EXTREMERA EXTREMERA, Miguel Ángel, El notariado en la España Moderna

SORIA MESA, Enrique, Los últimos moriscos. Pervivencias de la población de origen islámico en el reino de Granda (siglos XVII-XVIII), Valencia-Granada-Zaragoza, Universidad de Valencia, Universidad de Granada, Universidad de Zaragoza, 2014, 289 pp.

 

Soledad Gómez Navarro

Universidad de Córdoba

 

 

El profesor Enrique Soria Mesa ha dado recientemente otra magnífica muestra de su imponente talla de historiador y de su buen quehacer como tal, con el trabajo que encabeza y da contenido a esta reseña.

 

Precedido de aportaciones muy serias sobre el colectivo morisco y, en concreto, la posibilidad de su permanencia y mantenimiento de su idiosincrasia específica, como las de Domínguez Ortiz, Bernard Vincent, Trevor Dadson, Gobert Westerveld, y aun las del mismo Enrique Soria al respecto, alimentadas en sendos Proyectos de Investigación de ámbito andaluz y nacional, y sustentada en una impresionante amplitud y variedad de huellas documentales locales, regionales y nacionales, la tesis principal de esta obra, si yo la he entendido bien y resultado final del proyecto de investigación homólogo de lo que fue la oposición al cuerpo de catedráticos de Universidad al que ahora su autor pertenece es la pervivencia de “miles de moriscos”, más allá indudablemente de los que pudieron quedarse legalmente según contemplaba la real cédula de la expulsión definitiva de 1609-1614, logrando “permanecer ocultos”, en España, “especialmente en el reino de Granada”, y perviviendo hasta bien entrado el Setecientos e incluso las primeras décadas del Ochocientos, frente a la generalizada visión de la historiografía especializada de que la expulsión decidida por Felipe III “parecía haber acabado con la presencia secular del Islam en España”. No obstante, lo más interesante de la misma, con ser lo apuntado, per se, ya suficientemente importante, es la “enorme capacidad de recuperación económica y social” del colectivo que analiza, “hasta el punto de que alcanzaron en pocas generaciones una sólida posición”, resultando que junto a la integración de una parte del mismo “perfectamente, disolviéndose en la masa cristiano vieja”, y los colaboracionistas, “indultados para siempre”, otro alto porcentaje mantuvo “casi intacta” su personalidad, lo que se debió “en gran medida al uso sistemático de la endogamia”, y otra buena proporción conservara y practicara actitudes religiosas y culturales calificables de heterodoxas, “cuando no de heréticas”, que es el reprimido por la Inquisición en 1727 y en los inmediatos autos de fe de los dos años siguientes. Asienta así “una nueva historia de España” sobre esta temática, hasta el momento “olvidada por completo” por la historiografía especializada –que además ha revelado por fin que estamos ante un colectivo complejo y muy alejado, por tanto, de una “masa amorfa, acéfala” o unitaria ̶ , y que, como es magnífica investigación y mejor libro, indudablemente inaugura y abre “futuras líneas de investigación” en y para “las próximas décadas”. Todo ello lo canalizan once enjundiosos capítulos, incluyendo introducción, historiografía y conclusiones, que van desde lo demográfico a lo cultural pasando naturalmente por lo económico y lo social, que en ningún momento dan tregua al lector o posibilidad de despistarse, y, sobre todo, en los que ninguna línea sobra o da concesiones a lo superfluo o secundario, y a los que abrochan apéndices muy útiles, relación de fuentes empleadas –muchas, selectas y variadas, como ya he dicho, y procedentes de archivos locales, regionales y nacionales, aunque con lógico predominio de Granada por el tenor de la investigación, así como también de otras partes de Andalucía ̶ , y una indispensable y sólida bibliografía específica y especializada.

 

Respectivamente a los aspectos indicados, y centrado en la Granada de los siglos XVII y XVIII, como ya sabemos, se afirma que, en lo demográfico, es imposible conocer cuántos individuos compusieron la comunidad morisca que logró escapar a los decretos de expulsión de la segunda mitad del Quinientos y de la primera década del Seiscientos, aunque sí clasificarlos en cinco grandes tipologías, como son las antiguas élites colaboracionistas, conjuntos “periféricos” e integrados paulatinamente con los cristiano-viejos locales, los asimilados por completo hasta desaparecer entre los anteriores, un conjunto de familias asentadas en la ciudad de la Alhambra y dedicada en especial al trato de la seda cuyas innegables ganancias las torna  acomodadas y aun ricas, y un último grupo de familias de claro perfil criptoislámico. En lo social, el uso hasta casi el abuso de la endogamia como estrategia matrimonial básica del colectivo y como “hecho diferencial” del mismo, y un funcionamiento familiar basado en la ausencia completa de monjas; la soltería definitiva para una parte de las hijas, en unos casos, o la hipogamia habitual, en otros; la presencia de varones destinados al estamento eclesiástico; la ausencia de casamientos mixtos; la constitución de una grande y bastante compacta familia colaboracionista a base de parentelas relacionadas entre sí por el matrimonio, por “una brutal endogamia”, y la persecución de apoyos y solidaridades en la búsqueda de parientes más allá de las fronteras del reino de Granada.

 

En lo económico, por la “enorme capacidad de recuperación económica del grupo” que estudia hasta lograr con actividades económicas centradas en la artesanía y el comercio, el arrendamiento de rentas y bienes de otros, y obviamente en la acumulación de propios –inmuebles rústicos y urbanos, semovientes y bienes de capital, censos específicamente pero también joyas, dotes y dinero en metálico ̶ niveles de fortuna “muy considerable”, y sobre todo, porque esto es especialmente llamativo, recompuesta relativamente pronto tras la persecución de 1727. En lo político, por la posesión y ejercicio de varios y diversos oficios públicos y profesiones liberales, como escribanos, procuradores, regidores, abogados de la Chancillería, médicos y boticarios, o de servicio religioso como clérigos, aunque lo realmente novedoso en esta actividad es que va ligada a un nuevo grupo social, “desconocido hasta el momento”, que permaneció en el territorio granadino hasta el Setecientos sosteniendo muy claras sus señas de identidad, aun en no pocos casos “permaneciendo fieles a las enseñanzas islámicas”, amparado para el desempeño de aquella faceta en el indudable arreglo mediante el fraude, testifical y documental, y la genealogía, de su más que dudosa limpieza de sangre, y que a veces constituyó auténticas y muy dilatadas en el tiempo sagas de oficiales al servicio del rey, como los Córdoba-Mendoza o los Fustero.

 

Y en lo cultural, y sobre la base del indudable peso del dinero para explicar las constantes transformaciones experimentadas en la España Moderna, como la misma santa Teresa de Jesús reconocía cuando hablando de su propio tiempo, precisamente, lo llamaba “el gran revolvedor de los tiempos”, en la acomodación de los recién llegados al sistema estamental e ideológico del Antiguo Régimen, justamente la mejor forma de evidenciar la fuerza de este orden social, diferenciador y nobiliario, desigual y del privilegio, aún incluso en pleno siglo de la Ilustración, y del interés de aquellos mediante el entronque, en no pocas ocasiones, con la nobleza tradicional, por instalarse en él, mantenerlo y sostenerlo aun, insisto, casi en los albores de la contemporaneidad; en la invención de un pasado cristianizado por necesidad jurídica o política, que no étnico-religiosa, incluso cuando aún la Alhambra es musulmana, esto es, antes de las conversiones forzosas, por el más que probable interés por distanciarse de los moriscos después llegados a la fe católica, lo que es singularmente importante del libro que nos ocupa porque este proceso no ha sido entendido precisamente así por la historiografía especializada; en la anulación o negación total, mediante la creación de “un pasado mítico”, de su auténtico origen morisco, como hicieron los Jiménez Venegas, o los Aranda Sotomayor, ejemplo, como dice el profesor Soria, de llegar “al extremo”, el “perfecto colofón” del proceso indicado, o “un auténtico paradigma de la capacidad inventiva de los moriscos tardíos que quisieron asimilarse del todo en lo social, aunque en lo más hondo de su alma siguieran siendo musulmanes”.

 

En esa búsqueda por ser molestados lo menos posible, casi hasta la invisibilidad, objetivo logrado en gran medida y durante bastante tiempo, sin duda tuvo que ver, y mucho, la confección de una red protectora –mejor dicho, redes, porque son de solidaridad por los, en este caso, cristianos viejos Ladrón de Guevara, o de ascenso y progresión social, ahora por los moriscos Aranda Sotomayor para precaverse lo mejor posible ̶  por la complicidad al efecto de los poderosos locales y, otra vez, por el dinero empleado en pro de sus intereses, con prodigalidad e inteligencia, por los moriscos granadinos; lo que, sin embargo –y a la postre ̶  no impidió “el desastre de la persecución de los islamizantes”, en palabras del capítulo homónimo de esta extraordinaria obra, en el ya consabido filo de la segunda década del Setecientos, lo que en el fondo, y en realidad, es la mejor prueba del fracaso de toda aquella estrategia, de los denodados esfuerzos por auparse sobre la falsación, de tan tamaña acción como sus protagonistas ejecutaron o lucharon por ejecutar; así como la justificación de lo necesario que era seguir, también en aquel mismo tiempo, adoctrinando, cristianizando y recristianizando, precisamente por la prosecución de la práctica islámica por una parte importante de población granadina aunque fuese minoría en el conjunto total de la misma. Por lo mismo, tras el trance de 1727, quizás solo cabían las actitudes que Soria Mesa magistralmente dibuja: Para quienes ya habían continuado fieles al catolicismo, la asimilación social absoluta, en magnífico ejemplo de aculturación perfecta, integrándose y disolviéndose totalmente en el conjunto dominante, como refleja la paulatina sustitución de la endogamia por los matrimonios mixtos. Para los islamizantes conscientes o inconscientes, el exilio o la reconstrucción, como reza el capítulo que analiza los comportamientos y las respuestas, sustentando la permanencia contenida en la última posición, posible por los indudables factores favorables a la misma de una recuperación asombrosa y rápida que solo persiguiendo seguir manteniendo los muy fuertes lazos de solidaridad interna, reavivó los viejos instrumentos de las redes y las relaciones, las relaciones y los reagrupamientos, los matrimonios endogámicos y los contactos, en la perseverancia en las propias creencias islámicas y en sus correspondientes prácticas culturales hasta incluso bien entrado el Ochocientos.

 

Hasta aquí lo que he entendido de la sustancia de esta imprescindible obra que, como dije al principio, culmina con la incorporación de una serie muy bien pensada, y desde luego inexcusable para el contenido de aquella, de diez apéndices, que quizás hubiese convenido integrar más en el texto, por lo menos en alguna ocasión, sobre la identificación y profesión de los islamizantes granadinos en los procesos de 1727-1729, una comparativa de las dotes de una de las familias moriscas más importantes –y muchas veces citadas en el texto como ejemplo de los procesos de ascenso y promoción social o de mimetización con el medio- como los Aranda Sotomayor, y de quienes también se ofrece una selección de sus documentos más significativos; los oficios públicos y dignidades en manos de los moriscos granadinos desde 1571 como respaldo de la también señalada secular vinculación al servicio de la función pública; un extracto de las pruebas de nobleza de los Reduán; la declaración del genealogista Blas de Salazar en la probanza de hidalguía de don Jacinto Jiménez Venegas; una selección de documentos de los falsos Venegas de Granada; el memorial de la ciudad de Granada denunciando a los Cuéllar y los Madrid; y una utilísima relación por orden alfabético de las principales familias moriscas granadinas de los siglos XVII y XVIII; y para los que  hubiese sido ya ideal y la perfección sumarles índices toponímico y especialmente onomástico y analítico, de tanto servicio en una obra como la que nos ocupa.

 

Pero los buenos libros, como es el caso, son los que abren caminos, confirman los ya roturados, y, sobre todo, suscitan preguntas, requisitos todos ellos sobradamente cumplidos por este que reseño. Lo primero, ya se dijo e indicó; cumplo con lo segundo y lo tercero ahora señalando lo que más ha llamado mi atención de sus aportaciones. Así, comprobar cómo llegan hasta el XVIII los valores nobiliarios estamentales como sustentación aún principal del orden social y, por ende, la perdurabilidad del sistema y la casi imperceptibilidad del cambio, cambio inmóvil, efectivamente, y precisamente por eso, como muy acertadamente ya lo denominó el profesor Soria en otro de sus magníficos trabajos; quizás el fracaso de las redes tejidas con tanto esfuerzo por los moriscos granadinos por el proceso de 1727, si lo que se  pretendía era agruparse entre los poderosos, lo que también lleva a preguntarse sobre el porqué de la delación, su verdadera motivación; la pericia y seguridad en el manejo de las fuentes genealógicas porque pese a su más que presumible falsificación, esta investigación sortea admirablemente la dificultad metodológica de estar seguros de que son los que son, evitando el riesgo de que falle el resultado si falla la base; o la necesidad de constante adoctrinamiento, precisamente porque muchos resistían el disciplinamiento y su control.

 

Todo ello, insisto, porque en un trabajo que va creciendo de menos a más e inmejorable prueba del gran historiador que es su autor, es un buen libro que con pluma ágil, rápida, conceptualmente muy precisa, veloz, y absolutamente gráfica pues con unos cuantos trazos dibuja un concepto, una idea, una imagen, toda una evolución o trayectoria, crea, a mi entender, tesis, es decir, teoría, en tres sentidos: Sobre la base de que ciertamente estamos ante una minoría y que pudo quedar legalmente una proporción determinada de la misma, la constatación de que muchos moriscos escaparon a los decretos definitivos de expulsión y permanecieron por largo tiempo en tierras granadinas; se infiltraron muy bien en esa sociedad; y siguieron islamizando como rasgo de su identidad cultural. En definitiva, un paradigma de lo que es buena Historia Social y de cómo se hace buena Historia Social; invito ya al lector a que lo compruebe por sí mismo.                                                                                                  



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Tiempos Modernos: Revista Electrónica de Historia Moderna
ISSN: 1699-7778