Andreas BEHR, Diplomatie als Familiengeschäft. Die Casati als spanisch-mailändische Gesandte in Luzern und Chur (1660 – 1700), Zürich, Chronos Verlag, 2015, 383 pp.

 

 

Enrique Corredera Nilsson

 

 

El estudio y análisis del funcionamiento de la Monarquía Hispánica en tiempo de Carlos II, tema que tradicionalmente no ha despertado el interés de los historiadores, comienza a ser objeto de creciente atención y no sin razón. Está ya fuera de dudas que la visión de la Monarquía Hispánica en este periodo como una entidad inhábil y por completo dependiente de los intereses e iniciativas de terceras potencias no es correcta, pero se desconoce aún en buena medida cuáles fueron las prácticas y mecanismos que permitieron al conglomerado hispano mantenerse como un actor relevante en Europa hasta el final del siglo XVII.

 

Diplomatie als Familiengeschäft. Die Casati als spanisch-mailändische Gesandte in Luzern und Chur (1660 – 1700) (trad. Diplomacia como negocio familiar. Los Casati como enviados hispano-milaneses en Lucerna y Coira) forma parte de este proceso de “redescubrimiento” de la situación de la Monarquía Hispánica durante la segunda mitad del siglo XVII. El libro, una versión reducida y corregida de la tesis doctoral defendida por Andreas Behr en 2013 en la Universidad de Friburgo en Suiza, está organizado en dos grandes partes en las cuales se estudia a los miembros de la familia patricia milanesa Casati como representantes hispano-milaneses en Suiza. El cuasi monopolio de la representación permanente ante los suizos por parte de los Casati durante el siglo XVII es -tal y como el propio autor señala (p. 11)- una anomalía en el sistema hispánico, mas resulta ilustrativo, pues permite profundizar en el conocimiento y mejor comprensión de tres temas concretos: Primero, en la organización y funcionamiento internos de la Monarquía Hispánica. En segundo lugar, en la praxis diplomática intraeuropea en uno de sus campos menos estudiados, el de representaciones diplomáticas de “pequeño tamaño” destacadas por una gran potencia ante autoridades cuya influencia era de carácter regional pero no por ello irrelevante. Por último, el estudio ofrece información sobre las todavía insuficientemente conocidas relaciones entre la Monarquía Hispánica y la Confederación Helvética.

 

El enfoque escogido por Behr es el de la «perspectiva centrada en los actores» (p. 13), heredera y continuadora de la perspectiva micropolítica desarrollada inicialmente por Wolfgang Reinhard en la década de 1970 y que en los últimos años ha ofrecido resultados interesantes en el estudio de las relaciones entre estados y del funcionamiento de la diplomacia en la Edad Moderna, siendo quizás Diplomatie und Patronage de Hillard von Thiessen el ejemplo de mayor interés para el lector interesado en la Monarquía Hispánica.[1] El uso de este enfoque permite al autor explicar por qué los Casati pudieron convertirse en una dinastía de representantes, al tiempo que ofrece información sobre procesos y dinámicas en las relaciones hispano-suizas que se desarrollaban en el nivel macropolítico.

El primer gran bloque de la obra (pp. 47 – 203) presenta a la familia Casati, explora su imbricación en las estructuras de servicio y gobierno de la Monarquía Hispánica y expone tanto los mecanismos como las razones que llevaron a los miembros de esta familia a apostar de manera continuada por ejercer de representantes ante la Confederación Helvética y el “Drei Bünden”, los dos cuerpos institucionales suizos con los que la monarquía de los Habsburgo ibéricos tenía relaciones desde el siglo XVI. Esta duplicidad suiza explica el que la representación se ejerciera en Lucerna y Coira, si bien los Casati pasaban buena parte del tiempo en Lucerna. Entre 1667 y 1704, con excepción del quinquenio 1681 – 1686, la representación hispano-milanesa fue ejercida por Alfonso Casati (1667 – 1681) y su hijo, Carlo Casati (1686 – 1703). Éstos no eran los primeros Casati en ejercer como representantes, dado que desde 1621 un miembro de la familia había ocupado el puesto. La decisión de retener el cargo en manos de la familia es interpretada por Behr como pieza central de la estrategia de los Casati para, una vez alcanzada la pertenencia a la elite patricia milanesa en las primeras décadas del siglo XVII, permanecer como parte de la misma, a pesar de contar en principio con una riqueza más limitada que otras familias. El puesto de representantes en Lucerna y Coira era, en términos estrictamente económicos, poco rentable, si bien era la llave para forjar y mantener redes clientelares y contactos, tanto en Suiza como en el Milanesado, que permitieran al mismo tiempo defender los intereses de la Monarquía Hispánica y del ducado de Milán y consolidar la pertenencia de los Casati a la elite regional, ya fuera milanesa o de los cantones suizos.

 

La utilidad de las redes que forjaron y de la información sobre la realidad socio-política suiza acumulada por los Casati queda demostrada, según Behr, a través de la comparación con las misiones de Giovanni Francesco Arese y Enea Crivelli, los dos hombres que sucesivamente ejercieron el cargo entre 1681 y 1686 (pp. 64 – 72). Estos dos hombres fueron nombrados para el puesto por el conde de Melgar, el único gobernador de Milán que contaba con años de experiencia en el ducado y con una red clientelar propia, no siendo por ello tan dependiente de la información que los Casati podían proporcionar (p. 72). La insistencia de Arese y Crivelli para ser relevados del puesto, en contraste con la insistencia de Carlo Casati por obtenerlo (lo llevaba solicitando desde 1681), es para Behr muestra de que, sin contar con la red de contactos que los Casati habían forjado durante décadas, era ciertamente costoso y complicado ejercer influencia sobre las diferentes elites locales suizas.

 

Una vez examinado el uso del cargo de residente como parte de la estrategia familiar de los Casati, Behr investiga en la segunda parte de la obra (pp. 205 – 318) la actividad diplomática de Alfonso y Carlo Casati. En este bloque es donde el enfoque micropolítico resulta particularmente interesante, pues pone el foco no sólo sobre el alcance y limitaciones de la actuación de los Casati, sino que además expone un asunto habitualmente poco tratado cuando se estudian las relaciones exteriores de la Monarquía Hispánica, la participación activa en las mismas de gobiernos territoriales como, en este caso, el del Milanesado. Si bien dentro del conjunto de relaciones exteriores de la Monarquía Hispánica los suizos ocupaban una posición secundaria, lo cierto es que Suiza jugaba un papel relevante como vía de conexión entre el ducado de Milán y el Franco Condado (hasta 1679), así como barrera de protección ante posibles ambiciones francesas sobre la Lombardía. Este hecho, expuesto por Behr ya en la introducción (p. 24), se traducía a nivel micropolítico en la financiación de parte de los costes de las misiones de los Casati por el gobierno milanés, así como en su presencia activa en la toma de decisiones.

 

Las relaciones de tipo clientelar comentadas en la primera parte como clave para mantener a los Casati en la elite aparecen en este caso como vías a través de las cuales discurría la praxis diplomática y la constitución de un “partido español” en Suiza (p. 210). Dentro de este sistema de relaciones interpersonales, el pago de pensiones es visto como una herramienta fundamental (p. 216), si bien las pensiones fijas pagadas a territorios o cargos concretos proporcionaban poca capacidad de influencia, siendo en cambio las “pensiones particulares”, en manos de los residentes y no de Milán o Madrid, las que daban mayor juego para atraer agentes (p. 218). La importancia otorgada por Behr a las redes y a la influencia a través del pago de pensiones le lleva a realizar interesantes, si bien algo breves, disquisiciones sobre la vinculación y diferencias entre los conceptos de corrupción, clientelismo y patrocinio, así como sobre la naturaleza de las redes y el cambiante papel de los individuos, que solían ser patrones o clientes dependiendo de la situación (pp. 250-260).

 

Por lo que a las limitaciones respecta (pp. 261 – 318), Behr identifica tres como centrales: la diferencia confesional, la ineficiencia administrativa hispánica y el realismo imperante entre los suizos a la hora de confrontar las relaciones con poderes extranjeros. La diferencia confesional era motivo de desconfianza no para los Casati -que ejercieron en diversas ocasiones de mediadores entre cantones de distinta confesión (p. 277)- sino para el Consejo de Estado en Madrid, que recelaba de los cantones reformados, dificultando con ello un acercamiento a los mismos (p. 273). La ineficiencia administrativa era causada por la excesiva complejidad y falta de claridad en la estructura organizativa hispánica. Los Casati negociaban sobre el terreno, pero su contacto interno con los centros de poder y decisión hispánicos rara vez era directo y circulaba a través del gobernador de Milán, quien tenía la comunicación corriente con Madrid, Bruselas o el embajador en Viena. Al mismo tiempo, los asuntos de Suiza que llegaban a Madrid lo podían hacer a la Secretaría de Flandes o a la de Italia, pues ambas se encargaban del espacio suizo, lo que complicaba aún más la situación. Así mismo, Behr apunta (pp. 314 – 316) cómo la incapacidad de Madrid (y más concretamente de la reina regente) para ejercer de centro coordinador y de decisión última se traducía en una política errática con respecto a los suizos que, a su juicio -y al de más de un contemporáneo de los Casati- se encontraba entre las razones que explicaban la pérdida del Franco Condado. Por último, Behr reconoce a los suizos como actores activos e indica que, con independencia de los esfuerzos por parte de potencias extranjeras por influir en la política suiza, el fin último de los suizos era mantener un equilibrio de influencias entre Francia y la Monarquía Hispánica, pues era la situación que más les convenía.

 

El estudio, en su conjunto, resulta convincente en su presentación de los argumentos y resultados y, si algo le falta, es situar a los Casati dentro de un contexto más amplio de “elites intermedias” que constituían la columna vertebral del servicio de la Monarquía Hispánica, así como una explicación algo más prolija de las particularidades socio-políticas e institucionales suizas en la Edad Moderna, pues en ocasiones es complicado averiguar el por qué de las negociaciones de los Casati en uno u otro lugar, si bien queda claro que dependían de las divisiones internas en Suiza.

 

   



[1]Hillard von Thiessen: Diplomatie und Patronage: die spanisch-römischen Beziehungen 1605 - 1621 in akteurszentrierter Perspektive, Epfendorf, Bibliotheca-Academica-Verlag, 2010.



Revista semestral presente en:
Tiempos Modernos: Revista Electrónica de Historia Moderna
ISSN: 1699-7778