a[8]. A ello deber’amos a–adir el rico acervo de leyendas nobiliarias que podr’an remontar en algunos casos a los siglos plenomedievales, al menos para Portugal y el norte de Castilla. Pensamos, por ejemplo, en el ciclo de los Jueces de Castilla, magistralmente estudiado por Georges Martin, y que liga la estirpe de Fern‡n Gonz‡lez hasta el Cid en lo que este autor ha definido como la Òinvenci—n de CastillaÓ[9]. O el bello motivo de la Dama PŽ-de-Cabra con que la Casa de Haro, la m‡s poderosa de este reino en los siglos XII y XIII, reinventaba su origen apropi‡ndose del motivo melusiniano avant la lettre, esto es, antes de que Jean d«Arras escribiera su roman sobre la Mre Lusignan[10]. De hecho, podr’a aducirse aqu’ una dependencia de lo transpirenaico dado lo expreso del calco, justificando expl’cita o impl’citamente un modelo difusionista respecto de las estructuras y valores que caracterizan a la nobleza peninsular pleno y bajomedieval. Sin embargo, en este punto hay, en mi modesto entender, un enfoque equivocado.
En el eje de esa teor’a difusionista estar’a la noci—n de que la nobleza Ðotro concepto historiogr‡ficamente ambiguo- constituye un estamento con caracteres definidos, incluso en la generaci—n de discursos. Un œnico estamento que, en relaci—n a su producci—n escrita, conformar’a una suerte de ÒmacrotextoÓ no en el sentido semi—tico de Mar’a Corti[11], sino en el cognitivo-experiencial que ha planteado William Boelhower para un determinado tipo de escritura memorial’stica[12]. En el centro de esta concepci—n estar’a la idea de que el linaje es la forma caracter’stica de organizarse la familia noble en Europa occidental. De forma no expresa se asume que el linaje nacer’a en Francia por el hecho de que las primeras menciones en romance a este concepto aparecen en Provenza a finales del siglo XII. Con el vocablo se difundir’a un nuevo modelo nobiliario contaminado por los valores caballerescos, definido por nuevas pautas de filiaci—n y alianza, y por la necesidad de crear una memoria geneal—gica.
No podemos entrar aqu’ en el problema de base, esto es, la relaci—n causa-efecto establecida entre la aparici—n del linaje y la memoria geneal—gica. Bastar‡ con recordar que Žsta se manifestar‡ de muy diversas maneras o, dicho en palabras de Georges Martin, utilizar‡ distintos Òinstrumentos de memoriaÓ[13]. Esta particular memoria geneal—gica se transmite fundamentalmente por medios y a travŽs de c—digos lingŸ’sticos donde lo escrito fue inexistente o secundario frente a la imagen, a gestualidad o la oralidad[14]. Aœn as’, hay elementos materiales y simb—licos donde se rastrea como, por ejemplo, la her‡ldica, cuya aparici—n en la Pen’nsula IbŽrica no es m‡s tard’a que en el resto de Europa[15]. Efectivamente, la irrupci—n de la her‡ldica se produce en paralelo a la consolidaci—n del linaje como forma de organizaci—n de la ÒfamiliaÓ noble. En la baja Edad Media, antes incluso de la aparici—n de los libros de blas—n, el escudo familiar aparece ligado al relato geneal—gico como ocurre ya en Fern‡n PŽrez de Ayala[16]. De forma creciente, en verdadero paroxismo a finales de la Edad Media y por descontado en la Edad Moderna, la her‡ldica se convertir‡ en uno de los s’mbolos m‡s reconocibles de la casa nobiliaria. Algo similar podr’amos decir de la onom‡stica, cuyos cambios en el seno de la nobleza peninsular son muy evidentes a partir de mediados del siglo XIII[17]. Sin embargo, antes de esa Žpoca, el nombre transmitido y utilizado particularmente por la alta nobleza tambiŽn era reflejo del origen familiar: el apellido identificaba comœnmente al padre y el nombre de pila al abuelo. Con el tiempo, el nombre personal y el patron’mico se van a fosilizar hasta tal punto que entren a formar parte de un cat‡logo o reserva onom‡stica[18] cuya combinaci—n con el apellido de linaje o del solar van a constituir la m‡s expresa marca de origen para alguien de extracci—n noble[19]. En el nombre del Cid o en los usos onom‡sticos de las familias magnaticias leonesas de los siglos XII y XIII encontramos una fase intermedia en la evoluci—n entre estos dos sistemas onom‡sticos[20] que, en todo caso, siempre hab’an cumplido una funci—n memorial’stica.
Lo mismo podr’amos decir de los tœmulos funerarios familiares, cuyas manifestaciones son si cabe m‡s antiguas y que van ligadas a la dotaci—n de iglesias familiares o donaciones a comunidades mon‡sticas[21]. Estos monasterios de hecho pueden ser considerados Òcentros de construcci—n de la memoria familiarÓ[22]. De nuevo nos tenemos que remitir a las grandes casas, cuyas pautas funerarias habr’an de extenderse a un grupo nobiliario cada vez m‡s amplio y variado.
Aunque la memoria familiar se manifiesta de estas maneras, es en la escritura geneal—gica donde hallamos los elementos m‡s expresivos de aquŽlla. Sin embargo, recordemos que en Castilla el primer texto conocido data de 1371. En el vecino Portugal podemos retrasar esta cronolog’a casi un siglo remitiŽndonos al Livro Velho de Linhagens y ya bien entrado el siglo XIV al famoso Livro de Linhagens de Pedro de Barcelos[23]. DespuŽs aludirŽ a ellos.
Como dec’a, la referida teor’a difusionista no es expresa, pero se manifiesta en un argumento que la revela y afecta a lo que nos ocupa: el supuesto retraso de la aparici—n de la literatura geneal—gica en la Pen’nsula IbŽrica. No soy el primero en tratar de dar una explicaci—n a este retraso[24]. En todo caso, se viene asumiendo que la denominada Òeclosi—n de la literatura geneal—gicaÓ en Castilla[25] se produjo mucho despuŽs de que se produjera su decadencia en Francia[26]. Para interpretar este retraso se han venido utilizando tres argumentos: la fortaleza o debilidad del poder regio, el car‡cter tard’o del linaje agn‡tico entre la nobleza peninsular, y la particular relaci—n de la nobleza peninsular con la escritura.
En relaci—n a lo primero, Carlos Heusch sostiene que la desaparici—n del gŽnero geneal—gico en Francia se produce Òa medida que se va consolidando el poder regio, concretamente con soberanos como Carlos VII y Luis XIÓ[27]. Parece que esto es justo lo contrario que sucede en la Pen’nsula IbŽrica; no en vano, el primer texto escrito en una lengua romance peninsular donde el concepto de linaje toma carta de naturaleza Ðy lo hace no mucho despuŽs de las primeras menciones del tŽrmino en lengua provenzal- es el Liber regum, compuesto en la corte navarra en torno al 1200 con el expreso objetivo de legitimar la dinast’a reinante en Navarra[28]. El modelo fue pronto asumido en Castilla con la reescritura del anterior en el Libro de las generaciones y linajes de los reyes. Su influencia es enorme, por ejemplo, en la concepci—n del Livro de linhagens de Pedro de Barcelos o en la Cr—nica de 1344, por citar solo dos obras tanto o m‡s difundidas que aquel. Con sus herencias y paradojas respecto del pasado, el Liber regum y sus reelaboraciones abren enormes posibilidades legitimadoras para la realeza. Estas posibilidades se manifiestan de forma particular en la apropiaci—n de la figura del Cid Ðy su linaje-, y de la necesidad de enlazar las dinast’as castellana y navarra con las grandes genealog’as hist—ricas, vinculadas in extremis con la que, naciendo en Ad‡n, acaba en Cristo[29]. Esto abrir‡, como veremos, una particular caja de pandora, la de los or’genes del linaje.
Si no hallamos otro testimonio en sentido contrario, la memoria del linaje en la Pen’nsula IbŽrica nace en un entorno de reforzamiento del poder regio no exento de tensiones con la nobleza. No conocemos bien c—mo fue recibida entre la nobleza la construcci—n de la memoria regia, que se ejecuta principalmente a travŽs de la historiograf’a. El caso leonŽs contaba con sus propios argumentos din‡sticos desde finales del siglo IX, con su particular ancestro fundador, Pelayo, a pesar de que la construcci—n del mito es significativamente deficiente frente a la del Cid[30]. En el caso catalano-aragonŽs, la Gesta Comitum Barchinonensium, aœn escrita en lat’n, parece que obr— en un sentido similar al del Liber regum, ya que de hecho son pr‡cticamente contempor‡neos[31]. A modo de conjetura podr’amos pensar que, a pesar del sentido excluyente de las genealog’as regias, la nobleza peninsular percibi— pronto la utilidad de esta particular forma de escribir el pasado din‡stico, en un sentido tan excluyente como pretend’an las casas reinantes. La escritura geneal—gica cobraba, as’, un sentido social aunque la noci—n de linaje fuera aœn difusa.
Parece evidente que este concepto abierto, el de linaje, se difundi— r‡pida e influyentemente en los ambientes cortesanos peninsulares, particularmente a travŽs de los grandes proyectos historiogr‡ficos del siglo XIII[32]. Sin embargo, tambiŽn lo hac’an en paralelo en las trovas que recorr’an los reinos cristianos, desde Galicia a Provenza e incluso mucho m‡s all‡. Estos textos Ðo mejor sus performances- eran traducidos o incluso compuestos en las distintas lenguas trovadorescas[33]. Como es sabido, muchos de estos autores eran de extracci—n aristocr‡tica, y su ‡mbito de acci—n fueron las cortes regias -y tambiŽn se–oriales- desde la primera mitad del siglo XIII. Las trovas difundieron con enorme eficacia los valores caballerescos vinculados a la noci—n de linaje, aunque quiz‡ sin la tensi—n de la necesidad de formular la memoria geneal—gica. Ello es debido a la estructura y finalidad de este tipo de literatura, pero tambiŽn al hecho de que no reflejen una caracterizaci—n uniforme de lo que creemos entender por linaje.
El contexto donde se documentan los primeros textos geneal—gicos portugueses no es muy diferente del anterior: las redacciones iniciales de los llamados Livros de linhagens Ðsalvo el Livro Velho- se realizan en tiempos de Afonso IV o Bravo[34], y es precisamente este contexto el que explica, tal y como se–al— JosŽ Mattoso, la fuerte carga reivindicativa que contienen estos nobiliarios para la nobleza lusa[35]. El caso castellano permite una conclusi—n similar, tanto si tomamos como referencia la fecha hipotŽtica en la que pudieron comenzar a circular narrativas geneal—gicas sobre los Haro (o los Castro o los Lara, peor conocidas), como si lo hacemos a partir de la fecha del primer libro de linajes conocido, el de los Ayala, datado en 1371, ya que desde el siglo XIII la relaci—n entre nobleza y monarqu’a va a ser igual de conflictiva. Adem‡s, en un sentido estricto, la literatura geneal—gica en la Corona de Castilla tiene su despegue efectivo en el reinado de los Reyes Cat—licos, m‡ximos exponentes de ese reforzamiento mon‡rquico[36]. Los armoriales, por ejemplo, un tipo muy especial de memorial’stica nobiliaria, no aparecen en Catalu–a hasta el reinado de Isabel y Fernando de la mano del Armorial de Salamanca de Steve Tamborino o el de Bernat de Llupi‡n[37]. Este, por s’ solo, es un s—lido argumento para descartar la relaci—n directa entre fortalecimiento del poder regio y escritura geneal—gica en el caso peninsular.
El contexto pol’tico sin duda influy— en la difusi—n de la literatura geneal—gica peninsular[38], pero no creo posible establecer una relaci—n causa-efecto con el fen—meno del fortalecimiento del poder regio[39]. Habr‡ que explorar la hip—tesis planteada por Miguel Calleja para quien el retraso de Ònarraciones geneal—gicasÓ en Castilla es consecuencia de Òla perduraci—n de la experiencia fronteriza [que] contribuy— a mantener una v’a de escape en la din‡mica interna de los grupos familiares, y a ralentizar su reequilibrio interno a favor de la primogenituraÓ, esto es, al retraso de Òla constituci—n de una nobleza de linajeÓ[40]. El argumento es sugerente, pero pasa por dar explicaci—n al silencio navarro y aragonŽs en relaci—n a los nobiliarios generales o particulares. Adem‡s exige reconceptualizar completamente la noci—n de linaje para la Edad Media peninsular, tarea en la que nos encontramos inmersos[41]. No introducirŽ aqu’ la discusi—n historiogr‡fica o los problemas metodol—gicos puestos de manifiesto desde la antropolog’a[42]. PondrŽ un ejemplo m‡s que apropiado que anula el sentido estructural que hemos heredado de ciertos cl‡sicos franceses o de la historia del Derecho; un ejemplo que, adem‡s, apunta hacia el sentido final del linaje y su memoria escrita, que no es otro que el de las particulares estrategias familiares y legitimadoras de cada grupo familiar y sus l’deres.
Apenas cuatro a–os despuŽs de escribir el primer texto geneal—gico nobiliario castellano, el Libro del linaje de los Se–ores de Ayala, su autor, Fern‡n PŽrez de Ayala, va a ser protagonista de otro hecho inŽdito[43]. El Se–or de Ayala, uno de los primeros caballeros de la Banda, va a instituir uno de los primeros mayorazgos conocidos en Castilla en favor de su hijo primogŽnito y, en el mismo acto, va a establecer un segundo mayorazgo que beneficia a su hija Menc’a, esposa del Se–or de O–ate, la cual posiblemente hab’a nacido antes que el futuro Canciller. El primero de los mayorazgos se har‡ con los de Ayala; el segundo con los bienes de la madre ya fallecida, heredera del solar de Ceballos. ÀD—nde queda, pues, el agnatismo, esto es, la vinculaci—n de los bienes de var—n en var—n, tal y como trataba de regular Alfonso X en la Segunda Partida? La explicaci—n no est‡ en nuestros lastres te—ricos, sino precisamente en la l—gica contextual del linaje. Con este acto, Fern‡n PŽrez de Ayala refuerza sus redes de alianza en la escala regional y, sobre todo, anula cualquier reclamaci—n sucesoria futura de la Casa de Guevara sobre lo de Ayala. Nada de esto impide que Fern‡n PŽrez, en l’nea con el contenido de la Segunda Partida, se refiera expresamente en su Libro a la sucesi—n leg’tima de var—n en var—n:
ÒY aqu’ se acab— el linage de Salcedo e Ayala que ven’en de padre e padre siempre al maiorÓ[44].
Alud’a antes a un tercer factor o explicaci—n respecto del retraso de la aparici—n de esta literatura geneal—gica, el de la reluctancia de la nobleza peninsular a la escritura. Perm’tanme que lo exprese en las palabras de Fern‡n PŽrez de Guzm‡n:
ÒLa verdat e ertidumbre del origin e nasimiento de los linajes de Castilla, non se puede bien saber sino quanto qued— en la memoria de los antiguos. Ca en Castilla ovo siempre e ay poca diligenia de las antigŸedades, lo qual es gran da–oÓ[45].
ÀEra ajustada la afirmaci—n de Fern‡n PŽrez de Guzm‡n o es la suya la visi—n elitista y muy particular de un escritor Ðy pariente de escritores- nobiliario? Posiblemente no le faltara un punto de raz—n o estemos ante una mera f—rmula ret—rica[46], pero no es menos cierto que a mediados del siglo XV esta reluctancia era cosa del pasado. TambiŽn, como veremos a continuaci—n, ese silencio no era tan clamoroso.
En este punto, debo reconocer cierta insatisfacci—n a la hora de encontrar una respuesta al problema del presunto retraso en la construcci—n escrita de la memoria geneal—gica por parte de la nobleza peninsular. El contexto, a pesar de su importancia, no ofrece una relaci—n de causa-efecto suficientemente significativa. Tampoco lo hace la idea de que la escritura geneal—gica obedece a la consolidaci—n del linaje, por mucho que exista una correspondencia o paralelo innegable entre escritura y estructura social. Ciertamente se ha avanzado mucho en la caracterizaci—n de este particular tipo de literatura, sobre todo porque parece necesario, en determinada perspectiva de an‡lisis, no dejarse sujetar por las fronteras de ÒgŽneroÓ. Un ejemplo de ello lo encontramos en la particular visi—n que ofrece don Juan Manuel del Òlinaje malditoÓ en oposici—n al suyo propio en su Libro de las tres razones (circa 1345). O la riqueza de matices, de nuevo desde una perspectiva reparadora de la memoria familiar, que ofrecen las Memorias de Leonor L—pez de C—rdoba (circa 1410), en las que se combina una potente voz personal apenas oculta tras formulismos de car‡cter notarial[47]. Podr’amos extender la misma sensaci—n de excepcionalidad sobre la panoplia de obras que se elaboran entre los reinados de Juan II y los Reyes Cat—licos a modo de biograf’as heroicas como son el Victorial, la Cr—nica o Hechos del Condestable Lucas de Iranzo, la Cr—nica de Garci L—pez de Roncesvalles, los Hechos de don Alonso de Monroy, la Cr—nica de Alonso de Guzm‡n el Bueno; la Historia de los hechos del MarquŽs de C‡diz, etc. A pesar de su car‡cter particular, todos ellos destacan por su potente carga legitimadora, al igual que ocurre en El Seguro de Tordesillas de Pedro Fern‡ndez de Haro o el Libro del paso honroso de Pedro Rodr’guez de Lena. En un lugar intermedio, entre este tipo de textos, los nobiliarios y la historiograf’a urbana tan extendida en el siglo XVI, encontramos otros tan interesantes como el Triunfo Raimundino de Juan Ram—n de Trasmiera[48].
En paralelo debemos aludir a las Memorias de algunos linajes, terminadas hacia 1448 por Juan de Mena[49] que parecen inspirarse en el muy influyente Livro del conde Pedro de Barcelos. O a la riqueza de nobiliarios elaborados en tiempos de los Reyes Cat—licos, como el m‡s importante de todos ellos, el de Diego Hern‡ndez de Mendoza. Por su car‡cter para-cortesano es de mencionar el contenido en los libros XX y XXI de la ambiciosa obra de Lope Garc’a de Salazar titulada Las buenas andanas e fortunas (1476)[50], cuya materia geneal—gica ya estaba ampliamente desarrollada en su anterior Cr—nica de Vizcaya (1454)[51]. En esta l’nea tambiŽn es de destacar la recepci—n que hab’a hecho no mucho antes Pere Tomic de la figura de Otger Catal— y los nou barons de la fama en sus Histories e conquestes (1438)[52]. Tomic, influenciado por el goticismo de JimŽnez de Rada[53], evita aqu’ esta mixtificaci—n -que se habr‡ de imponer obsesivamente en el ‡mbito ibŽrico a finales de la Edad Media-, formulando esta narrativa en la tambiŽn vieja tradici—n ibŽrica de recrear el origen remoto del linaje m‡s all‡ de los Pirineos[54].
En este punto, por comparaci—n, las obras que podr’amos denominar Òlibros de linajesÓ nos pueden parecer significativamente escasas. Hablamos de nuevo del Libro del linaje de los Se–ores de Ayala[55], y la muy posterior Historia de la Casa de Zœ–iga[56], que tienen en comœn la misi—n de reconstruir una historia familiar desde una perspectiva no espec’ficamente biogr‡fica. Lo mismo ocurre con los nobiliarios stricto sensu. Estos son inexistentes en Navarra y la Corona de Arag—n para el periodo medieval; para Castilla, el primero en sentido estricto lo constituyen las Memorias de algunos linajes de Juan de Mena (1448), que no pasa de mera tentativa. A Žl se suman las aludidas obras de Lope Garc’a de Salazar, redactadas entre 1454 y 1476. Sin embargo, el caso portuguŽs es extraordinario a escala europea, con tres nobiliarios ÐLivro Velho, Livro do De‹o y Livro do Conde-, elaborados entre 1280 y 1340 aproximadamente, sin contar las correcciones realizadas al tercero de ellos antes de finalizar el siglo XIV.
En este sentido debemos advertir que todas las obras citadas comparten varias circunstancias comunes. En primer lugar, que todas son posteriores a 1340, a excepci—n del m‡s temprano Livro Velho de linajes. En segundo lugar, que en todos los casos son obras formalmente compactas. Evito decir acabadas toda vez que esta idea encaja mal con los procesos de escritura medievales. Por ejemplo, la obra de Pedro de Barcelos conoce al menos tres reelaboraciones, algunas con importantes modificaciones de contenido en relaci—n a algunos linajes. En el caso del primero de los textos castellanos, el de Fern‡n PŽrez de Ayala, tiene la extraordinaria particularidad de que va a ser continuado por su hijo el Canciller y despuŽs por al menos dos de sus descendientes directos. Este hecho desde una perspectiva de gŽnero no tiene parang—n, que yo sepa, en toda Europa; para encontrar algo similar fuera de las genealog’as regias, tendr’amos que remitirnos a los ricordanze italianos Ðel de los Corsini[57] es estrictamente contempor‡neo al texto de Fern‡n PŽrez de Ayala- o a la vinculaci—n escritural entre los distintos livros de linhagens portugueses. Esta cuesti—n permite plantear interesantes reflexiones sobre el proceso de escritura nobiliaria en la Pen’nsula IbŽrica que tratarŽ de desgranar sintŽticamente.
La primera cuesti—n se refiere al corpus de textos conservados. No desarrollarŽ aqu’ una perspectiva sistem‡tica en relaci—n a la Òliteratura perdidaÓ, pero no est‡ de m‡s hacer una tentativa. Por ejemplo, es imposible que Pedro de Barcelos o Lope Garc’a de Salazar reconstruyeran tal nœmero de genealog’as y con tal profusi—n de detalles, sin manejar variados escritos. Adem‡s, tenemos indicios directos de que dichos materiales existieron, al menos en el siglo XV. Por ejemplo, Juan de Mena reconoc’a haber consultado varias de estas obras perdidas:
Òadem‡s que deste linaje [Ord—–ez] escrivi— un tratado muy bien escrito Pedro de Bustos que yo tengo en mi poderÓ[58],
Òafirman las istorias de Espa–a e memorias de linages que yo tengoÓ[59],
ÒAs’ lo tiene en sus memorias e alval‡s su decendienteÓ[60].
Pr‡cticamente al mismo tiempo Fern‡n PŽrez de Guzm‡n declara Ðcon incredulidad en relaci—n a la fundaci—n de su propia estirpe- haber consultado el Libro del linaje elaborado por su abuelo Fern‡n PŽrez de Ayala en 1371. En 1454 Lope Garc’a de Salazar justificaba la existencia de dos versiones de la leyenda de fundaci—n de Vizcaya con la frase Òe por otra manera dise la istoriaÓ[61]. Ladero Quesada, y m‡s recientemente Carriazo Rubio, han tratado de reconstruir cierta Òystoria viejaÓ referida a la Casa de Niebla[62]. Igualmente expresiva es la alusi—n que hace Diego Hern‡ndez de Mendoza al terminar de narrar el origen melusiniano de los Manrique: ÒTodo lo susodicho allŽ en un libro y lo pusse aqu’Ó[63].
Adem‡s, la supuestamente irreparable pŽrdida de estos materiales est‡ en entredicho a la luz de los Žxitos alcanzados en su recuperaci—n por Miguel çngel Ladero y Juan Luis Carriazo para la Casa de Niebla y para los Ponce de Le—n[64], por Pedro C‡tedra para los Zœ–iga, por Arsenio Dacosta para los Ayala, o por Cristina Jular para los Velasco[65]. Todos estos esfuerzos, la mayor parte de los cuales se han sustanciado en lo que llevamos de siglo, revelan que probablemente aœn existan textos por descubrir. Sin necesidad de recurrir a los archivos nobiliarios, me remito a la inexplorada riqueza del Fondo Salazar y Castro de la Real Academia de la Historia aunque en muchos casos lo que conservemos all’ sean notas a partir de estos materiales. La œnica copia del aludido texto de Fern‡n PŽrez de Ayala se conserva, de hecho, en este fondo, y ha sido posible rastrear otros manuscritos vinculados a aquŽl en la Bibliothque Nationale de France, en la Biblioteca Nacional de Madrid, en la del Escorial y en el antiguo archivo monacal de Quejana, algunos con informaci—n geneal—gica inŽdita que remite al siglo XIII, sino antes[66].
Ciertamente, no conocemos la extensi—n de la literatura geneal—gica peninsular, apenas intuimos su entorno de producci—n y difusi—n, y tampoco hemos dado explicaci—n a los silencios navarro y aragonŽs. Sin embargo, con cada nuevo texto recuperado, con cada nuevo indicio confirmado, extraemos la sensaci—n de que la excepcionalidad de estos textos debe ser puesta en entredicho. Yo mismo me he sentido muy tentado por esta perspectiva, que despuŽs tratarŽ de matizar, y que posiblemente tiene su fundamento en el hecho de que buena parte de estos materiales tienen un autor conocido o atribuido, o remitan a grandes casas nobiliarias.
M‡s all‡ del problema de la autor’a, muy complejo de abordar sin adoptar el punto de vista del ÒnativoÓ, est‡ la cuesti—n del contexto de producci—n que, en todos los casos, remite al entorno m‡s inmediato de destacados personajes de la nobleza, l’deres de sus respectivos linajes. Es lo que se acredita, por ejemplo, en el caso de la inclusi—n de las narrativas de los Haro en el Livro de linhagens que Pedro de Barcelos tuvo que conocer de mano de los Lara, quienes se hab’an aupado al Se–or’o de Vizcaya en tiempos de Alfonso XI y, con seguridad, se hab’an apropiado tambiŽn del patrimonio simb—lico de la antigua casa se–orial[67].
Hoy sabemos bastante de algunas bibliotecas nobiliarias, y vamos sabiendo cada vez m‡s de sus archivos, su formaci—n, sistemas de custodia y criterios de difusi—n[68]. No entrarŽ en esto, ya que me remito a los esforzados trabajos de Miguel Calleja o Pilar Azc‡rate[69] en relaci—n precisamente a la funci—n memorial’stica de la documentaci—n nobiliaria desde la plena Edad Media. En este sentido, creo que deber‡ insistirse en el futuro en la relaci—n entre la eclosi—n de la literatura geneal—gica y el desarrollo de los archivos de la nobleza.
TambiŽn creo que deber’a insistirse en una perspectiva particularmente fŽrtil, la semi—tica-discursiva. Para el caso espec’fico de las genealog’as medievales son ineludibles -por su profundidad- los trabajos de Gabrielle Spiegel. De forma muy concreta, la profesora Spiegel ha destacado las particularidades de la escritura geneal—gica en dos aspectos fundamentales: la relaci—n entre forma y contenido[70], y la l—gica social del texto en su contexto[71]. Ambos enfoques llevan a formular la escritura geneal—gica como reflejo de los valores e intereses de una clase social. ÀComparten todos los textos aqu’ citados estos valores e intereses? O, formulado de otra forma, Àpodemos considerarlos como manifestaciones del aludido ÒmacrotextoÓ nobiliario?
Desde la perspectiva adoptada por Boelhower, tanto en un plano de estructura, como en la repetici—n de temas y motivos, podr’a explorarse ese ÒmacrotextoÓ. Los valores caballerescos, la idea de linaje, la necesidad de justificar el origen, la pulsi—n de diferenciaci—n o jerarqu’a, la din‡mica de las alianzas, incluso cierto discurso estamental, todo ello est‡ de una forma u otra reflejada en lo que hemos llamado literatura geneal—gica[72]. Sin embargo, lo anterior no se formula en tŽrminos de patr—n. Por ejemplo, los valores caballerescos tienen una manifestaci—n esencial en las biograf’as aludidas, como el Victorial o la Cr—nica del Condestable. La idea de linaje que es muy potente en los textos familiares como el de los Ayala, los Zœ–iga o los Velasco, y tambiŽn en nobiliarios como los de Pedro de Barcelos o Lope Garc’a de Salazar, es menos expresa en las biograf’as caballerescas, y mucho m‡s sutil aœn en la literatura trovadoresca. La cuesti—n de los or’genes, por mucho que sea una condici—n hasta cierto punto estructural en este tipo de escritos, se manifiesta de muy diversas maneras. De hecho, aunque sospechemos que las leyendas de origen fueron muy comunes, nos han llegado relativamente pocas por escrito[73]. La idea de jerarqu’a social sin duda est‡ presente en todos estos textos, pero tiene desarrollos muy diversos o se encuentra impl’cita. Finalmente, el discurso pol’tico al que alud’a tiene manifestaciones muy heterogŽneas: mientras en unos textos se orienta manifiestamente a la justificaci—n de una biograf’a concreta, en otros opera como argumento m‡s o menos expreso, latente o que directamente es omitido. Cierto es que, tomadas en conjunto, las narrativas geneal—gicas nobiliarias portuguesas y castellanas, particularmente entre mediados del siglo XIV y mediados de la centuria siguiente, destilan un discurso pol’tico estamental en el que el marco referencial no es el de los godos, sino el del pactismo que formula el ciclo de los Jueces de Castilla y el igualitarismo del paradigma cidiano[74].
El enfoque del ÒmacrotextoÓ es œtil en cierto nivel de an‡lisis, pero no creo que sirva en este caso m‡s all‡ de una genŽrica referencia al universo mental de la nobleza bajomedieval peninsular o, en general, europea. Nos referimos a esa l—gica social de la escritura geneal—gica que destacaba Spiegel o, si se prefiere otra perspectiva, al habitus con que Robert Folger interpreta uno de los sentidos de la obra principal de Fern‡n PŽrez de Guzm‡n[75]. Incluso en los casos en los que hay una ligaz—n estructural, como en el Libro del linaje de los Se–ores de Ayala y sus continuaciones, cada texto refleja los intereses y estrategias de cada factor. Quien lo inicia, Fern‡n PŽrez de Ayala, se esfuerza en construir un argumentario legitimador de su dinast’a frente a otras ramas de parientes que hab’an pugnado con su hermano y con Žl por el t’tulo se–orial. Por el contrario, el Canciller Ayala dedica sus esfuerzos a mostrar que la grandeza del linaje se sostiene sobre las ventajosas alianzas matrimoniales establecidas por su padre y, m‡s sutilmente, sobre la noci—n de servicio al rey. El tercer texto de la serie, elaborado hacia 1420, es m‡s neutro en ambos sentidos aunque se contagia de la propaganda antipetrista, y en el cuarto, que data de 1471 aproximadamente, volvemos a encontrar una intencionalidad contextual en la que se refuerza la legitimidad personal del Mariscal Ayala, quiz‡ porque su origen est‡ en una rama secundaria del linaje[76]. De hecho, si hay algo que caracterice la escritura geneal—gica es, precisamente, su car‡cter selectivo. Charles de La Roncire advert’a que las genealog’as condales francesas de los siglos XI y XII distan de ser exhaustivas y, lo que es m‡s interesante, hay personas o ramas familiares que son directamente escamoteadas[77]. En el caso de la literatura geneal—gica peninsular esto parece sobradamente demostrado. JosŽ Mattoso se–alaba, por ejemplo, en relaci—n a los insertos narrativos Ðcomo las leyendas de fundaci—n-, que Žstos deb’an ser interpretados en tŽrminos de Òapropiaci—nÓ por cuanto cumplen, entre otras, la funci—n de prestigiar a un linaje, pero tambiŽn la de desprestigiar al oponente[78].
En conclusi—n, el enfoque del ÒmacrotextoÓ, tal y como se ha formulado no es viable porque la nobleza bajomedieval no existe como un ente uniforme, sino precisamente se caracteriza por su diversidad y, sobre todo, por la pulsi—n jer‡rquica que implica la exclusiva particularidad de cada linaje. Esto es lo que modula, en œltima instancia, que cada texto obedezca a estrategias discursivas particulares, donde el objetivo es destacar el propio linaje en oposici—n al ajeno, aunque puedan existir nexos reticulares entre unos y otros como demanda la l—gica exog‡mica de la alianza. Adem‡s, est‡ la cuesti—n de la definici—n del propio concepto de nobleza[79] u otros afines como hidalgu’a, que est‡n lejos de tener un sentido un’voco[80]. En este sentido, la idea de un ÒmacrotextoÓ nobiliario quiz‡ sea m‡s fŽrtil si se formula en tŽrminos de Òpluralidad de hebras macronarrativasÓ, en expresi—n de Donald Maddox[81].
Sea como fuere, asistimos en la baja Edad Media a una activaci—n de la memoria geneal—gica de la nobleza peninsular, aunque ni de lejos comparable a lo que conocemos para la Edad Moderna. En el tr‡nsito de una era a otra Ðsi es que tal cosa existe- asistimos a una reformulaci—n de dicha memoria que alcanzar‡ cotas de mitoman’a, ya presente en un autor tan particular como Lope Garc’a de Salazar. M‡s all‡ de esta cuesti—n, tengo la sensaci—n de que la memoria geneal—gica en la Edad Moderna se construye con una misma sintaxis excluyente, aunque en relaci—n a un contexto diferente donde la principal novedad es el valor dado al hecho escrito. Lo podemos ver, por ejemplo, en un elemento paratextual como es la representaci—n de la genealog’a en forma de ‡rbol, marginal en los nobiliarios medievales, pero de uso creciente desde el siglo XVI. El valor did‡ctico del ‡rbol geneal—gico, junto al escudo familiar, adquiere su sentido en los memoriales y pleitos de hidalgu’a, no antes[82]. Como digo, la l—gica de la escritura geneal—gica se–alada por Spiegel se mantiene, pero ahora se somete al escrutinio de toda una sociedad organizada bajo los par‡metros del Estado Moderno.
* Art’culo recibido el 6 de agosto de 2015. Aceptado el 1 de abril de 2016.
[1] Este trabajo forma parte de los resultados del proyecto de investigaci—n HAR2013-44093-P De la lucha de bandos a la hidalgu’a universal. Transformaciones sociales, pol’ticas e ideol—gicas en el Pa’s Vasco (siglos XIV-XVI) del Ministerio de Econom’a y Competitividad del Gobierno de Espa–a, y de los trabajos del Grupo Consolidado Sociedad, Poder y Cultura del Gobierno Vasco IT-600-13.
[2] Georges DUBY, ÒStructures de parentŽ et noblesse dans la France du Nord aux XIe et XIIe siclesÓ en Miscellanea mediaevalia in memoriam Jan Frederik Niermeyer, Groningen, Wolters, 1967, pp. 149-165; posteriormente matizado por Žl mismo, retrasando dicha Òmutaci—nÓ, en ÒLignage, noblesse et chevalerie au XIIe sicle dans la rŽgion m‰connaise. Une rŽvisionÓ, en Annales. ƒconomies, SociŽtŽs, Civilisations, 27, 1972, pp. 803-823. Una perspectiva historiogr‡fica sobre esta cuesti—n en Joseph MORSEL, ÒLe mŽdiŽviste, le lignage et l«effet de rŽel. La construction du Geschlecht par lÕarchive en Haute-Allemagne ˆ partir de la fin du Moyen ågeÓ, en Revue de Synthse, 125/1, 2004, pp. 83-110.
[3] Georges DUBY, ÒRemarques sur la littŽrature gŽne‡logique en France aux XIe et XIIe siclesÓ, en Hommes et structures au Moyen åge, Par’s, Flammarion, 1973, pp. 287-298, publicado originalmente en Comptes rendus des sŽances de l'AcadŽmie des Inscriptions et Belles-Lettres, 111/2, 1967, pp. 335-345. Poco despuŽs publicaba LŽopold GƒNICOT un trabajo muy incompleto pero el œnico con vocaci—n de s’ntesis -que yo conozca- hasta la fecha: Les gŽnŽalogies (Typologie des sources du Moyen åge Occidental), Turnhout, Brepols, 1975.
[4] Marc BLOCH, La Sociedad Feudal, Madrid, Akal, 1986, p. 111 ss.
[5] Isabel BECEIRO PITA, ÒEl uso de los ancestros por la aristocracia castellana: el caso de los AyalaÓ, en Revista de Dialectolog’a y Tradiciones Populares, 50/2, 1995, p. 57.
[6] As’ lo defiende Jaime de SALAZAR Y ACHA (Manual de genealog’a espa–ola, Madrid, CSIC, 2008, p. 21). Sobre la transmisi—n y reescritura de las Genealog’as de Roda, en relaci—n a lo que aqu’ se aborda, vŽase Francisco BAUTISTA, ÒGenealog’a y leyenda: el surgimiento de los reinos de Castilla y Arag—nÓ, en e-Spania. Revue Žlectronique d'Žtudes hispaniques mŽdiŽvales [en l’nea], 7, 2009. Disponible en: http://e-spania.revues.org/index18086.html. Para la edici—n del Ordo numerum regum Pampilonensium remito a: JosŽ Mar’a LACARRA, ÒTextos navarros del C—dice de RodaÓ, en Estudios de Edad Media de la Corona de Arag—n I, 1945, pp. 193-283.
[7] Josep Mar’a SALRACH, ÒMichel Zimmermann, ƒcrire et lire en CatalogneÓ, MŽlanges de la Casa de Vel‡zquez, 35/1, 2005, p. 284. Para la obra de Mir— Bonfill, remito al monumental estudio de Michel ZIMMERMANN, ƒcrire et lire en Catalogne: IXe-XIIesicle, Madrid, Casa de Vel‡zquez, 2003, 2 vols.
[8] JosŽ Enrique RUIZ-DOMéNEC, La memoria de los feudales, Barcelona, Humanitas, 1984.
[9] Georges MARTIN, Les Juges de Castille. MentalitŽs et discours historique dans l'Espagne mŽdiŽvale, Par’s, Klincksieck, 1992.
[10] VŽanse al respecto dos art’culos de Lu’s KRUS: ÒUna variante peninsular del mito de Melusina: el origen de los Haro en el Livro de linhagens del Conde de BarcelosÓ, y ÒLa muerte de las hadas: la leyenda geneal—gica e la Dama del Pie de CabraÓ, ambos reeditados en A. Dacosta, J. R. Prieto y J. R. D’az de Durana (eds), La conciencia de los antepasados. La construcci—n de la memoria de la nobleza en la Baja Edad Media, Madrid, S’lex, 2014, pp. 17-42 y 43-86, respectivamente.
[11] Maria CORTI, Principi della comunicaziione letterraria, Mil‡n, Bompiani, 1979, en particular, p. 33.
[12] William BOELHOWER, ÒThe Brave New World of Immigrant AutobiographyÓ, en MELUS: Multi-Ethnic Literature of the United States, 9/2, 1982, pp. 5-23.
[13] Les Juges de Castille [É], op. cit., p. 44.
[14] Isabel BECEIRO PITA, ÒEl escrito, la palabra y el gesto en las tomas de posesi—n se–orialesÓ, en Studia historica. Historia medieval, 12, 1994, p. 53-82.
[15] Faustino MENƒNDEZ PIDAL DE NAVASCUƒS, Los emblemas her‡ldicos. Una interpretaci—n hist—rica, Madrid, Real Academia de la Historia, 1993, p. 47-66; y Eduardo PARDO DE GUEVARA, ÒLa aparici—n y primer desarrollo de los emblemas her‡ldicos en Galicia. Noticias, testimonios y comentariosÓ, en De linajes, parentelas y grupos de poder. Aportaciones a la historia social de la nobleza bajomedieval gallega, Madrid, Fundaci—n Cultural de la Nobleza Espa–ola, 2012, pp. 95-120.
[16] Incluso recorre el camino inverso, de la her‡ldica al relato, como ocurre con el linaje de De la Cueva (Concepci—n QUINTANILLA y Pilar CARCERLLER, ÒLa construcci—n de la memoria de las grandes casas nobles en la Corona de Castilla. El Marquesado de Priego y el Ducado de AlburquerqueÓ, en Dacosta, Prieto y D’az de Durana (eds), La conciencia de los antepasados [É], op. cit., p. 298 ss.
[17] Eduardo PARDO DE GUEVARA, ÒIdentidad y memoria geneal—gica. Una aportaci—n al estudio de la antroponimia medieval gallegaÓ, en Anuario De Estudios Medievales, 39/1, 2009, pp. 27-45.
[18] Arsenio DACOSTA, ÒEstructura, uso y funciones del nombre en la Baja Edad Media: el ejemplo de los hidalgos vizca’nosÓ, en Vasconia, 31, 2001, pp. 91-112.
[19] En la construcci—n de las primeras memorias geneal—gicas francesas Howard BLOCH detecta una relaci—n directa con la idea de solar Ðo castillo- familiar (Etymologies and Genealogies: A Literary Anthropology of the French Middle Ages, Chicago, Chicago University Press, 1983, p. 80).
[20] InŽs CALDERîN MEDINA, ÒLa antroponimia de la nobleza leonesa plenomedieval. Un elemento de construcci—n de identidad y memoria nobiliariaÓ, en Miscel‡nea Medieval Murciana, 35, 2011, pp. 67-88.
[21] Isabel BECEIRO PITA, ÒLa memoria y el discurso de la nobleza en los relatos geneal—gicos castellanos (1370-1540)Ó, en Dacosta, Prieto y D’az de Durana (eds), La conciencia de los antepasados [É], op. cit., pp. 121-122.
[22] Isabel CALDERîN MEDINA, ÒEl impulso nobiliario a la expansi—n del C’ster en el Reino de Le—n. La parentela de Ponce de Cabrera en los monasterios de Santa Mar’a de Moreruela y San Esteban de NogalesÓ, en Medievalismo, 18, 2008, p. 364 ss.
[23] JosŽ MATTOSO (ed), Livro de linhagens do Conde D. Pedro. Edi‹o cr’tica, Lisboa, Academia das Cincias (Portugaliae Monumenta Historica, Nova SŽrie), 1980, 2 vols. Aparte de varios estudios de este autor o de Lu’s Krus, entre otros, para lo que nos ocupa, remitimos a Juan Salvador PAREDES Nò„EZ, Las narraciones de los Çlivros de linhagens", Granada, Universidad de Granada, 1995.
[24] Jaume AURELL ha planteado una duda respecto de la naturaleza de esta Òanomal’aÓ en ÒMemoria din‡stica y mitos fundadores: la construcci—n social del pasado en la Edad MediaÓ, en Dacosta, Prieto y D’az de Durana (eds), La conciencia de los antepasados [É], op. cit., p. 334.
[25] BECEIRO PITA, ÒLa memoria y el discurso de la noblezaÉÓ, en Dacosta, Prieto y D’az de Durana (eds), La conciencia de los antepasados [É], op. cit., p. 122 ss.
[26] DUBY, ÒRemarques sur la littŽrature gŽne‡logique [É]Ó, op. cit., pp. 287-298. Un resumen en BECEIRO PITA, ÒEl uso de los ancestros [É]Ó, op. cit., pp. 57-58.
[27] Carlos HEUSCH, ÒLa pluma al servicio del linajeÈ, e-Spania. Revue Žlectronique d'Žtudes hispaniques mŽdiŽvales [en l’nea], 11, 2011, ♯ 2. Disponible en: http://e-spania.revues.org/20313. Por su parte, JosŽ Enrique RUIZ-DOMéNEC situaba situando la decadencia del gŽnero geneal—gico en Francia en el siglo XIII en estos tŽrminos: Òno fue en el terreno de estas narraciones donde la re-presentaci—n de la memoria alcanz— su plenitud creativa, sino en ese campo, nuevo, pero de diversi—n, de la novela en prosaÓ (La memoria de los feudales [É], op. cit., p. 239).
[28] Para lo que sigue remito a Francisco BAUTISTA, ÒOriginal, versiones e influencia del Liber regum: estudio textual y propuesta de stemmaÓ, e-Spania. Revue Žlectronique d'Žtudes hispaniques mŽdiŽvales, 9, 2010. Disponible en: http://e-spania.revues.org/19884.
[29] Ib’dem.
[30] Arsenio DACOSTA, ÒHŽroes fundadores en la construcci—n de los mitos pol’ticos cristianos en la Alta Edad Media hispanaÓ, en MŽdiŽvales. Les mythes fondateurs de I'Europe, Amiens, UniversitŽ de Picardie-Jules Verne, 2012, p. 24.
[31] La primera redacci—n de este texto data de entre 1180 y 1184 (Jaume AURELL, Authoring the Past. History, Autobiography, and Politics in Medieval Catalonia, Chicago, The University of Chicago Press, 2012, p. 23). VŽase tambiŽn: Stefano Maria CINGOLANI, ÒÇSeguir les vest’gies dels antecessorsÈ. Llinatge, reialesa i historiografia a Catalunya des de Ramon Berenguer IV a Pere II (1131-1285)Ó, en Anuario de Estudios Medievales, 36/1, 2006, pp. 201-240.
[32] Para el caso castellano, Francisco BAUTISTA ha revelado recientemente Ðahondando en las conjeturas de Cirot y Diego Catal‡n- la inclusi—n de narrativas nobiliarias en la historiograf’a alfons’ y postalfons’ (ÒNarrativas nobiliarias en la historiograf’a alfons’ y postalfons’Ó. En DACOSTA, PRIETO LASA Y DêAZ DE DURANA (eds), La conciencia de los antepasados [É], op. cit., p. 87-118).
[33] Carlos MOTA PLACENCIA, ÒEl linaje de Garcia Mendiz dÕEixoÓ, en E. Lacarra (dir), Amor, escarnio y linaje en la literatura gallego-portuguesa, Bilbao, Universidad del País Vasco, 2002, pp. 99-126.
[34] Bernardo VASCONCELOS E SOUSA, ÒLinhagem e identidade social na nobreza medieval portuguesa (sŽculos XIII-XIV)Ó, en Hispania. Revista Espa–ola de Historia, LXVII/227, 2007, pp. 881-898.
[35] Para esta cuesti—n remito a JosŽ MATTOSO, ÒLa littŽrature gŽnŽalogique et la culture de la noblesse au Portugal (XIIIe-XIVe sicles)Ó, en Bulletin des ƒtudes Portugaises et BrŽsiliennes, 44-45, 1983-1985, pp. 73-92; y Lu’s KRUS, A Concep‹o Nobili‡rquica no Espao IbŽrico: Geografia dos Livros de Linhagens Medievais Portugueses, 1280-1380, Lisboa, Funda‹o Calouste Gulbenkian, 1994, p. 115 ss.
[36] La bibliograf’a sobre este periodo es de enorme calidad y pr‡cticamente inabarcable. VŽanse algunos planteamientos generales en: Jaime CONTRERAS, ÒLinaje y cambio social: la manipulaci—n de la memoriaÓ, en Historia Social, 21, 1995, pp. 105-124; Miguel çngel LADERO QUESADA, ÒNo curemos de linaje ni haza–as viejasÉ Diego Hern‡ndez de Mendoza y su visi—n hidalga de Castilla en tiempo de los Reyes Cat—licosÓ, en Bolet’n de la Real Academia de la Historia, 198, 2001, pp. 205-314; y Eduardo PARDO DE GUEVARA, ÒLa materia geneal—gica en la literatura hist—rica medieval. La conformaci—n de un gŽnero hist—ricoÓ, en De linajes, parentelas y grupos de poder [É], op. cit., p. 26 ss.
[37] Mart’n DE RIQUER, Herˆldica catalana: des l«any 1150 al 1550, Barcelona: Cremˆ, 1983. Para el caso castellano, vŽanse: Mart’n DE RIQUER, Her‡ldica castellana en tiempos de los Reyes Cat—licos, Barcelona: Cremˆ, 1986; y JosŽ Manuel NIETO SORIA, ÒConflicto pol’tico e invenci—n hist—rica en algunos libros de blas—n castellanos en tiempos de los Reyes Cat—licosÓ, en Cahiers de linguistique hispanique mŽdiŽvale, 29, 2006, pp. 301-316.
[38] As’ lo demuestra Jaume AURELL cuando desvela la determinante influencia del contexto en la redacci—n de la Gesta Comitum Barcinonensium y del Llibre dels Fets (ÒFrom Genealogies to Chronicles: the power of the form in medieval catal‡n historiographyÓ, en Viator, 36, 2005, pp. 235-264).
[39] Para el caso portuguŽs Juan PAREDES Nò„EZ insiste en lo ya se–alado sobre la reivindicaci—n estamental de la nobleza contrast‡ndolo con la Òdecadencia del gŽnero en la Žpoca en el resto de EuropaÓ (ÒComparativismo e interdisciplinariedad. En torno a los nobiliarios medievales portuguesesÓ, en Filolog’a Rom‡nica, 8, 1991, p. 173). Estamos expresado nuestras dudas sobre tal argumento, es decir, creemos que las genealog’as nobiliarias cumplen esta funci—n vindicativa Ðparticular o estamental- en todos los contextos pol’ticos, y creo haberlo argumentado suficientemente en otro trabajo comparando el caso castellano y el portuguŽs (Arsenio DACOSTA, ÒDe la conciencia del linaje a la defensa estamental. Acerca de algunas narrativas nobiliarias vascasÓ, Medievalista [en l’nea]. 8, 2010. Disponible en: http://www2.fcsh.unl.pt/iem/medievalista/MEDIEVALISTA8/dacosta8007.html). As’ se deduce tambiŽn, algunos siglos antes, entre la aristocracia franca la cual, en sus textos geneal—gicos, reclama expresamente Òa place in a shared pastÓ, en palabras de Ian WOOD (ÒGenealogy defined by women. The case of the PipinidsÓ, en L. Brubaker y J. Smith (eds), Gender in the Early Medieval World. East and West. 300-900, Cambridge, Cambridge Univ. Press, 2004, pp. 234-236; citado por Helmut REIMITZ, ÒThe social logic of historiographical compendia in the Carolingian periodÓ, en O. KANO (ed), HermŽneutique du texte d'histoire, Nagoya University, 2012, p. 23. Disponible en: http://www.gcoe.lit.nagoya-u.ac.jp/eng/result/pdf/157-170_REIMITZ.pdf).
[40] ÒEl factor geneal—gico: posibilidades y l’mites de la documentaci—n de archivo para la elaboraci—n de historias familiaresÓ, en Emblemata, 16, 2010, p. 128. Esta hip—tesis sobre la Òsociedad de fronteraÓ es tambiŽn valorada por Isabel BECEIRO en relaci—n al retraso de la literatura geneal—gica castellana (ÒLa memoria y el discurso de la nobleza [É]Ó, op. cit., p. 132 ss).
[41] Arsenio DACOSTA, "De la anomal’a a lo extraordinario: nobleza, linaje y escritura geneal—gica en Castilla (siglos XIII-XIV)", en Hispania. Revista Espa–ola de Historia, 75/251, p. 617-640.
[42] La cuesti—n no est‡ muy lejos de donde la dej— Jack Goody, problematizada, precisamente a partir de las obras de Duby, Guichard y otros medievalistas franceses (La evoluci—n de la familia y del matrimonio en Europa, Barcelona, Herder, 1986, apŽndice 1, p. 227 ss).
[43] Para este caso, vŽase Arsenio DACOSTA, El ÇLibro del linaje de los se–ores de AyalaÈ y otros textos geneal—gicos. Materiales para el estudio de la conciencia del linaje en la Baja Edad Media, Bilbao, Universidad del Pa’s Vasco, 2007, p. 59 ss.
[44] Fern‡n PƒREZ DE AYALA, Libro del linaje de los se–ores de Ayala [É], op. cit., p. 143.
[45] Fern‡n PƒREZ DE GUZMçN, Generaciones y semblanzas. Jesœs Dom’nguez Bordona (ed), Madrid, Espasa-Calpe, 1965, p. 37.
[46] Hallamos expresiones similares en los pr—logos de las Memorias de algunos linajes de Juan de Mena (1448), del Libro de las buenas andanas e fortunas de Lope Garc’a de Salazar o del Origen de la Ylustrisima Casa de Velasco de Pedro Fern‡ndez de Velasco. Se analizan en conjunto en Arsenio DACOSTA, ÒLa memoria de los antepasados: los relatos nobiliarios de origen en la Pen’nsula IbŽricaÓ, en Discurso, memoria y representaci—n. La nobleza peninsular en la Baja Edad Media. XLV Semana de Estudios Medievales. Estella, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2016, pp. 283-314.
[47] Mar’a Jesœs LACARRA, ÒGŽnero y recepci—n de las Memorias de Leonor L—pez de C—rdoba (1362/1363-1430)Ó, en A. L—pez y L. Cuesta (eds), Actas del XI Congreso Internacional de la AHLM (Le—n, septiembre 2005). Tomo II, Le—n, Universidad de Le—n, 2007, pp. 731-741.
[48] JosŽ Mar’a MONSALVO, ÒEn torno al Triunfo Raimundino. Consideraciones sobre el imaginario nobiliario en la Salamanca de 1500Ó, Anales de Historia Antigua, Medieval y Moderna, 46 (2013). Disponible en: http://www.filo.uba.ar/contenidos/investigacion/institutos/historiaantiguaymedieval/anales.htm.
[49] Publicadas en Juan de Mena. Obra completa, çngel GîMEZ MORENO y Teresa JIMƒNEZ CALVENTE (eds), Madrid, Turner, 1994, pp. 601-609.
[50] Una nueva edici—n completa de esta obra, a cargo de Consuelo VILLACORTA MACHO, acaba de ser publicada (Bilbao, Universidad del Pa’s Vasco, 2015).
[51] Editada por Sabino AGUIRRE GANDARIAS en Las dos primeras cr—nicas de Vizcaya. Estudios, textos cr’ticos y apŽndices, Bilbao, Caja de Ahorros Vizca’na, 1986, pp. 15-32.
[52] Publicada por primera vez bajo el t’tulo Histories e conquestas de Cathalunya por Johan Rosembach en Barcelona en 1495.
[53] Joan IBORRA, ÒDe la cr—nica dinˆstica a la intervenci— aristocrˆtica. Fonts orals i escritas de les 'Histories e conquestes' de Pere TomicÓ, en Recerques: hist˜ria, economia, cultura, 40, 2000, pp. 15-39.
[54] El motivo ya est‡ en el ciclo legendario de los Se–ores de Vizcaya, y tambiŽn en el Libro del linaje de los Se–ores de Ayala. Lope Garc’a de Salazar atribuye un curioso origen g—tico Ðde godos llegados por mar a Santo–a despuŽs de la PŽrdida de Espa–a- a un buen nœmero de linajes cant‡bricos, mientras que el extrapeninsular est‡ circunscrito a las leyendas familiares particulares. Un an‡lisis pormenorizado de estos motivos en: DACOSTA, ÒDe la conciencia del linaje [É]Ó, op. cit., y, del mismo, ÒLa memoria de los antepasados [É]Ó, op. cit.
[55] Arsenio DACOSTA (ed), El ÇLibro del linaje de los Se–ores de AyalaÈ [É], op. cit.
[56] Pedro CçTEDRA (ed), La ÇHistoria de la Casa de Zœ–igaÈ, otrora atribuida a mosŽn Diego de Valera, Salamanca, SEMyR, 2003.
[57] Armando PETRUCCI, Il libro di ricordanze dei Corsini (1362-1457), Roma, Istituto Storico Italiano per il Medio Evo, 1965.
[58] Juan DE MENA, Memorias de algunos linajes [É], op. cit., p. 605. En una bœsqueda preliminar no he podido identificar al tal Pedro de Bustos.
[59] Ib’dem, p. 606, refiriŽndose a los Vargas.
[60] Ib’dem, p. 607, en alusi—n a los Segovias.
[61] Lope GARCêA DE SALAZAR, Cr—nica de Vizcaya, p. 35.
[62] Miguel çngel LADERO QUESADA, ÒUna biograf’a caballeresca del siglo XV: ÔLa Coronica del yllustre y muy magnifico cauallero don Alonso Perez de Guzman el BuenoÕÓ, en En la Espa–a Medieval, 22, 1999, pp. 247-283, en especial, p. 248; y Juan Luis CARRIAZO RUBIO, ÒLa cr—nica de San Isidoro del Campo, primera historia de Guzm‡n el BuenoÓ, en Dacosta, Prieto Lasa y D’az de Durana (eds), La conciencia de los antepasados [É], op. cit., pp. 237-270, en especial, p. 242 ss.
[63] JosŽ Ram—n PRIETO LASA, Las leyendas de los Se–ores de Vizcaya y la tradici—n melusiniana, Madrid, Seminario MenŽndez Pidal, 1995, p. 140, al menos en el manuscrito de la Biblioteca del Escorial.
[64] Para lo primero, vŽanse las referencias en nota 60. Para lo segundo, Juan Luis CARRIAZO RUBIO, La memoria del linaje. Los Ponce de Le—n y sus antepasados a fines de la Edad Media, Sevilla, Universidad de Sevilla y Ayuntamiento de Marchena, 2002.
[65] Editora del Origen de la Ilustr’sima Casa de Velasco por D. Pedro Fernandez de Velasco, Condestable de Castilla, Duque de Frias, Conde de Haro, Camarero mayor de sus magestades y su Justiia mayor en Castilla la Vieja. Disponible en: http://www.creloc.net/proyecto/index.htm.
[66] Arsenio DACOSTA y JosŽ çngel LEMA, ÒDel documento al archivo: estrategias de edici—n en la reconstrucci—n de una historia del siglo XIVÓ, en Miguel Anxo Pena e Inmaculada Delgado (eds), A quinientos a–os de la Pol’glota: el proyecto human’stico de Cisneros. Fuentes documentales y l’neas de investigaci—n, Salamanca, Universidad Pontificia, 2015, pp. 287-305.
[67] Sobre esta cuesti—n vŽase KRUS, ÒLa muerte de las hadas [É]Ó, op. cit., p. 67 ss.
[68] Este ha sido el objetivo del proyecto ARCHIFAM (Lesarchives de famille: formes, histoires et sens dÕune gense (PŽninsule IbŽrique, XIVe-XVIIe sicle) en el que hemos tenido el privilegio de participar entre 2013 y 2015, y que ha coordinado desde la Casa de Vel‡zquez a varios grupos de investigaci—n de las universidades Nova de Lisboa, del Pa’s Vasco, de Girona, Pœblica de Navarra y de Pau et des Pays de lÕAdour.
[69] Pilar AZCçRATE et alii, ÒVolver a nacer: historia e identidad en los monasterios de Arlanza, San Mill‡n y Silos (siglos XII-XIII)Ó, en Cahiers d'Žtudes hispaniques medievales, 29, 2006, pp. 359-394.
[70] ÒGenealogy: form and function in medieval historical narrativeÓ, en History and Theory, 22, 1975, pp. 314-325; reeditado en The past as text: the theory and practice of medieval historiography, Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1997, pp. 99-110.
[71] ÒHistory, historicism, and the social logic of the text in the Middle AgesÓ, en Speculum: A Journal of Medieval Studies, 65, 1990, pp. 59-86.
[72] Isabel BECEIRO propone algunos temas recurrentes m‡s como Òel valor guerreroÓ, Òla colonizaci—n del territorioÓ o Òla justiciaÓ (ÒLa memoria y el discurso de la nobleza [É]Ó, op. cit., p. 132 ss).
[73] En un trabajo reciente he podido analizar cuarenta de estos relatos de origen Ðmuchas de ellas apenas esbozadas narrativamente- para otros tantos linajes de Portugal, Le—n y Castilla, a partir de las obras citadas. VŽase DACOSTA, ÒLa memoria de los antepasados: los relatos nobiliarios de origen [É], op. cit.
[74] Ib’dem.
[75] Generaciones y semblanzas: Memory and Genealogy in Medieval Iberian Historiography, TŸbingen, Gunter Narr, 2003, p. 88.
[76] Un an‡lisis in extenso en DACOSTA, El ÇLibro del linaje de los Se–ores de AyalaÈ [É], op. cit., en especial, p. 103 ss, y, del mismo, ÒMecanismos y articulaciones discursivas en la construcci—n de la memoria geneal—gica: el caso de los AyalaÓ, en Dacosta, Prieto y D’az de Durana (eds), La conciencia de los antepasados [É], op. cit., pp. 145-173.
[77] Charles DE LA RONCIéRE, ÒDe la mŽmoire vŽcue ˆ la tradition, perception et enregistrement du passŽÓ, en Actes des congrs de la SociŽtŽ des historiens mŽdiŽvistes de l'enseignement supŽrieur public. 13e Congrs. Temps, mŽmoire, tradition au Moyen-åge, Aix-en-Provence, UniversitŽ de Provence, 1982, p. 277.
[78] JosŽ MATTOSO vincula as’ estos insertos con las contempor‡neas cantigas de escarnio (Narrativas dos Livros de Linhagens, selec‹o, introdu‹o e comentarios, Lisboa, Casa da Moeda, 1983, pp. 12-13). Un estudio de caso reciente de la manipulaci—n linaj’stica en el Livro del Conde Pedro de Barcelos en Bernardo VASCONCELOS E SOUSA, ÒLos Pimentel y la construcci—n de una memoria linaj’sticaÓ, en Dacosta, Prieto y D’az de Durana (eds), La conciencia de los antepasados [É], op. cit., p. 175-200.
[79] Aunque no coincido plenamente con ellas, vŽanse las acotaciones terminol—gicas que ofrece Joseph Morsel, La aristocracia medieval: La dominaci—n social en Occidente (siglos V-XV), Valencia, Universitat de Valncia, 2008, p. 13-14.
[80] Una revisi—n cr’tica en JosŽ Ram—n DêAZ DE DURANA, ÒLa otra nobleza, la hidalgu’aÓ, en Discurso, memoria y representaci—n. La nobleza peninsular en la Baja Edad Media. XLV Semana de Estudios Medievales, Estella, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2016, pp. 333-376
[81] ÒNotes Toward a More Comprehensive Approach to Medieval Literary CyclesÓ, en B. Besamusca et alli (eds), Cyclification: the Development of Narrative Cycles in the Chansons de Geste and the Arthurian Romances, Amsterdam, Norh Holland, 1994, p. 106.
[82] Sobre el desarrollo gr‡fico de la imaginaci—n geneal—gica, especialmente a partir del Renacimiento, vŽase Christiane KLAPISCH-ZUBER, L'ombre des anctres. Essai sur l'imaginaire mŽdiŽval de la parentŽ, Par’s, Fayard, 2000, p. 321-339. Los precedentes medievales, desde el 1200 aproximadamente, se ocupan de las genealog’as b’blicas y, puntualmente, de alguna regia.