Una fuente para profundizar en el estudio de la Compañía de Jesús: las Historias de los Colegios
A source to go into the
study of the Society of Jesús in depth: the Histories of the Colleges
Felipe
Pizarro Alcalde
Doctorando del Departamento de
Historia Moderna, UCM
Profesor de Educación
Secundaria
Resumen: las Historias que
escribieron los numerosos colegios de la Compañía de Jesús constituyen una
fuente fundamental para acercarnos al estudio de la Orden fundada por San
Ignacio de Loyola en 1540, además de poder analizar múltiples aspectos de la
sociedad sobre la que se asientan. Desde el principio estos centros tuvieron un enorme éxito y llegaron a ser uno de los exponentes más
influyentes en el espíritu de la reforma católica. En este artículo
analizaremos los datos que nos ofrece una de ellas: la Historia del Colegio de Carmona, que comprende el periodo que va
desde 1619 hasta 1754.
Palabras
clave:
Carmona, colegio, Compañía de Jesús, jesuitas y órdenes religiosas.
Abstract: the histories that
wrote the numerous colleges of the Jesus’ Company are a fundamental source to
bring near us to the order’s research that was founded by Saint Ignacio of
Loyola in 1540, as well as to can analyze many aspects of the society where
they were settled. From the beginning, these centres had an enormous exit and
they were one of the exponents more influential in the spirit of the Catholic’s
reform. In this research, we will analyze the dates that offer us one of them:
the College Carmona’s History, that
cover from 1619 to 1754.
Key words: Carmona, college,
jesuits, Jesus’ Company and religious orders.
1. Las
fundaciones en España[1]
En 1534 Ignacio
de Loyola y sus compañeros[2] se congregaban en la colina
de Montmartre en París y pronunciaban el voto solemne de peregrinar a Jerusalén
para combatir a los infieles y consagrarse al bien de las almas. El 27 de
septiembre de 1540 Paulo III concedía la bula Regimini militantis Ecclesiae y aprobaba
el Instituto de la Compañía de Jesús[3]. Posteriormente
el fundador, ayudado por su secretario el P. Polanco, redactó una nueva
fórmula, aprobada por Julio III, después de copiarla íntegramente en su bula Exposicit debitum, de 21 de julio de
1550[4].
Esta “sociedad”,
concepto que deriva de su nombre latino (Societatis
Iesu), estaba dirigida por un superior, el “general”[5], con un duración vitalicia,
siendo designado en primer lugar Ignacio[6]. Se definió como “brazo
armado de la Contrarreforma”, a sus miembros como “caballeros de Cristo” y su
frase emblemática fue “Ad majorem Dei gloriam” (“A la mayor gloria de Dios”).
Debajo del general se situaban los provinciales y, tras éstos, los rectores de
las casas. Las condiciones de admisión eran duras, los coadjutores o hermanos
permanecían en el noviciado durante dos años y realizaban los votos del bienio;
mientras los futuros padres jesuitas o escolares sumaban, además, tres años de
estudios de humanidades, otros tres de filosofía, unas prácticas de magisterio,
que podían ser de tres años, cuatro más de teología y una tercera probación,
generalmente de un año, antes de realizar los votos perpetuos[7]. Los coadjutores
temporales, ocupados en oficios como cocinero, portero o lavandero, y
espirituales, debían emitir tres votos simples, pobreza, castidad y obediencia,
pero el cuarto de obediencia específica al Papa quedaba reservado a los
profesos, quiénes ofrecían su plena disponibilidad para ser enviados a los
lugares que estimase el Pontífice. Esta organización se estableció
definitivamente hacia 1601, durante el generalato de Claudio Aquaviva. Entre
sus objetivos se incluían la acción apostólica entre sacerdotes y seglares; la
enseñanza, con la creación de colegios y universidades; y las misiones,
principalmente en América y el Lejano Oriente, donde destacó la labor de
Francisco Javier.
La
historiografía ha reconocido a los jesuitas como uno de los movimientos
religiosos más importantes y novedosos del siglo XVI. Situado dentro del
contexto de la reforma protestante y del Concilio de Trento (1545-1563)[8], en el que participó
activamente, encarnó las inquietudes reformadoras de la Iglesia Católica. Esta
reunión se convocó con la intención de responder a los postulados de la Reforma
protestante y supuso una reorientación general de la Iglesia al definir con
precisión sus prácticas y dogmas esenciales hasta mediados del siglo XX
(Concilio Vaticano II). Tras 1563, se
establecieron las nuevas directrices, la fe se conseguía a través de la lectura
de las Sagradas Escrituras y la tradición de la Iglesia, rechazándose la libre
interpretación; se reafirmó el valor de la misa, la presencia de Cristo en la
Eucaristía, el latín para el culto y se recomendó comulgar frecuentemente,
además de señalar que para salvarse no bastaba sólo con tener fe, sino que era
necesario hacer buenas obras; se mantenían los siete sacramentos y se
reafirmaba el culto e intercesión de la Virgen y los santos; se reconocía la
autoridad del Papa, del Concilio y de la jerarquía eclesiástica y se
establecían seminarios para la formación sacerdotal. Además, el Concilio
produjo una cohesión que se convirtió en un elemento esencial para la
revitalización de la Iglesia durante la Contrarreforma. Los jesuitas, con un
afán renovador y un inusitado fervor, se comprometieron en defender estos
postulados.
La Compañía de
Jesús se centró desde el primer momento en la educación de la sociedad[9]. Las directrices del
fundador no dejaban lugar a dudas, no debían permanecer en un lugar fijo, sino
que debían moverse y actuar en pro del bien común. Quizás, esta idea se
contradijo al principio con el establecimiento de los colegios. Ignacio admitió
rentas para esta empresa, ya que durante sus años de estudiante había
comprendido que mendigar no era muy compatible con
el estudio serio y constante. Las fundaciones de colegios se realizaron por todo el mundo y allí se
educaron a los futuros religiosos y a los miembros de las clases nobiliarias.
Se elaboró e implantó su conocido plan o método de estudios, la “Ratio Studiorum” (1599)[10].
Las casas de una
provincia podían ser de seis clases: residencia (para eruditos, escritores,
superiores locales o enfermos y retirados), casas de estudio (para jóvenes) y
noviciados. Además, había escuelas y colegios dedicados a la educación de los
seglares y casas de retiro espiritual, donde los seglares iban en busca de
consejo y con propósitos devotos. Los primeros
establecimientos españoles se realizaron en Alcalá de Henares (1543), Valencia
(1544) y Gandía (1545), expandiéndose rápidamente por toda la península[11]. Durante los generalatos de
Laínez, Borja y Mercuriano se continuaron estos logros y la segunda
Congregación General ordenó que cada provincia tuviese al menos una casa
profesa. En 1553 el P. Nadal dividió la provincia de España en tres: Andalucía
o Bética, Castilla y Aragón. A partir de 1574 los
establecimientos se agruparon en cuatro provincias: Aragón, Castilla, Toledo y
Andalucía[12]. Esta última era el lazo que unía las provincias americanas con las de
Europa. La Edad de Oro de la Compañía transcurrió durante los largos mandatos
de Aquaviva (1581-1615) y Vitelleschi (1615-1645). Cuando murió Ignacio de
Loyola en 1622, más de 2.000 jesuitas se encontraban trabajando en ochenta y
siete comunidades. Durante el generalato de Vitelleschi el
número de casas se acrecentó, pero el de religiosos empezó a descender. En 1616
había 2.173 jesuitas en España, pero en 1652 el número había bajado a 1.800
aproximadamente[13].
En la provincia de Andalucía se instalaron los
colegios de Córdoba (1553), Sevilla (1554), Granada (1554), Sanlúcar de
Barrameda (1554), Montilla (1558)[14], Trigueros (1562), Cádiz (1564)[15], Marchena (1567)[16], Segura de la Sierra (1569), Baeza (1569-1571), Málaga (1572) y Jerez
de la Frontera (1580). Durante el generalato del P. Aquaviva se fundaron los de
Écija (1590), Cazorla (1591), Úbeda (1592), Frenegal (1600), Guadix (1599), Osuna (1602), Antequera (1610) y
Jaén. Con Vitelleschi hallamos tres colegios nuevos: el de Carmona (1619)[17], el de Utrera (1625) y el de Morón (1626). Así se completaba la red de
colegios, ya que los jesuitas no volverían a crear otro hasta 1738, cuando se
fundó el de San Luis de Gonzaga de Motril[18].
2. La fuente:
las Historias de los Colegios
La fuente que
presentamos en este artículo son las Historias de los Colegios de los jesuitas,
escritas por los propios regulares. Estos manuscritos albergan gran cantidad de
información relativa a la sociedad, religión o cultura de la Edad Moderna en
España. Estos relatos mantienen esquemas muy parecidos, ya que seguían las
normas marcadas por los generales. El P. Aquaviva ordenó escribir historias que
clarificaran los hechos transcurridos desde su fundación. Las personas ocupadas
en esta labor fueron los rectores, padres superiores encargados de dirigir los
establecimientos, o bien fueron encomendadas por éstos a otros hermanos.
Este trabajo
analiza en profundidad una fuente concreta, la Historia del Colegio de Carmona, establecimiento que permaneció
abierto desde 1619 hasta 1767[19], aunque sin obviar otras
como las de Marchena[20] o Plasencia[21], localizadas todas en el
Archivo Provincial de Toledo de la Compañía de Jesús en Alcalá de Henares. El
colegio carmonense dejará de funcionar definitivamente tras la expulsión de los
jesuitas de España. La primera confusión se encuentra en el propio título, ya
que en el catálogo se señala que la fundación comienza a finales de agosto de 1620, cuando en
realidad los “primeros pobladores” llegaron a Carmona en 1619[22].
La copia
manuscrita encuadernada (340 x 230 mm) consta de 215 folios escritos por ambas
caras y se divide en dos partes: la primera realizada por el P. Algaba se
extiende hasta el folio 78 vuelto; la segunda, escrita por los sucesivos
rectores, llega hasta el folio 215, se inicia en 1664 y finaliza en 1754. Cada
una consta de varios capítulos, que recogen los acontecimientos más destacados
durante el trienio que cada superior gobernó. Al
comienzo de cada mandato aparece información muy valiosa del nuevo rector. Aunque el título del
documento señala como autor al P. Juan Bautista de Algaba, sabemos que no es
totalmente cierto. Este jesuita fue el 13º rector, durante 1661 y 1664, y
comenzó a escribir la Historia, de
forma retrospectiva de los primeros cuarenta y cinco años. Empleó varias
fuentes para su cometido, quejándose frecuentemente de la “falta de papeles”
disponibles, alegando que los regulares quizás se preocuparon más en el
quehacer diario de los ministerios que en dejar testimonios escritos. Se pueden
distinguir tres tipos de fuentes: los libros del colegio, los documentos del
archivo y la información oral proporcionada por los ancianos, tanto seglares
como religiosos.
La Historia del Colegio de Carmona es una
fuente conocida y citada en varios trabajos[23]. Carmona Domínguez,
archivero de la ciudad, describe el manuscrito, señalando que esta información
se la facilitó D. Julián López García, responsable del Archivo de la Provincia
Jesuita de Toledo[24]. Esta obra también se
utilizó en un breve artículo sobre la iglesia de San Teodomiro de la Compañía
de Jesús[25]. Por tanto, estamos ante la
principal fuente para conocer sobre la existencia del colegio, ya que en el
Archivo Histórico Nacional apenas existe información sobre él[26].
Esta
documentación es conocida, accesible y recomendable para iniciarse en la
investigación histórica. A pesar de todo, el conocimiento que tenemos de las
fundaciones continúa siendo parcial, ya que no existen trabajos genéricos que
conecten unos colegios con otros. En general los estudios son descriptivos, no
insertando la fundación dentro de un proceso y llevándose generalmente por la
estructura que impone el propio texto. Muchos de estos trabajos no se completan
y quedan aislados. Actualmente, no existe un gran estudio sobre los colegios
jesuíticos, aunque en los últimos años van apareciendo aproximaciones locales,
como sucede especialmente en el País Vasco, Galicia y Asturias, sin olvidar
Toledo, Madrid, Valencia, Salamanca, Extremadura o América.
Estos relatos
tenían unos objetivos determinados, daban a conocer las vivencias y vicisitudes
acontecidas desde su fundación, pero también poseían un carácter ejemplarizante
y pedagógico, con la descripción sucesiva de las vidas de los religiosos,
modelo de conducta a imitar por los futuros miembros de la Orden. Así lo
argumentaba el P. Algaba al inicio de la Historia,
quién refiriéndose a su estilo decía que era “[...] como de narración
religiosa, que no pretende curiosidad ni deleite, sino enseñanza y edificación
de jesuitas”[27]. Además, añadía que las
acciones de los anteriores regulares debían conocerse “[...] para nuestra
enseñanza, aliento, confesión, consuelo y edificación, y nos deben ser siempre
de aprecio y estima”[28]. Por tanto, se trataba de
mostrar a los futuros miembros del colegio las costumbres del mismo y la forma
de actuar ante determinadas situaciones, como por ejemplo en el trato con los
poderes locales. La descripción de vidas ejemplares es continua, tanto de
rectores como hermanos coadjutores o estudiantes.
En la redacción
de estos escritos surgió una polémica por el hecho de que muchos admitían con
facilidad extrema no sólo actos de virtud, sino también revelaciones, profecías
y hechos milagrosos. Como no convenía impedir la divulgación de los ejemplos
edificantes y de las virtudes que realmente poseyeron hombres no canonizados en
ese momento, se ordenó que no se introdujese todo lo sobrenatural, si no tenía
la aprobación de la Iglesia. En el caso del colegio de Carmona aparecen varios
relatos milagrosos, vinculados a las reliquias de los santos más venerados. La
sucesión de vidas ejemplares de los jesuitas que pasaron por el colegio
carmonense transmiten un cuerpo de ideas propias de la Compañía, recogidas en
las Constituciones de la misma, presentándonos el modelo del buen religioso[29]. Este relato biográfico no
sólo se refiere a los rectores, sino
también a los hermanos y estudiantes, y es que
todos, en cualquier grado que tuvieran, debían trabajar por llevar una
vida con la mayor abnegación y mortificación posible. En esto no podía haber
distinciones, ya que San Ignacio establecía en este empeño de renuncia a las
comodidades y a la propia voluntad, el secreto y camino más breve de la
santidad[30]. Por tanto, se hace
necesario emplear un cierto rigor en el análisis de este tipo de fuentes, ya
que a veces se producen exageraciones, no pudiendo olvidar en ningún momento su
finalidad.
3. La
información sobre la Compañía de Jesús
La Historia permite acercarnos a la acción
de la Compañía expuesta en orden teórico (constituciones o ejercicios
espirituales) y, sobre todo, práctico. Se puede extraer una información
abundante y variada sobre la actuación de “los hijos de San Ignacio”, relativa
al proceso fundacional, el origen social y las motivaciones de los patronos, el
régimen y funcionamiento interno de la Orden en general y de los centros en
particular, su trabajo en los ministerios propios (educación, misiones,
predicación o visitas a hospitales y cárceles), la constatación de la
popularidad y el poder adquirido[31], las devociones y cultos
fomentados, los diferentes emplazamientos de su casas y las breves noticias
sobre jesuitas que “dejaron huella” y que debían ser recordados e imitados por
sus compañeros. En general no se sabe mucho de las relaciones con el poder
local, así los datos que nos ofrece este texto resultan muy valiosos. Tampoco
debemos olvidar la información que contiene sobre aspectos políticos, sociales,
económicos, religiosos, culturales o artísticos de la ciudad de Carmona.
3.1. El
proceso fundacional
Desde finales
del siglo XVI, los padres jesuitas realizaron frecuentes visitas a
Carmona, predicaron en ciertas solemnidades
y se emplearon en las misiones populares. Uno de los objetivos de aquellos
primeros contactos era el establecimiento de una nueva casa. Las ciudades y los
pueblos consideraban estas actuaciones como un gran servicio de utilidad
pública, especialmente relacionada con la educación de la juventud. En la
fundación carmonense influyeron de manera decisiva las misiones efectuadas
desde el colegio de Marchena.
Los fundadores
podían ser nobles, grandes y títulos[32], con objetivos variados,
fama y honra del linaje, un benefactor ante sus vecinos y el cumplimiento de
las obligaciones religiosas. En la provincia de Andalucía este grupo social
destacó en el patronazgo[33]. Los clérigos, tan
numerosos en las ciudades, influían de forma directa o indirecta en la instauración
de los centros. Los oligarcas[34] actuaron desde el cabildo o
de forma particular y entre sus peticiones se encontraban la realización de
panteones, relieves o misas[35]. En la mayoría de los casos
podemos confirmar la existencia de varios fundadores, aunque sólo uno era
generalmente el que aportaba las mayores rentas y bienes, obteniendo la patente
de patrono[36] en recompensa.
En el caso de
Carmona será un oligarca, don Pedro de Hoyos y Escamilla, escribano público y
del número, quién manifieste su fervor hacia la Compañía de Jesús y decida
fundar el colegio[37]. Desde una de las ventanas
de su casa, mientras despachaba los asuntos propios de su oficio, veía pasar y
actuar a los regulares y decidió ofrecerles su hacienda. Don Pedro no tenía
hijos y algunas órdenes religiosas ya se habían interesado por su patrimonio,
aunque su determinación fue firme. Una de las razones empleadas en la
consecución de este proyecto consistía en el beneficio público relacionado con
la enseñanza de los más jóvenes, ya que el establecimiento debía tener escuelas
de gramática[38]. Entre los objetivos del
escribano no podemos olvidar el deseo de prestigio y la salvación de su alma,
no en vano los jesuitas se comprometían a oficiar varias misas en su honor tras
su fallecimiento y a enterrar su cuerpo en una capilla de la iglesia del
colegio. Además, durante la enfermedad que terminó con su vida, los religiosos
estuvieron a su lado y le cuidaron:
“[...] buenos hombres son ellos, Pedro Sánchez, buena gente es esta: mi hacienda quiero darles y fundarles un convento, donde confiesen, prediquen y enseñen en virtud y letras y a los muchachos; estos son la semilla de la República; si se crían bellacos, bellacos se quedan; y si son bien criados hacen buenas Repúblicas”[39].
Los cuatro
documentos principales de la fundación son tres escrituras y el testamento del
oligarca, además de las peticiones realizadas al padre provincial de Andalucía
para la aprobación de la propuesta[40]. El hecho de que existan
tres documentos nos informa de las modificaciones hechas, en un corto periodo
de tiempo, ya que a las primeras donaciones les siguieron otras, aumentando la
dotación inicial. Don Pedro reconocía, de este modo, el buen hacer de los
jesuitas. La originalidad se constata al establecerse una obra pía con el
objetivo de casar doncellas pobres vecinas de Carmona. Cada fundación poseía
sus características e incluso su propia dote, en tierras, casas o dinero.
3.2. La
organización y administración
Los jesuitas
llegaron a Carmona a finales de agosto de 1619. Los primeros superiores fueron
los padres Juan Muñoz de Gálvez[41], Diego de Rivera y Rodrigo
de Figueroa, hasta que se nombró al primer rector, con patente del General, en
julio de 1622. La Historia ofrece
numerosa información sobre los rectores, padres superiores encargados de
dirigir los colegios, constituyendo breves biografías, parecido a un “curriculum vitae”, complementadas con la descripción de sus
acciones más destacadas, para que sirviesen de ejemplo edificante[42]. Por tanto, de sus
cualidades dependía en buena medida el buen funcionamiento del centro, de ahí
la preocupación de San Ignacio[43]. Entre sus obligaciones se
encontraban el gobierno, la administración y el respeto a su autoridad y a las
reglas de las Constituciones. La duración del cargo era de tres años
aproximadamente. En el caso de Carmona sintieron una
preocupación constante por mejorar los edificios, iglesia, sacristía y colegio,
además predicar la doctrina cristiana, trabajar en los ministerios
propios y suministrar limosna a los pobres. Hasta 1754 se sucedieron cuarenta, además de los
tres superiores mencionados[44].
Los rectores que llegaron poseían una experiencia y
unas cualidades demostradas, solían ser profesos de cuatro votos, aunque hubo
dos coadjutores espirituales formados. La mayoría era originarios de la provincia de
Andalucía, habían desempeñado este oficio en varios de sus colegios, siendo los
más frecuentes Frenegal, Cádiz, Córdoba, Granada, Málaga, Marchena, Trigueros,
Jaén, Montilla, San Ignacio de Baeza, Utrera, San Hermenegildo de Sevilla o los
Seminarios Inglés e Irlandés de Sevilla. Era habitual haber sido calificador
del Santo Oficio o maestro de novicios. Otro dato importante era la formación
en Artes, Teología Moral o Escolástica.
Los que ocupaban este puesto tenían una cariño especial por los colegios donde
habían residido, que podían verse favorecidos en sus decisiones. Algunos
llegaron a ser viceprovinciales o provinciales de Andalucía, como los padres
Juan Muñoz de Gálvez (1627-1630), Bernardo de Ocaña (1650-1651), Bartolomé de
Chaves (1651-1654) o Fernando Castellano. Cuando se plantea la construcción de
una nueva iglesia en 1698, el P. Fernando Castellano, provincial en esos
momentos de Andalucía, se erige en uno de sus más firmes defensores. Entre todos los que pasaron
por Carmona no hay ninguno que fuera muy “famoso” dentro de la Compañía de
Jesús, aunque sí dentro de la provincia de Andalucía[45].
El cargo de
patrono del colegio y de la obra pía tenía un carácter más honorífico que de
gobierno. Las relaciones entre ellos y los rectores no fueron fáciles y no
estuvieron exentas de problemas. Si exceptuamos los tres primeros patronos, los
demás fueron una “pesada carga” para la casa. Finalmente los jesuitas
decidieron comprar el cargo y lo pusieron en manos del padre provincial[46].
En cuanto a su
situación economía, el colegio permaneció endeudado la mayor parte de su
existencia, aunque esto no le supuso ningún problema para proseguir su
actividad diaria. Existía un claro desequilibrio entre los ingresos
(donaciones, limosnas, rentas de tierras y animales) y los gastos
(mantenimiento de sus miembros y de los edificios)[47]. Tampoco podemos olvidar
las frecuentes crisis económicas derivadas de la peste y de la escasez de
lluvias, expuestas en el manuscrito.
En la Historia sólo se detallan las limosnas
más importantes de los benefactores o las que el rector considerase dignas de
mención; esta actuación, como otras, nos indica la popularidad de la Orden. Se
donaba dinero, objetos para la iglesia y sacristía (cuadros, candelabros, lámparas
o telas), libros, mapas, tierras (viñas u olivares), casas, bodegas o aceite.
En ocasiones se ordenaba su empleo para un fin concreto, pero en otras se
dejaba a la libre administración del colegio. A mediados del siglo XVIII se
observa una creciente preocupación por las escuelas de “leer y escribir”. El
número de mujeres donantes es ligeramente superior al de los hombres, lo que
puede indicar una mayor proximidad a esta institución religiosa por su
dedicación a la educación femenina, sin olvidar la labor llevada a cabo en el
confesionario o la popularidad e influencia alcanzada por algún regular
concreto. Algunas donaciones se producían cuando la persona estaba viva, pero
en número mayor se materializan a través del testamento, cuando la persona ya
había fallecido.
3.3. La labor
ministerial
El esfuerzo de
los jesuitas en los ministerios ocupa un lugar preeminente en la Historia, unos se podían realizar en la
iglesia o el colegio, como la predicación, la enseñanza, las confesiones o la
administración de los sacramentos y la limosna; mientras que otros debían
efectuarse fuera del recinto religioso, como las misiones populares, las
visitas a hospitales y cárceles o la “pacificación” de personas enfrentadas.
Algunas de estas actuaciones de los jesuitas fueron conocidas de primera mano
por don Pedro de Hoyos y fructificaron en la posterior fundación.
La fuente
describe varias misiones populares, en algunas ocasiones, muy detalladamente. El Arzobispo de Sevilla las convocaba y en ellas participaban todos los religiosos,
seminaristas y estudiantes[48]. No eran exclusivas de los
padres de la provincia de Andalucía, pudiendo proceder de otras, principalmente
de Aragón. Se podían hacer dentro de la propia ciudad, se recorrían sus calles
principales, con paradas en los lugares más importantes (plazas), aunque no
siempre se repetía el mismo itinerario. También
se efectuaban fuera, se iba por parejas y se recorrían aldeas alejadas,
buscando a los pecadores allí donde se encontrasen, como sucede en Alcolea,
Tocina o Lora[49]. El
resultado final eran las confesiones generales y se recogían los denominados
“copiosos frutos”:
“Volviendo
pues a las demás cosas que en su tiempo sucedieron es muy digna a la memoria la
misión que se hizo en esta ciudad por el mes de diciembre del 81 por los padres
Francisco de Gambra y Francisco de Monreal enviados del señor Arzobispo de
Sevilla. Comenzose la dicha misión con la procesión del acto de contrición que
llaman asalto. Salió de nuestra iglesia la primera noche víspera de San
Francisco Xavier para con el patrocinio de tan soberano misionero tuviese buen
principio la nuestra. La procesión se dispuso de esta forma: llevaba una devota
imagen de un santo Cristo alumbrada de algunos faroles, que se trajeron de las
parroquias, uno de los señores beneficiados a cuya mano derecha iba el padre
Rector, y a la siniestra el señor Vicario de esta ciudad, precediendo delante
mucho acompañamiento de eclesiásticos y caballeros que habían venido para esta
fundación, interpolándose nuestra comunidad. Salimos por la puerta principal de
nuestra iglesia y entrando por la calle del Palomar se encaminó la procesión
por la silla de los Abades hasta la plazuela del señor Santiago, en cuya lonja
hizo una breve pero muy fervorosa plática el padre Francisco de Monreal y acabada
prosiguió la procesión entrando por el paso de la Duquesa hasta salir a Santa
Clara; luego se encaminó por la calle de la orden y vino a parar en la plaza de
la Ciudad y en las gradas de San Salvador. Hizo segunda plática el padre
Francisco de Monreal. La procesión caminaba con mucha compostura y silencio, el
cual se interrumpía con las voces y clamores de las coplitas y breves
sentencias que suelen decirse en esta ocasión para despertar los corazones de
los pecadores. A los ecos de estas voces, iba saliendo la gente movida la
novedad o de la devoción incorporándose con los demás y así apenas hubo hombre
de bien esta ciudad que no fuese acompañando la sagrada imagen de Cristo
crucificado. Desde la plaza continuó el acompañamiento por la calle de los oficiales
y saliendo por la Puerta de Sevilla hasta la iglesia de San Pedro, de cuya
lonja se hizo tercera plática y cuarta en las gradas del convento de la
Concepción, de donde volviendo la procesión con el mismo orden que se había
llevado por la calle de los Lagares vino a dar remate a nuestra iglesia y en
ella puso fin el padre Rector con otra plática, tomando por tema aquellas
palabras del Salmo 118: «erario sicut onisque peryt quere servumtuam Hª [...]»
[...] y
rematando el discurso con acto de contrición, se dio glorioso fin a la función
de esta noche y con el principio a la misión que se continuó por quince días,
primero en la iglesia de Santa María, la mayor de esta ciudad, y después en la
de San Pedro, donde se hicieron las pláticas y demás ejercicios.
Los efectos de
esta misión fueron de mucha gloria de nuestro Señor, porque hubo muchas
confesiones generales y algunas bien necesarias. De otras cosas que suelen
ocurrir en tiempo de misión hubo poco, porque la misericordia del Señor y los
ministerios de este Colegio por todo el año puede llamarse una continuada
misión, en particular cuando se publica el jubileo de la doctrina, que es la 1ª
décima de Cuaresma y estos años se han hecho diligencias con mayor devoción
despertando el fervor las muchas y repetidas calamidades con que Dios nos
aflige, así de hambre como de peste y terremotos en especial en este año de 80” [50].
Los años de
peste en Andalucía en general y en Carmona en particular, a mediados del siglo
XVII, producen una pérdida de población muy significativa. La actuación de los
jesuitas en este ministerio fue muy valorada por aquella sociedad. Una vez que
se tenía noticia de su presencia, los religiosos se consagraban exclusivamente
al servicio de los enfermos, atendiéndoles corporal y espiritualmente. Su
presencia en los hospitales carmonenses fue constante, fueron reclamados por
los dirigentes y, en ocasiones, se contagiaron[51].
3.4. La
popularidad y el poder
La fuente nos da
noticia de la popularidad adquirida por los religiosos desde su llegada en
1619, resultado de su buen trabajo en los ministerios propios, muy valorados
por el pueblo, sobre todo, en momentos de crisis, con la sequía o la llegada de
la peste. El éxito de la Compañía se materializó en dos actuaciones: en primer
lugar, el traslado del colegio al centro de la ciudad (la plaza Alta), junto a
lo más destacado de la política, sociedad y religión; y, en segundo lugar, la
construcción de una nueva iglesia en dicho lugar, entre 1698 y 1720[52]. Así se argumentaban las
razones del traslado:
“[...] primera estar dicha isleta en medio y lo mejor de la villa, cerca de la plaza e iglesia Mayor, con una plazuela delante que llamaban de Santa Bárbara muy a propósito para concurso y desahogo de escuela y de estudiantes y lejos de los demás conventos de religiosos por estar estos fuera en el Arrabal, y solo los nuestros dentro de los muros donde vivía toda la gente principal y estar dicha isleta toda cercada de la vecindad mucha y muy honrada; segunda porque el común del regimiento, corregidor, caballeros, clerecía, beneficiado, vicario y abad mayor, a una voz y de conformidad todos deseaban nuestra mudada y tenernos juntos, así para aconsejarse con nosotros consultados sus casos y tenernos a manos en sus muertes [...]. Alegándose a esto, quedando nosotros gusto a los deseosos de tenernos juntos, así sobre hacer nuestro negocio, que nos convenía, les ganábamos las voluntades y la benevolencia para hacernos presencia y acompañarnos en todas ocasiones que se ofreciesen. Enviose a nuestro padre Provincial este acuerdo tomado acerca del sitio y firmado de todos los dichos padres en ocho de enero de mil seiscientos y veinte y uno, y habiendo leído y considerándose conforme con él y encargó al P. Rodrigo de Figueroa dispusiese con brevedad la mudanza”[53].
Las mejoras y
reformas del templo y en la sacristía son una constante durante todos los
rectorados, unas veces sufragadas por el propio colegio y otras veces como
donaciones de diferentes benefactores. Cuando llegaron, los jesuitas se
instalaron en unas casas del fundador, situadas en la plaza del Arrabal o Baja.
Aunque estaban cerca de la parroquia de San Pedro, la más importante de la
ciudad, se sentían lejos del centro del lugar, por lo que se buscará el mejor
sitio posible y, en menos de dos años, establecieron en la plaza Alta, de
Arriba o del Salvador. La iglesia de San Teodomiro se construyó en un periodo
de crisis y de endeudamiento del propio colegio, muestra de que los apoyos con
los que contó fueron firmes y decididos.
3.5. Las
devociones y los cultos
El colegio
participó activamente en las devociones propias de la Compañía y de Carmona,
sin olvidar el culto dado a las reliquias[54]. En primer lugar, se debe
prestar atención al culto otorgado a los santos propios de la Orden: San
Ignacio de Loyola, San Francisco de Borja y San Francisco Javier, que serán
patrocinados desde dentro, compitiendo con los de las diferentes órdenes
religiosas y los propios de la ciudad.
Las reliquias de
los santos fueron muy veneradas en España, como en el resto de la Europa católica.
Los jesuitas de los países afectados por las guerras de religión enviaron
numerosos lotes a sus colegios. La casa de Carmona fomentó este culto, incluso
los propios padres, que en la mayoría de los casos no tenían pertenencias,
poseían las suyas. La caja que las contenía también adquirió gran importancia.
El Concilio de Trento exigió estrictos procedimientos de certificación. En la Historia se señala quién responde a la
autenticidad de las mismas, por el miedo a que se considerasen falsas[55].
El 12 de marzo
de 1622, el papa Gregorio XV canonizaba a un nutrido grupo de santos hispanos,
entre los que se encontraban Ignacio de Loyola y Francisco Javier, celebrándose en el colegio de Carmona grandes
fiestas en su honor. En 1671 se hizo lo mismo con Francisco de Borja. De los
tres sabemos que se poseían numerosos cuadros, reliquias e imágenes, colocados
en las partes principales del templo, y que se celebraban fiestas en su honor.
La antigua iglesia jesuítica, de planta rectangular, tenía en el presbiterio el
retablo mayor, en su centro se encontraba un lienzo de San Teodomiro y a sus
lados dos hornacinas doradas con las imágenes de San Ignacio y San Francisco
Javier. En un lateral, al lado del Evangelio, se situaba un retablo dedicado a
la Virgen y un altar con un cuadro de San Francisco de Borja. En 1720 se
inauguró la nueva fábrica de la iglesia y el retablo mayor fue confeccionado
por José Maestre, una de las producciones más destacadas de la ciudad, dividido
en una gran hornacina central con tres registros: inferior para el sagrario,
intermedio manifestador y, por último, para San Teodomiro. La central del ático
albergaba el relieve de San Ignacio en la
visión de la Storta, atribuido a Duque Cornejo[56].
En la iglesia
del colegio carmonense se albergaban reliquias de diferentes santos, a las que
se les atribuía un carácter milagroso y de curación de enfermedades. La
devoción hacia el fundador[57] de la Orden se fomentó en
el colegio al poseer varios objetos suyos, entre los que se encontraba una
carta, a la que se atribuía poderes sobrenaturales, especialmente en relación
con la curación de enfermedades y con el parto[58]. A San Francisco de Borja[59] también se le veneró y
cuando se tuvo noticia de su canonización por Clemente X se celebraron fiestas
en su honor, realizándose una escultura propia, expuesta el altar del templo;
además se poseía una espada suya, donde se presuponía la voluntad de los
jesuitas de luchar contra el demonio[60]. También sobresalía el
culto otorgado a San Francisco Javier[61], como se observa en las
donaciones de los devotos, cuadros o lámparas, que permanecerían encendidas
delante de su imagen; incluso una carmonense, doña Mariana de Mendoza entregó
unos terrenos para que de su venta se pudiese celebrar anualmente su fiesta. Durante el rectorado del P. Fernando Castellano (1678-1682) se
introdujo la “Novena del gran Apóstol de la India San Francisco Xavier”, con
gran éxito. La decisión de construir una nueva iglesia a finales del siglo XVII
se tomó durante la celebración en su honor, ya que se constató que el templo se
había quedado pequeño. También se produjo un conflicto al coincidir el mismo
día las honras al rey Carlos II y la festividad del santo navarro, decidiendo
los religiosos hacer la del segundo, alegando que los diputados no quisieron cambiar
la fecha.
El colegio no
permaneció ajeno a los devociones propias de Carmona y participó en ellas,
especialmente las que se daban a la Virgen de Gracia[62] y a San Mateo. Además, se
designó a San Teodomiro, mártir de Carmona, asesinado en tiempos de Abderramán
II, patrono de colegio[63]. Esta devoción era una de
las más importantes de la ciudad antes de la llegada de los jesuitas. En 1595
se había suplicado a Gregorio XIII que le declarase patrono y protector de
Carmona, lo que fue concedido. Así, los religiosos se apoderaron de una
devoción ya arraigada y mezclaron, de esta manera, las propias con las del
lugar de residencia.
3.6. Las
vidas ejemplares
El manuscrito
proporciona información sobre algunos jesuitas ilustres y “dignos de memoria”,
de los que no sabríamos nada si no fuese por esta fuente[64]. Esta continua narración,
salpicada de acontecimientos milagrosos, se inserta dentro de la literatura
hagiográfica y ejemplar de la Compañía, y cumplía con un objetivo: servir como
modelo de conducta a los religiosos. Entre las cualidades que debía poseer un
buen jesuita se encontraban, en primer lugar, el fiel cumplimiento de los votos
(pobreza, castidad y obediencia); en segundo lugar, el trabajo en los
ministerios propios de la Orden y, por último, la manera correcta de afrontar
las penalidades, la enfermedad y la muerte.
La pobreza era uno de los votos ampliamente expuesto
en las Constituciones[65]; no olvidemos que era una Orden mendicante, a excepción de las rentas que
recibían los colegios y noviciados. Aparecía en tres
situaciones: la comida, el vestido y la habitación (el mobiliario y la cama).
No estaba bien visto que se comiese copiosamente[66] y el vestido debía ser muy
modesto, simplemente para defenderse del frío. Tampoco estaba bien visto dormir
muchas horas y era valorado que no se hiciese en el lecho, como en el caso del
P. Carbonel que “no dormía en cama sino sobre un corcho”[67].
La labor
ministerial ocupa un lugar destacado en la narración de las vidas ejemplares.
La dedicación a la predicación y al confesionario se estimaba, sin hacer
distinción entre ricos ni de pobres, igual que el trabajo en las misiones
populares[68]. El comportamiento ante la
enfermedad y la muerte, descritas con gran realismo, es repetido siempre de la
misma manera. Esta situación se asume, sintiéndose conforme con la voluntad de
Dios, por lo que el enfermo no debía quejarse de su estado, aceptándolo sin
reparos “con religiosísima paciencia y resignación en la voluntad Divina”[69]. También se hace
referencia, en varias ocasiones, a que algunos mueren con una sonrisa en el
rostro, como el P. Luis Guerrero: “Ya difunto quedó su semblante alegre mucho
más que le tenía vivo, con una quieta, apacible y continuada sonrisa”[70].
3.7. Fuente
para la historia de Carmona
La Historia del Colegio constituye una
fuente fundamental para el estudio de la sociedad, economía, religiosidad o el
arte de Carmona durante los siglos XVII y XVIII. A pesar de ser una
documentación conocida por los estudiosos de la ciudad, no se cita demasiado.
El siglo XVII es uno de los más desconocidos de su historia[71], aunque en los últimos años
sí han aparecido algunos estudios sobre la Edad Moderna[72]. Las fuentes más
importantes que se emplean para su conocimiento son tres: la del P. Arellano,
primera historia impresa (1628), El Curioso
Carmonense (1787) y la obra de Manuel López Fernández (1886)[73].
A partir del
análisis del manuscrito podemos conocer datos sobre la oligarquía urbana,
situada en torno al cabildo, con el estudio de don Pedro de Hoyos y Escamilla,
fundador del colegio y de la obra pía; profundizar en los problemas que
aquejaban a aquella sociedad: malas cosechas, escasez de lluvias, peste o
elevado número de pobres[74]; conocer su religiosidad,
sus cultos o devociones, y algunos de los edificios más representativos como la
antigua iglesia de San Teodomiro, ahora del Salvador, o la antigua residencia
jesuítica, actualmente el Ayuntamiento.
El relato
finaliza en 1754, por lo que nada sabemos de la expulsión de la Orden a través
de este texto. El 27 de febrero de 1767 Carlos III dictó la pragmática de
expulsión de la Compañía de Jesús. Una de las razones que se expuso para la
toma de esta decisión fue la estrecha vinculación de la Orden con el Papa[75]. El 2 de abril los jesuitas
del colegio de San Teodomiro fueron arrestados en su templo y un día después
trasladados a Jerez de la Frontera y desde allí a Cádiz con destino a los
Estados Pontificios, al lado de todos los religiosos de la Orden[76]. El 31 de marzo el monarca
español solicitaba a Clemente XIII que acogiera a los jesuitas en sus dominios,
pero la negativa papal obligó a los religiosos a permanecer en la isla de
Córcega algo más de un año. Finalmente, tras duras discusiones, desembarcaron
en Italia. El nuevo papa, Clemente XIV, presionado por los monarcas borbónicos,
disolvió la Compañía mediante el breve Dominus
ac Redemptor el 21 de julio de 1773, quedando extinguida de toda la
Cristiandad y siendo sus bienes confiscados[77]. Aunque en 1814 el papa Pío
VII dictó su restauración universal, la Compañía de Jesús no volvió a Carmona.
4. Fuentes
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1754) escrita por el P. Juan Bª de Algaba, A.P.T.S.I., C-198 (126).
Historia
del Colegio de Plasencia de la Compañía de Jesús escrita por el Padre Jerónimo
de la Higuera de la misma Compañía,
1600, A.P.T.S.I, C-222.
Historia del origen y fundación del Colegio de
Marchena, de la Compañía de Jesús (1553 a 1766), A.P.T.S.I., C-200 (1564).
La Historia de Carmona que en el año de 1628
escribió el P. Fr. Juan Baptista de Arellano se divide en diez mapas para mayor
diversión de los curiosos con algunas notas, y adicciones, y se continua hasta
el presente año de 1787 por el Curioso Carmonense, Carmona, 1787 (editado por
Antonio Lería, Carmona, 1997), I.H. (CSIC) F.A.
G-374.
LOYOLA, San Ignacio de, Obras completas, Madrid, 1963.
Varones ilustres de la Provincia de Andalucía de la
Compañía de IHS. Que han florecido desde el año de 1552 hasta el de 1650 por el
P. Santibáñez,
A.P.T.S.I., C-183.
Varones ilustres de la Provincia de Andalucía, que
han florecido desde 1552 hasta 1650 por el P. Juan de Santibáñez, A.P.T.S.I , C-183 (1218).
5.
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6. Páginas
web
www.cervantesvirtual.com/bib_tematica/jesuitas/index.shtml
[1] Este estudio está basado en el trabajo de
investigación El Colegio de San Teodomiro
de la Compañía de Jesús en Carmona (1620-1754), dirigido por el Dr. Fermín
Marín Barriguete, que fue leído en el Departamento de Historia Moderna de la
Universidad Complutense de Madrid el 30 de mayo de 2003. Quiero agradecer al
director su apoyo y orientación, además de a todos los bibliotecarios y
archiveros, especialmente al padre Torres, responsable del Archivo Provincial de
Toledo durante los meses de la investigación. Se consultaron los siguientes
fondos documentales: A.P.T.S.I. (Archivo Provincial de Toledo Societatis Iesu), B.N. (Biblioteca Nacional de Madrid) e I.H.
(CSIC) F.A. G-374 (Instituto de Historia del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, Fondo Antiguo).
[2] Pedro Fabro, Francisco Javier, Diego Laínez,
Alonso Salmerón, Nicolás Alonso de Bobadilla, Simón Rodríguez de Azebedo,
Claudio Jayo, Pascasio Broet y Juan Codure.
[3] La bibliografía sobre la Compañía de Jesús es
amplia, aunque con carácter general podemos destacar los siguientes estudios:
A. ASTRAIN, Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, 7
tomos, Madrid, 1921-1925. En esta investigación se han utilizado, sobre todo,
dos de ellos: Historia de la Compañía de
Jesús en la Asistencia de España. Aquaviva 1585-1615 (Segunda Parte), tomo IV,
Madrid, 1913, y la Historia de la
Compañía de Jesús en la Asistencia de España. Vitelleschi, Carafa, Piccolomini
1615-1652, tomo V, Madrid, 1916; W. V. BANGERT, Historia
de la Compañía de Jesús,
Santander, Sal Terrae, 1981; J. BRODRICK, Origen
y evolución de los jesuitas, 2 vols., Madrid, Pegaso, 1955; T. EGIDO, (coord.), J. BURRIEZA SÁNCHEZ y M.
REVUELTA GONZÁLEZ, Los jesuitas en España
y en el mundo hispánico, Madrid, Marcial Pons, 2004, R.
GARCÍA-VILLOSLADA, Manual de Historia de la Compañía de Jesús, Madrid, Compañía Bibliográfica Española,
1954 y C. E. O´NEILL y J. Mª DOMÍNGUEZ (dirs.), Diccionario histórico de la Compañía de Jesús: biográfico-temático,
4 vols., Madrid, Universidad Pontificia de Comillas, 2001.
[4] En las primeras líneas se expresaba
claramente la finalidad y las razones de la fundación: “Cualquiera que en esta
Compañía (que deseamos que se llame la Compañía de Jesús) pretende asentar
debajo del estandarte de la cruz, para ser soldado de Cristo y servir a sola su
Divina Majestad y a su esposa la santa Iglesia, el romano Pontífice, vicario de
Cristo en la Tierra, persuádese que después de los tres votos solemnes de
perpetua castidad, pobreza y obediencia, es ya hecho miembro de esta Compañía.
La cual es fundada principalmente para emplearse en toda defensión y dilatación
de la santa fe católica, a ayudar a las almas en la vida y doctrina cristiana,
predicando, leyendo públicamente y ejercitando los demás oficios de enseñar
palabra de Dios, dando los ejercicios espirituales, enseñando a los niños y a
los ignorantes la doctrina cristiana, oyendo las confesiones de los fieles, y
administrándoles los demás sacramentos para espiritual consolación de las
almas. Y también es instituida para pacificar los desavenidos, para socorrer y
servir con obra de caridad a los presos de las cárceles y a los enfermos de los
hospitales, según que juzgáremos ser necesario para la gloria de Dios y para el
bien universal. Y esto todo ha de hacerse graciosamente, sin esperar ninguna
humana paga ni salario por su trabajo. Procure este tal de traer delante de sus
ojos todo los días de su vida a Dios primeramente, y luego esta su vocación e
Instituto, que es camino para ir a Dios primeramente, y procure alcanzar este
alto fin adonde Dios le llama, cada uno según la gracia con que le ayudará el
Espíritu Santo, y según el propio grado de su vocación”.
Cita recogida en Ignacio de LOYOLA, Obras completas, Madrid, 1963, pp. 410-411.
[5] Este concepto no es exclusivo de los
jesuitas, sino que responde a una tradición medieval por la que se denominaba
así al máximo representante de una orden religiosa.
[6] A veces se ha relacionado el nombre, la
Compañía de Jesús, con el de “compañía militar”, uno de los tópicos expuestos y
desarrollados por sus enemigos y que conformaron la denominada “leyenda negra”
de los jesuitas.
[7] E. OLIVARES, Los votos de los escolares de la Compañía de Jesús. Su evolución
jurídica, Roma, IHSI (Institutum Historicum
Societatis Iesu), 1961; M. RUÍZ JURADO, Orígenes
del noviciado de la Compañía de Jesús, Roma, IHSI, 1980; Exámenes que se han de proponer a los que
pidiesen ser admitidos en la Compañía de Jesús, R.A.H. (Real Academia de la
Historia) 9-3528/5 y. También se pueden consultar J. BURRIEZA SÁNCHEZ y T. EGIDO, “La antigua
Compañía de Jesús (siglos XVI-XVIII)” en T. EGIDO (coord.), Los jesuitas en España y en el mundo
hispánico, Madrid, Marcial Pons, 2004, pp. 41-44 y FERNÁNDEZ ARRILLAGA, “Los
novicios de la Compañía de Jesús: la disyuntiva ante el autoexilio y su
estancia en Italia” en Hispania Sacra, LIV, 109, 2002, pp. 169-196.
[8] Sobre el Concilio de Trento y sus
resoluciones, véase: L.
CRISTIANI, Trento en A. FLICHÉ y V.
MARTIN (dirs.), Historia de la Iglesia,
vol. XIX, Valencia, EDICEP, 1976; E. ISERLOH y J. GLAZIK, Reforma, reforma católica y contrarreforma en H. JEDIN (dir.), Manual de Historia de la Iglesia, tomo
V, Barcelona, Herder, 1972 y A. VERDOY, Síntesis
de Historia de la Iglesia. Baja Edad Media. Reforma y Contrarreforma
(1303-1648), Madrid, Universidad Pontificia de Comillas, 1994.
[9] B. DELGADO, La educación en la reforma y la contrarreforma, Madrid, Síntesis,
2002.
[10] F. CHARMOT, La pedagogía de los jesuitas, Madrid, Sapientia, 1952; C. LABRADOR,
J. MARTÍNEZ ESCALERA y A. DÍEZ ESCANCIANO, El
sistema educativo de la Compañía de Jesús. La “Ratio Studiorum”, Madrid,
UPCO, 1992 y La “Ratio Studiorum” de los
jesuitas, Madrid, UPCM, 1986 y E. MARTÍNEZ MÁRQUEZ, Vigencia del “Ratio Studiorum”, La Habana, 1957.
[11] En general, los colegios se ubicaban en las
capitales de los antiguos reinos, en algunas ciudades con sede episcopal, en
centros de particular importancia comercial (Medina del Campo) o marítima
(Sevilla o Cádiz) y en otras poblaciones de menor importancia, donde surgía un
patrono. M. BATLLORI, “Los primeros colegios de los jesuitas en España” en B.
DELGADO CRIADO (coord.), Historia de la
educación en España y América. La educación en la España Moderna (siglos
XVI-XVIII), Madrid, Fundación Santa María, 1993, pp. 74-79.
[12] SOTO ARTUÑEDO, W. (ed.), Los jesuitas en Andalucía: estudios
conmemorativos del 450 aniversario de la fundación de la Provincia,
Granada, Universidad de Granada, 2007.
[13] Cifras recogidas en W. V.
BANGERT, Historia de la
[...], op. cit., p. 146 y
p. 242.
[14] B. COPADO, La Compañía de Jesús en Montilla, Málaga, 1944.
[15] I. AZCÁRATE, Los jesuitas en la política educativa del Ayuntamiento de Cádiz
(1564-1767), Granada, Facultad de Teología, 1996.
[16] J. J. LOZANO NAVARRO, La
compañía de Jesús en el estado de los Duques de Arcos: el Colegio de Marchena
(Siglos XVI-XVIII), Granada, Universidad de Granada, 2002.
[17] F. GARCÍA GUTIÉRREZ, “La Compañía de Jesús y
Carmona (Sevilla)” en Estela. Revista
Cultural e Informativa de Carmona, 2005, pp. 8-9 y F. PIZARRO ALCALDE, “El Colegio de San
Teodomiro de la Compañía de Jesús en Carmona (1619-1767)” en Carel. Revista de Estudios Locales, nº
6, 2008, pp. 2.583-2.672. Puede consultarse en www.museociudad.carmona.org/1museo/carel.htm.
[18] Existe un índice con todas las fundaciones
de los colegios en España en J. MARTÍNEZ-ESCALERA, “Órdenes religiosas” en B.
DELGADO CRIADO (coord.), Historia de la
educación en España y América. La educación en la España Moderna (siglos
XVI-XVIII), Madrid, Fundación Santa María, 1993, pp. 428-438 e I. PINEDO, “La expulsión de
los jesuitas” en B. DELGADO CRIADO (coord.), Historia de la educación en España y América. La educación en la España
Moderna (siglos XVI-XVIII), Madrid, Fundación Santa María, 1993, pp.
697-708.
[19] Historia
del Colegio de Carmona (Agosto de 1620 a 1754) escrita por el P. Juan Bª de
Algaba, A.P.T.S.I., C-198 (126).
[20] Historia
del origen y fundación del Colegio de Marchena, de la Compañía de Jesús (1553 a
1766), A.P.T.S.I., C-200 (1564). El análisis de este documento ha dado
lugar a una monografía, J. J. LOZANO NAVARRO, La compañía de [...],
op. cit.
[21] Historia
del Colegio de Plasencia de la Compañía de Jesús escrita por el Padre Jerónimo de
la Higuera de la misma Compañía, 1600, A.P.T.S.I, C-222. En relación con
esta casa, destaca el trabajo de F. MARÍN BARRIGUETE, “La fundación del Colegio
de los jesuitas de Plasencia (1554-1562)” en Actas del Congreso Internacional Felipe II y las Artes, Madrid,
Departamento de Historia del Arte II (Moderno) de la UCM, 2000, pp. 43-56.
[22] La descripción del P. Algaba no deja lugar a dudas: “[...] y en cumplimiento de lo pactado vinieron luego por fines de agosto del dicho año de 1619 tres de los nuestros a Carmona; que fueron el P. Juan Muñoz de Gálvez, P. Luis Guerrero y hermano Tomás Antolínez y a pocos meses después vino el P. Miguel Carbonel”.
Historia del Colegio de Carmona
(Agosto de 1620 a 1754) escrita por el P. Juan Bª de Algaba, A.P.T.S.I., C-198 (126), ff. 4 r.-5 r.
[23] J. GONZÁLEZ ISIDORO, “II. Memoria de los
edificios” en Carmona, ciudad y
monumentos, Carmona, S & C, 1993, pp. 148-154; J. HERNÁNDEZ DÍAZ, A.
SANCHO CORBACHO y F. COLLANTES DE TERÁN, Catálogo
arqueológico y artístico de la Provincia de Sevilla, tomo II, Sevilla,
Diputación Provincial de Sevilla, 1943, pp. 169 y 259-260 y F. PIZARRO ALCALDE,
“El Colegio de [...], op. cit., pp. 2.583-2.672.
[24] J. Mª CARMONA DOMÍNGUEZ, “Bibliografía
General de Carmona. Manuscritos, partituras manuscritas y tesis universitarias”
en Carel, nº 2, 2004, p. 924.
[25] A. MARTÍN PRADAS e I. CARRASCO GÓMEZ, “La
Iglesia del Colegio de San Teodomiro de la Compañía de Jesús en la ciudad de
Carmona: 1619-1754” en Laboratorio de
Arte, 11, 1998, pp. 521-538.
[26] A. GUGLIERI NAVARRO, Documentos de la Compañía de Jesús en el Archivo Histórico Nacional,
Madrid, Razón y Fe, 1967.
[27] Historia del Colegio de Carmona (Agosto de
1620 a 1754) escrita por el P. Juan Bª de Algaba, A.P.T.S.I., C-198 (126),
f. 2 v.
[28] Ibídem,
f. 2 v.
[29] W. V. BANGERT, Historia de la [...], op. cit., p. 31 y R.
GARCÍA-VILLOSLADA, Manual de Historia [...], op. cit., p. 35.
[30] LOYOLA, Obras
completas [...], op. cit., p. 402.
[31] J. J. LOZANO NAVARRO, La Compañía de Jesús y el poder en la España
de los Austrias, Madrid, Cátedra, 2005.
[32] A. CARRASCO MARTÍNEZ, Sangre, honor y privilegio. La nobleza española bajo los Austrias, Barcelona,
Ariel, 2000 y J. A. MARAVALL, Poder,
honor y élites en el siglo XVII, Madrid, Siglo XXI, 1979.
[33] Hay diferentes casos: los condes de Feria,
los marqueses de Priego, las diversas ramas de los linajes de los Fernández de
Córdoba, los duques de Medinasidonia, los marqueses de Niebla o los duques de
Arcos. J. J. LOZANO NAVARRO, La
compañía de [...], op. cit., p. 27.
[34] R. SÁNCHEZ SAUS, “Caballeros y Oligarcas en
la Carmona medieval: Formación, desarrollo y límites de un grupo social” en Actas del I Congreso de Historia de Carmona.
Edad Media, Sevilla, Ayuntamiento de Carmona, 1998, pp. 479-499.
[35] El fundador del colegio de Carmona
manifiesta su intención de enterrarse en la iglesia jesuita, junto con su
familia, y ordena que únicamente se coloque el escudo de su linaje en el
panteón, ocasionando múltiples conflictos, porque los siguientes patronos
también querrán que sus heráldica se sitúe allí, como símbolo de su poder e
imitación de los nobles. En la Historia
queda reflejado en las siguientes palabras “[...] como expresa voluntad del
señor Pedro de Hoyos, que en la escritura de la fundación quiso no se pusiesen
en el altar mayor otras armas que las suyas [...] fue expresa voluntad del
señor Pedro de Hoyos no hubiese en la capilla Mayor mas entierro ni bóveda que
la suya”, en Historia del Colegio de
Carmona (Agosto de 1620 a 1754) escrita por el P. Juan Bª de Algaba,
A.P.T.S.I., C-198 (126), ff. 54 r. y 61 v.
[36] En la documentación se utiliza
indistintamente patrón y patrono.
[37] Así lo señala la Historia del colegio de Marchena: “[...] aficionados grandemente los de esta villa a la Compañía, hizo uno de ellos, llamado Pedro de Hoyos, escribano del cabildo, que los nuestros prosiguiesen misión, atento al mucho fruto que en el lugar había. El cual, siendo hombre poderoso y rico, movido de la santa doctrina que la Compañía enseña, se determinó a hacer una fundación, y habiéndole ganado los padres la voluntad, le hizo tan buena que es una de las mejores que la Compañía ha tenido en la provincia, y dio para ella 52.000 ducados en posesiones muy honradas y seguras de censos”.
Historia del origen y fundación
del Colegio de Marchena, de la Compañía de Jesús (1553 a 1766), A.P.T.S.I., C-200 (1564), f. 30 v. Cit. J. J.
LOZANO NAVARRO, La compañía de [...], op. cit., p. 149.
[38] En las escrituras de fundación se establecía
una casa con veinte religiosos, además de dos escuelas de gramática “[...]
debiendo enseñarla gratis, a todos los que quisiesen concurrir”. Historia
del Colegio de Carmona (Agosto de 1620 a 1754) escrita por el P. Juan Bª de
Algaba, A.P.T.S.I., C-198
(126), f. 407 r.
[39] Ibídem, f. 11 v.
[40] Fundaciones
de los Regulares expulsos. Provincia de Andalucía por Don Juan Antonio
Archimbaud, tomo II., A.P.T.S.I., C-193(2), ff. 405 v.-412 r.
[41] Había participado en la fundación del
colegio junto con don Pedro de Hoyos, mientras era rector del colegio de
Marchena y confesor del duque de Arcos.
[42] En el caso del segundo superior, estos
son los datos: “[...] vino el P. Diego de Rivera de nuestro colegio de Córdoba,
donde era predicador, a este de Carmona por superior de los de Compañía que en
él vivían. Fue el P. Diego de Rivera natural de Cádiz, profeso de cuatro votos,
calificador de la Inquisición, rector del colegio de Frenegal, del seminario
inglés de Sevilla, del colegio de Cádiz, prepósito de la casa profesa,
consultor de la Provincia, electo procurador general para Roma en la
Congregación Provincial el año de 1649, que se tuvo en Sevilla, de donde no
pudiendo salir por la peste que se padeció ese año, le señaló el P. Fernando de
Poblaciones, provincial de Andalucía, por viceprovincial en Sevilla todo el
tiempo que duró el contagio. En todas partes y oficios honró mucho nuestra
religión, con sus letras, talento aventajado de púlpito y prudentes consejos.
Murió en la casa profesa de Sevilla, viernes 20 de Junio de 1659”.
Historia del Colegio de Carmona (Agosto de 1620 a
1754) escrita por el P. Juan Bª de Algaba, A.P.T.S.I., C-198 (126),
f. 17 r.
[43] “El rector se procure que sea de mucho
ejemplo y edificación y mortificación de todas inclinaciones siniestras,
especialmente probado en la obediencia y humildad; que sea asimismo discreto y
apto para el gobierno, y tenga uso en las cosas tangibles y experiencia en las
espirituales; que sepa mezclar la severidad a sus tiempos con la benignidad;
sea cuidadoso, sufridor de trabajo y persona de letras, y finalmente de quien
se puedan confiar y a quien puedan comunicar seguramente su autoridad los
prepósitos superiores; pues cuanto mayor será ésta, mejor se podrán gobernar
los colegios a mayor gloria divina”.
Ignacio de LOYOLA, Obras completas [...], op. cit., pp. 504-505.
[44] La tabla con los rectores del colegio de
Carmona se ha publicado en F. PIZARRO ALCALDE, “El Colegio de [...], op. cit.,
p. 2.626
[45] En el manuscrito del P. Juan de Santibáñez
aparecen las vidas del P. Juan Muñoz de Gálvez, del P. Rodrigo de Figueroa y
del P. Miguel Carbonel: Varones ilustres
de la Provincia de Andalucía, que han florecido desde 1552 hasta 1650 por el P.
Juan de Santibáñez, A.P.T.S.I , C-183 (1218).
[46] Puede consultarse la tabla de los patronos
en F. PIZARRO ALCALDE, “El Colegio de [...], op. cit., p. 2.629.
[47] Según Batllori, el déficit entre
las entradas y las salidas fue una constante de casi todos los colegios
jesuitas. M. BATLLORI, “Tipología de las fundaciones económicas de los colegios
jesuitas en los siglos XVI y XVII” en Homenaje
a Julián Marías, Madrid, Espasa-Calpe, 1984, p. 87.
[48] Desde 1643 el colegio de Carmona va a alojar
a los miembros de la Tercera Probación, que se encontraban en la casa profesa
de Sevilla. Consistía en otro año más de pruebas, que se añadía a los dos del
noviciado, originalidad propia del Instituto de San Ignacio. C. E.
O´NEILL y J. Mª DOMÍNGUEZ (dirs.), Diccionario
histórico de [...], op. cit., p. 3.240.
[49] “[...] con la noticia que tuvo dicho P.
Rector de la necesidad que había en los lugares de Alcolea, Tocina y Lora de
ministros evangélicos que con su fervorosa predicación reformasen las
costumbres e indujesen a la más puntual observancia de la Ley Evangélica los
vecinos de dichos lugares, envió el P. Luis González Coronado, sujeto de la
provincia de Castilla que Dios había llamado para la apostólica misión de
Filipinas, y se hallaba aquí entreteniendo su fervor en los ministerios de
predicar y confesar; diole por compañero al P. Diego de Mora que residía en la
casa profesa de Sevilla de escogido talento de misión; fueron y aunque por
varias razones que propusieron los señores priores de Alcolea y Tocina no
pasaron allá los padres, quizá permitiéndolo Dios por no estar entonces
razonada la tierra de los corazones para recibir la semilla de la palabra
evangélica se quedaron en Lora. Apenas dieron principio a su misión cuando su
celo santo, espíritu y eficacia de sus sermones y trato, empezó a lograr
copiosos frutos que se deseaban. Fueron muchas y muy particulares las
confesiones generales que se hicieron, enemistades que se compusieron y malas
comunicaciones que se desbarataron; solo se veían lágrimas de los copiosos
concursos, y demostraciones de devoción, concurriendo lo eclesiástico y noble a
autorizar y a mover con su ejemplo los plebeyos. Dándolos agradecimientos
acabada la misión por el bien que habían recibido, el consejo de la villa,
gobernador y prior a dichos padres y al P. Rector que les había solicitado su
remedio y consuelo cuando más descuidados estaban”, Historia del Colegio de Carmona (Agosto de 1620 a 1754) escrita por el
P. Juan Bª de Algaba, A.P.T.S.I., C-198 (126), ff. 139 r.-139 v.
[50] Historia
del Colegio de Carmona (Agosto de 1620 a 1754) escrita por el P. Juan Bª de
Algaba, A.P.T.S.I., C-198 (126), ff. 100 v.-102 r.
[51] En la Historia son frecuentes estos relatos: “A este tiempo pidió la ciudad
un sacerdote que de día y de noche asistiese a los heridos del hospital que se
puso en el Alcázar Alto. Todos se ofrecieron a la empresa: hizo mayores
instancias el P. Diego Serrano que a la razón leía cátedra de Mayores en este
colegio y valiéronle para lograr su caridad y fervor apostólico. Fueron con
otro sacerdote seglar el dicho hospital, donde vestido con una túnica de
estertín, acudió en lo corporal de comida y cura, y en lo espiritual
administración de sacramentos a los apestados todo el tiempo que los hubo. En
él sucedieron cosas señaladas para gloria de Dios y salvación de las almas; una
de ellas fue que vino al hospital una moza a quien Nuestro Señor con peste en
el cuerpo para que con el Jordán del santo bautismo se limpiase como otro
Noaman de la leprosa incredulidad de su alma. Sacole de su engaño el P.
Serrano, instruyéndola en los misterios de nuestra santa fe y bautizada, sana
en el alma escapó también de la enfermedad del cuerpo, y después vivió y murió
como buena cristiana”, Ibídem, f. 62 r.
[52] Se pueden seguir los traslados del colegio a
través de los mapas del trabajo de M. GONZÁLEZ JIMÉNEZ, El concejo de Carmona a fines de Edad Media (1464-1523), Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1973,
p. 35.
[53] Historia
del Colegio de Carmona (Agosto de 1620 a 1754) escrita por el P. Juan Bª de
Algaba, A.P.T.S.I., C-198 (126), f. 19 v.
[54] Véase J. CARO BAROJA,: Las formas complejas de la vida religiosa (Religión, sociedad y
carácter en la España de los siglos XVI y XVII), Madrid, Akal, 1978 y W. A.
CHRISTIAN, Religiosidad local en la
España de Felipe II, Madrid, Nerea, 1991. En cuanto a la historia de las reliquias de los santos de la Compañía
de Jesús, véase L. COLOMA, Historia de
las sagradas reliquias de San Francisco de Borja, Bilbao, Razón y Fe, 1946
y C. EGUÍA RUIZ, Reliquias de San Ignacio
de Loyola y San Francisco Javier: su recorrido triunfal por España, Madrid,
1924.
[55]
El colegio obtuvo las reliquias de otros mártires, como San Amancio y San Cayo:
“En su tiempo trajo de Roma varias e insignes reliquias con testimonio
jurídico. El P. Juan de Casarrubios, prepósito de la casa profesa de Sevilla
cuando fue por provincial de esta provincia a la congregación de procuradores y
pidiéndole el P. Miguel Carbonel algunas reliquias que colocar en nuestra
iglesia, le envió dos insignes que fueron la canilla de un brazo de San
Amancio, mártir, y un pedazo grande de otra canilla más gruesa de San Cayo
mártir, y el dicho P. Juan de Casarrubios justificó con juramento y firma suya
ser las mismas que en Roma recibió el P. Juan Corbo, presbítero vecino de
aquella ciudad como todo consta más largamente de testimonio auténtico y pasado
por el ordinario, que se guarda en el archivo de este colegio”, Historia
del Colegio de Carmona (Agosto de 1620 a 1754) escrita por el P. Juan Bª de
Algaba, A.P.T.S.I., C-198
(126), f. 30 r.
[56] F. J. HERRERA GARCÍA, F. QUILES GARCÍA y C.
SAUCEDO PRADAS, Carmona barroca: panorama
artístico de los siglos XVII y XVIII, Sevilla, Ayuntamiento de Carmona,
1997, pp. 77-78 y A. MARTÍN PRADAS e I. CARRASCO GÓMEZ, “La Iglesia
del [...], op. cit., p.
525.
[57] Véase Q. ALDEA (ed.), Ignacio de Loyola en la gran crisis del siglo XVI: Congreso
Internacional de Historia, Bilbao, Mensajero, 1991; J. BRODRICK, Saint Ignatius Loyola: the pilgrim years,
London, Burns & Oates, 1956; C. EGUÍA RUIZ, Reliquias de San Ignacio [...], op. cit.; R. GARCÍA-VILLOSLADA, Loyola y Erasmo: dos almas dos épocas,
Madrid, Taurus, 1965; J. JUAMBELZ, Bibliografía
sobre la vida, obras y escritos de San Ignacio de Loyola, Madrid, Razón y
Fe, 1956; Ignacio de LOYOLA, Obras completas [...],
op. cit.; W. MEISSNER, Ignacio de Loyola:
psicoanálisis de un santo, Madrid, Anaya & Mario Muchnik, 1995; J.
PLAZAOLA (ed.), Ignacio de Loyola y su
tiempo: Congreso Internacional de Historia, Bilbao, Mensajero, Universidad
de Deusto, 1992; A. RAVIER, Ignacio de
Loyola y el arte de la decisión, Palma de Mallorca, 2000 y R. SAINZ DE
DIEGO (ed.), San Ignacio de Loyola en
Alcalá de Henares: (1526-1527), Alcalá de Henares, Institución de Estudios
Complutenses, 1991.
[58] Entre las reliquias de San Ignacio se
encontraba un relicario de plata donde se colocó una carta propia. Actuaba
frente las enfermedades y, especialmente, protegía a las mujeres embarazadas:
“La devoción de nuestro padre San Ignacio creció mucho en este tiempo y
especialmente en sus enfermedades, enviaban todos a casa por una reliquia suya
que tenemos, y viéronse cosa al parecer milagrosa, entre ellos una mujer que
tenía la criatura muerta en el vientre, mas hacía de tres días; estando ya casi
moribunda, corrompida y hedionda, encomendose al santo, pidiendo su reliquia al
punto, al punto se la aplicaron parió y libró del peligro”, Historia del Colegio de Carmona (Agosto de 1620 a
1754) escrita por el P. Juan Bª de Algaba, A.P.T.S.I., C-198 (126),
f. 33 r.
[59] San Francisco de Borja (1565-1572) fue
antiguo de Gandía y tercer general de la Compañía de Jesús. L. COLOMA, Historia de las [...], op. cit. y E.
GARCÍA HERNÁN, Francisco de Borja, Grande
de España, Valencia, Institució Alfons el Magnánim, 1999 y La acción diplomática de Francisco de Borja
al servicio del Pontificado 1571-1572, Valencia, Organismo Público
Valenciano de Investigación, 2000.
[60] “Por este
mismo tiempo entró al colegio en posesión de una singular reliquia de San
Francisco de Borja, y es una espada ancha jineta con guarnición dorada y buena
hoja de que el santo usó en vida. Diósela a su hijo y heredero en el estado, a
un caballero amigo suyo llamado Mansilla de Lugo, guardajoyas de la majestad de
la señora emperatriz doña María, cuando habiendo enviudado en Alemania se
volvió a Madrid, asegurando la había ceñido su santo padre y dicho caballero
con la misma aseveración se la dio en Madrid don Juan Barrientos Villafuente,
regidor de Carmona y alguacil mayor de su cabildo, el cual por lo mucho que
estimó a la Compañía dio tan preciosa joya a este colegio afirmando todo lo
referido y por el dicho caballero tan grandes siempre en Carmona se ha tenido y
tiene por prenda del santo la dicha espada digna de toda veneración, mayormente
de nuestros religiosos soldados jesuitas para que armados y alentados con la
espada de su general, peleen animosos las batallas de Dios de los ejércitos
contra el demonio, su declarado enemigo”, Ibídem,
f. 28 r.
[61] San Francisco Javier (1506-1552) fue uno de
los primeros compañeros de San Ignacio y famoso misionero en Asia, llamado el
“Apóstol de las Indias”. Véase R. CUÉ, No
ha muerto Xavier (En el IV Centenario de su muerte), Palencia, 1962; I.
INDART, Francisco de Xabier, Vitoria,
Servicio de Publicaciones del Gobierno Vasco, 2000; C. PÉREZ BUSTAMANTE, Cuarto Centenario de la muerte de San
Francisco Javier, Madrid, Instituto de España, 1952 y G. SCHURHAMMER, San Francisco Xavier: esbozo de su vida,
Burgos, 1922.
[62] J. Mª CARMONA DOMÍNGUEZ (dir.), La Virgen de Gracia de Carmona, Carmona,
Hermandad de Nuestra Señora la Santísima Virgen de Gracia, 1990.
[63] En cuanto a la vida del santo, podemos
señalar la siguiente fuente: F.
J. CEBREROS, Vida del señor San Teodomiro
mártir, natural y patrono de la ciudad de Carmona, Madrid, 1805, B.N.
1/4410. Véase A. GARCÍA RODRÍGUEZ, Teodomiro,
Carmona, Consejo de Hermandades y Cofradías de Carmona, 1995.
[64] El relato de
algunas de estas vidas también aparecen en Varones
ilustres de la Provincia de Andalucía de la Compañía de IHS. Que han florecido
desde el año de 1552 hasta el de 1650 por el P. Santibáñez, A.P.T.S.I.,
C-183 y Varones ilustres de la Provincia
de Andalucía, que han florecido desde 1552 hasta 1650 por el P. Juan de
Santibáñez, A.P.T.S.I, C-183 (1218).
[65] “Porque la pobreza es como baluarte de las
religiones, que las conserva en su ser y disciplina y las defiende de muchos
enemigos, y así el demonio procura deshacerle por unas o por otras vías,
importará para la conservación y aumento de todo este cuerpo que se destierre
muy lejos toda especie de avaricia [...]”, Ignacio de LOYOLA, Obras completas [...], op. cit., p. 592.
[66] Al hermano Francisco de Ocaña se le
describía así: “[...] su comer a mediodía parco, a la noche las más no tomaba
nada”, en Historia del Colegio de Carmona
(Agosto de 1620 a 1754) escrita por el P. Juan Bª de Algaba, A.P.T.S.I.,
C-198 (126), f. 58 v.
[67] Uno de los primeros pobladores del colegio y
segundo rector (1626-1629). Ibídem, f. 36 v.
[68] Esta es la descripción del P. Juan de Pina: “Los últimos años de su vida fue infatigable y continua su asistencia en el confesionario entrando bien temprano todos los días y no saliendo de allí hasta bien tarde cuando ya no esperaba que llegase más gente a nuestra iglesia. Confesaba en ella buena parte de las personas más calificadas de esta ciudad, sin limitar su celo a solas señoras y gente principal que le tenían por padre, porque con el mismo gusto y agrado oía a las personas más pobres y humildes”, Ibídem, f. 87 r.
[69] Ibídem, f. 64
v.
[70] Ibídem, f. 15 r.
[71] “[...] quizás sea este siglo, junto con la
época visigoda, uno de los menos investigados, excepto en el aspecto
artístico”, en A. HERRERA GARCÍA y J. R. BALLESTER SALGUERO, Breve Historia de Carmona, Málaga,
Sarriá, 2002, p. 62.
[72] E. MIRA CABALLOS y F. de la VILLA NOGALES, Carmona en la Edad Moderna: religiosidad y
arte, población y emigración a América, Sevilla, Muñoz Moya, 1999.
[73] J. S. B. ARELLANO , Antigüedades y excelencias de la villa de Carmona, y compendio de
historias, Sevilla, 1628, B.N. 2/41176; La
Historia de Carmona que en el año de 1628 escribió el P. Fr. Juan Baptista de
Arellano se divide en diez mapas para mayor diversión de los curiosos con
algunas notas, y adicciones, y se continua hasta el presente año de 1787 por el
Curioso Carmonense, Carmona, 1787 (editado por Antonio Lería,
Carmona, 1997), I.H. (CSIC) F.A. G-374 y M. FERNÁNDEZ LÓPEZ, Historia de
la Ciudad de Carmona, Sevilla, 1886, B.N. 2/7682.
[74] Véase E. MAZA ZORRILLA, Pobreza y asistencia social en España, siglos XVI al XX. Aproximación
histórica, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1987. En el
manuscrito hay una constante queja por elevado número de pobres: “[...] siendo tanto el número de pobres, que
cada día se socorría, que no siendo capaz de tan confusa multitud la estrecha
calle de la portería, se les repartía todos los días en la plazuela de la
iglesia la limosna. Añadiose a esta, igual o mayor cantidad que diariamente se
daba a muchos vergonzantes y entre ellos a familias muy honradas, a quienes se
estorbaron con este alivio conocidos riesgos”.
Historia del Colegio de Carmona (Agosto de 1620 a 1754) escrita por el
P. Juan Bª de Algaba, A.P.T.S.I., C-198 (126), f. 154 r.
[75] Los jesuitas ya habían sido expulsados de
Portugal (1759) y Francia (1764). J. BURRIEZA SÁNCHEZ y T. EGIDO, “La antigua
Compañía [...], op. cit., pp. 225-278 (en especial el capítulo VI de Teófanes
Egido); E. GIMÉNEZ LÓPEZ (ed.), Expulsión y exilio de los jesuitas
españoles, Alicante, Universidad de Alicante, 1997 e I. PINEDO, “La
expulsión de [...], op. cit., pp. 697-708.
[76] A. GARCÍA RODRÍGUEZ, Teodomiro [...], op. cit., pp. 45-50 y 70-75.
[77]
www.cervantesvirtual.com/bib_tematica/jesuitas/index.shtml. En cuanto a los estudios jesuíticos,
especialmente en lo referente a la expulsión, destaca el Área de Historia
Moderna de la Universidad de Alicante, que ha realizado diversos proyectos
desde principios de la década de los 90, bajo la dirección del Dr. Enrique
Giménez López.