Francisco Javier ZAMORA RODRÍGUEZ, La “papilla dell’occhio della Toscana” y la posición hispánica en el Mediterráneo occidental (1677-1717), Madrid, Fundación Española de Historia Moderna, 2013, 202 pp.

 

Jill Syverson-Stork

Wellesley College

 

El establecimiento de la institución consular, según Francisco Javier Zamora Rodríguez, ganador del III Premio de Jóvenes Investigadores de la Fundación Española de Historia Moderna (FEHM), respondió, en gran parte, a las necesidades de la comunidad de comerciantes en el extranjero. Sin la actividad de los consulados, la Monarquía no hubiera podido actualizar el dinámico intercambio de bienes con territorios fuera de su jurisdicción. Pero más allá de su cargo mercantil, Andrés de Silva –cónsul español en el puerto franco-toscano de Livorno entre 1677 y 1717—mantuvo el equilibrio en una zona geoestratégica y comercialmente clave para la Monarquía: defendió intereses políticos tanto como económicos y proveyó una variedad de servicios a los súbditos del gobierno hispánico en el extranjero. Con el comercio y el corso en el Mediterráneo a fines del XVII y principios del XVIII como intrigante telón de fondo, F. Zamora parte de un estudio de caso para elucidar el papel fundamental que ejercieron los cónsules españoles en los territorios del Mediterráneo occidental y también en el entramado imperial hispánico. La falta de reglamentación jurisdiccional a la hora del nacimiento de la institución consular otorgó a cada cónsul la singular capacidad de definir su papel y concretar los servicios que ofrecería. En La “pupilla dell’occhio della Toscana”, F. Zamora arroja luz sobre este espacio hasta ahora poco estudiado en la historiografía y analiza los cambios producidos en el equilibrio del poder mediterráneo debido a la actividad de estos —en sus palabras –“agentes extraterritoriales”.

 

El libro, dividido en tres capítulos, traza primero los motivos y el complejo proceso de instalación de un consulado en Livorno. En la documentación italiano-toscana de la época, explica el autor, se refiere a Livorno como la pupilla dell’occhio della Toscana, término apropiado debido a su ubicación centralizada como una de las puertas principales de Italia—desde la cual radiaban rutas de tráfico mercantil —y también como puerto, asociado con la defensa de posesiones de tierra. Un florentino, Antonio Borgi (1655), fue nombrado el primer cónsul de la ciudad y reino de Nápoles para el puerto de Livorno. Borgi fue seguido por Andrés de Silva, bautizado en Valencia. Andrés de Silva hablaba portugués como lengua materna y dominaba el español y el italiano. Además de ser multilingüe –y así tener lo que Yun Casalilla, en su Introducción al libro Las Redes del Imperio. Élites sociales en la articulación de la Monarquía Hispánica, 1492-1714, Madrid, 2009, llama “capital trans-nacional” (p. 20) ̶ Andrés de Silva, con sus raíces portuguesas, estaba muy familiarizado con los hombres de negocios sefarditas que habían adquirido poder en el puerto. Según F. Zamora, la Corona tenía necesidad de personas con “su pública y teórica adherencia a la religión católica unido a su conocimiento del know-how de los lobbies judíos” (p. 30). Andrés de Silva, argumenta F. Zamora, poseía las destrezas, la experiencia, y los contactos que iban a transformarlo en un recurso de gran utilidad para la Monarquía en el Mediterráneo occidental.

El segundo capítulo explora la importancia geoestratégica y comercial del consulado en Livorno para el sistema imperial español, y demuestra cómo Andrés de Silva –perfectamente ajustado a las particularidades del puerto de Livorno—posibilitó no solo la dinamización de sus mercados, sino también la protección de sus intereses políticos. Livorno era paso obligatorio en la ruta financiera y comercial Génova-Nápoles, y desde su posición, se podía abastecer y financiar los importantes Reales Presidios.

 

Las múltiples funciones y servicios del cónsul español Andrés de Silva se retratan en el último capítulo. F. Zamora enumera los cargos y documenta el papel activo del cónsul como mediador, no solo en la comunidad plurinacional hispánica que habitaba el puerto, sino también en los conflictos internacionales que resonaban allí. Desde juez en casos de barcas y mercancías interceptadas por corsarios trapaneses, hasta instrumento de intercesión a favor de cautivos y soldados escapados de cárceles de los enemigos de la Monarquía Hispánica, Andrés de Silva se movió tanto en el plano comercial como en el político-diplomático. De la compra de esclavos al espionaje, la organización de levas en el puerto o la recepción de grupos aristocrático-nobiliarios, F. Zamora reconstruye el arco cronológico y el mosaico complejo de actividades de la casa consular española en Livorno a base de documentación original –correspondencia, noticias y acuerdos de neutralidad ̶ e incita futuras investigaciones archivísticas, asegurándonos de “una rica documentación bien conservada y seriada, tanto en centros españoles como italianos” (p. 172).

 

Francisco Javier Zamora Rodríguez, investigador en el Centro de História de Além-Mar (CHAM) de la Universidade Nova de Lisboa, documenta como la pupilla dell’occhio della Toscana y su cónsul, Andrés de Silva, llegaron a ejercer no solamente un papel clave en la geopolítica imperial hispánica, sino también en el proceso de consolidación del estado moderno. En este libro, y en su ensayo recién publicado en el libro de Bethany Aram y Bartolomé Yun Casalilla, Global Goods and the Spanish Empire, 1492-1824 (London, Palgrave/McMillan, 2014), Francisco Rodríguez Zamora arguye lúcida y elocuentemente la importancia de estudiar a fondo los espacios y las personas que facilitaron el funcionamiento “de todo un imperio” (p. 9).

                                                           

 



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Tiempos Modernos: Revista Electrónica de Historia Moderna
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