Reflexiones sobre el alcance político y social de
las fundaciones de la Concepción: el peculiar caso gaditano[1]
Reflections on the
political and social consequences of the Conception order’s foundations: the
peculiar case of Cadiz
Frédérique
Morand
Doctora por la Universidad de París VIII
frederiquemorand@hotmail.com
A la duquesa de Medina Sidonia,
In memoriam
Resumen: el primer monasterio en Cádiz, convento de la orden de la Concepción, se volvió una fuente de reflexión de carácter político y social de primera magnitud. A partir de crónicas, tras el estudio pormenorizado del acta fundacional y la consulta de documentación archivística fue posible revelar hechos ignorados: otro lugar para la primitiva fundación, en período de vacancia, algunos tiempos antes de la expulsión de los franciscanos, etc. La historia de este convento en el que profesaron hijas, nietas y sobrinas de regidores, eclesiásticos de alto rango, permite entender el itinerario espiritual, social y político puesto en marcha por las autoridades. Los primeros pasos de la institución descubren a la elite del lugar, sus origines, influencias e intenciones en materia de fundación durante la Reforma, un ejemplo de estrategia local al servicio de la monarquía.
Palabras clave:
fundación monástica, reforma, concepcionistas, elite, Cádiz.
Summary: this article offers an attentive
approach and political study of the first nuns monastery of the Conceptionist
order founded in Cadiz at the beginning of the Eighteenth century. Reading
chronicles, and after a detailed study of the foundation act and consulting all
kind of archive documents, we can observe facts which were forgotten up to now:
an other space for the primitive monastery, during bishop vacation, before
Franciscans expulsion, etc. This convent history, with its daughters of
outstanding people, notaries, lawyers and high rank clergymen, try to
understand better the spiritual, social and politic map of this harbour city at
the end of Western Europe. We learned about this town, this elite, this origins,
about its influences and intentions concerning religious foundation during the
Reform, a strategy to serve Spanish monarchy.
Key words: monastic foundation, reform,
Conceptionist order, elite, Cadiz.
Introducción
La bibliografía
concepcionista cuenta con destacadas y amplias aportaciones en las personas de
Omeachevarría y Gutiérrez[2].
La profesora Reder, en una mirada retrospectiva a la
clausura femenina en Andalucía, destacó los avances historiográficos
conseguidos desde la década de los ochenta[3]. El afán de los historiadores y, particularmente,
su interés por el estudio de los monasterios de la diócesis de Toledo, Madrid y
los de la Provincia de Andalucía no se puede ignorar. Conviene destacar las
investigaciones de Muñoz, Graña y Canabal, así como las de Herrero y Miura[4].
Asimismo, el lector interesado ha de consultar el artículo titulado, "Las voces silenciosas de los claustros de clausura",
cuya exhaustivo carácter bibliográfico difícilmente se puede superar[5].
Lo que
tradicionalmente historiadores y cronistas han apartado de su campo de estudio,
- las mujeres y el monacato -, progresivamente viene recobrando el protagonismo
que le corresponde. La consideración de la institución como fenómeno religioso
y hecho social de especial importancia parece reconquistar, desde las décadas
de 1980-90, el espacio negado durante siglos[6].
No obstante, "la escasez de estudios
monográficos y comparativos de conventos de clausura" sigue
configurando la bibliografía de la orden; Reder apuntó
el camino por recorrer "para tener un conocimiento exhaustivo del devenir
general y particular de los conventos de religiosas durante la Edad
Moderna"[7]. Es de
suponer que dicho interés se acrecentará en los próximos años: en 2011 las
concepcionistas celebrarán los quinientos años de su Regla. Tras evocar en
algunas líneas el estado de la cuestión referente a los estudios sobre la Orden
de la Inmaculada Concepción (OIC), he de justificar el porqué de otro artículo
sobre monjas en Andalucía.
En
primer lugar, y como no existe una metodología única para abordar el estudio de
las fundaciones sino una variedad de aproximaciones, he decidido interesarme
por una fundación en particular. Es de notar que en Andalucía el mayor número de monasterios
instaurados entre los siglos XV y XVI perteneció a las monjas de la Concepción,
con tres conventos en el XV y nueve en la centuria siguiente[8]. Entre ellos, el caso de Cádiz resultó de mucho interés
para abordar los distintos enfoques que ofrece el análisis fundacional.
Las profesoras Cid y Muñoz no utilizaron documentación inédita para realizar su
estudio sobre la orden en Andalucía sino crónicas, "a la espera de que
trabajos posteriores arrojen luz sobre ellos"[9].
No
vamos a hablar de uno de los monasterios mejor documentados de España como fue el caso, por ejemplo, de la fundación
del convento de San Francisco de Valladolid[10]. Tampoco de una
ciudad cuya historia estuviese bien fundamentada a principios del XVI, no por
falta de calidad de los estudios realizados[11]
sino por escasez de documentación: las ordenanzas del concejo han sido casi todas destruidas en
1596 por la flota Anglo-Holandesa, no existen actas catedralicias anteriores al
año 1583, y ningún auto previo a 1531 se conserva en el Archivo Histórico
Provincial[12].
Sin embargo, la lenta recogida de documentación en distintos archivos de la
Península permite aportar mayores datos sobre esta primera fundación gaditana. Recalcar casos
particulares y analizar el sentido de los actos de sus protagonistas también es
válido para conocer mejor el conjunto de los institutos monásticos en España.
Cualquier fundación, aunque sea de la misma orden, ha de atenerse a situaciones
prácticas y particulares. Una institución monástica no es exclusivamente
representativa de la devoción de su entorno sino que ha de adaptarse al
contexto social y político de la urbe en la que se asienta. Por tanto, hablar de las
órdenes monásticas no sólo interesa por su vertiente eclesial. En palabras de
Quesada, "es conveniente poner de relieve la
importancia que todas aquellas fundaciones religiosas tuvieron sobre la vida y
la identidad urbanas[13]."
Comprender cómo se instalaron estas fundaciones en las ciudades constituye un
eje primordial para asentar las bases de la sociedad española[14].
Según Miura, la línea emprendida por el estudioso portuense Sopranis se quedó
sin continuadores; quizás, porque los investigadores de las órdenes mendicantes
"prefirieron la comodidad de la línea historiográfica más tradicional, que
permitía analizar un centro sin necesidad de conocer el ámbito en el cual se
inscribe[15]."
Quien
dice identidad urbana remite, obviamente, al núcleo familiar. Si obviamos las
fundaciones reales,
era preciso la existencia de algunos grupos urbanos dotados de recursos
económicos suficientes para llevar a bien el proyecto. En nuestro caso, no fue
ningún matrimonio acaudalado el impulsor del primer instituto monástico en
Cádiz sino el concejo. En palabras de la profesora
Muñoz, la conveniencia de crear lugares de acogida de mujeres que por
vocación religiosa o por condicionantes sociales desestimaban la vía
matrimonial justificó la aparición de estos centros regulares; se quería dar
respuesta tanto a necesidades sociales como a las estrictamente vocacionales[16].
Sin lugar a dudas, las fundaciones femeninas obedecían a estos parámetros. No
obstante, a veces, existía una tercera vía, la política, como bien lo demostró
Cid para el Reino de Granada[17].
Podríamos
preguntarnos cuáles fueron las particularidades de esta institución respecto a
las demás en el mismo período. La fundación se inserta dentro del ecosistema conventual
medieval. Sin embargo, no adoptó ninguna de las reglas habitualmente elegidas:
ni la de San Francisco, ni la de Santa Clara, tampoco la del Cister[18];
no eran benedictinas, ni jerónimas las monjas de la Concepción de Cádiz, sino
que habían de seguir la regla de San Pedro. La total desvinculación de la orden
franciscana del proceso fundacional, a mi modo de ver, ilustraba el carácter
reformista íntimamente vinculado a la implantación de esta nueva orden.
Conviene resaltar que, pese a la fuerte presencia de mendicantes en Andalucía,
los discípulos de Cisneros no intervinieron en el proceso correctivo gaditano.
Demostrar que en Cádiz la ausencia franciscana hasta bien entrado el siglo XVI
tiene una fuerte valoración política, tanto de carácter local como conforme a
la reforma emprendida por la monarquía, constituye uno de los objetivos de
nuestro estudio. Como subrayó recientemente Alique, aunque lo asociara
exclusivamente al desarrollo de la observancia franciscana, uno de los temas
que necesita mayor atención es el papel que desempeñaron los poderes seculares,
o sea, los representantes concejiles, impulsores en paralelo y de forma
complementaria de los deseos centralizadores de los monarcas[19].
En este caso, no vamos a analizar las relaciones entre los franciscanos y las
concepcionistas sino señalar el alejamiento jurisdiccional de los frailes a lo
largo del proceso de consolidación institucional. No estudiaremos el
comportamiento religioso de estas mujeres sino el de sus dirigentes tanto
civiles como eclesiásticos así como la estrecha vinculación familiar, política,
urbanística y espiritual existente alrededor de este primer proyecto
fundacional. La genealogía de los impulsores, así
como su propósito, constituye un ejemplo de cómo y quiénes fueron los que
condujeron el movimiento reformista a esta ciudad portuaria. No pretendemos
hacer un análisis exhaustivo de sus relaciones familiares, un estudio
emprendido en parte por Sopranis,[20]
sino atar cabos entre la constitución del cenobio y las conductas adoptadas por
los fundadores, los más cultos de esta república aristocrática a principios del
quinientos. Interesarse por el detalle fue el método utilizado para avanzar en
el conocimiento de dicha fundación monástica, vínculo inalienable de la
formación de la urbe a finales del medievo.
Pese
a adentrarnos en una única institución, el atractivo del estudio no parece
meramente localista. Más bien, por la trascendencia de las familias
involucradas diría que tiene un interés de carácter internacional: los
Estopiñán, los Doria y los Villavicencio, incluso los Marrufo, tuvieron una
proyección mucho más allá de la pequeña urbe en la que vivían[21].
Consultar la genealogía de algunas de estas familias, las que poseyeron una
capilla en propiedad en la iglesia gaditana de la Concepción (Andrés del Alcázar y Zúñiga
de Alcántara, primer conde de la Marquina y su esposa Manuela Ventura Estopiñán
Doria, Bartolomé de Villavicencio y Beatriz Estopiñán Doria, los condes de
Alcudia), evidenciaba la importancia del linaje
implicado en la configuración del "pequeño" monasterio[22].
Según Sánchez
Herrero, el convento de las "Concepcionistas Franciscanas de Santa
María" era el quinto de la provincia de Andalucía, contando con el de
Almería (los dos primeros en Sevilla), Córdoba y Cádiz (1507)[23].
En palabras de la profesora Cid, la lista de fundaciones conventuales andaluzas
se completaba, para el primer tercio del siglo XVI, con la mención de los casos
de Osuna (1530), Fuenteobejuna (1532) y Cádiz (1534). La
copia del original de la escritura de fundación a la que tuvimos acceso estaba
fechada a 14 de mayo de 1527. Planteaba otro de los objetivos del
estudio: intentar restablecer la cronología que se había inmiscuido entre los
renglones de varios impresos y reordenar los primeros
pasos de la institución a la luz de la documentación archivística localizada.
Por ello, la lectura atenta de la escritura de
fundación resultó ser un instrumento de gran valor. No sólo ofrecía
comprensión acerca de la peculiar regla adoptada (San Pedro), sino nuevas
hipótesis respecto del primitivo emplazamiento en el que se formó el cenobio.
Teníamos un indicio temporal de primera magnitud para ubicar con mayor
precisión los primeros pasos emprendidos: acaecieron en período de sede
vacante. El índice, ignorado, despertó la necesidad de conocer y estudiar el
episcopologio medieval gaditano, paso obligado para situar el asentamiento de
la primitiva fundación así como para intentar descifrar la actitud de sus
representantes. Como era de suponer para el período, el episcopologio también
carecía de exactitud científica[24].
Intenté reunir la máxima información, entre impresos y archivos, para
aproximarme a la vacancia y apuntar nuevas hipótesis acerca de las intenciones
de sus fundadores.
La fundación no aparecía en las crónicas franciscanas de los siglos XVI y XVII
sino únicamente en las de la ciudad, que estudiaremos. Su ausencia podría
explicarse por su desvinculación inicial con los frailes o, simplemente, porque
los cronistas demostraron menos interés para con los monasterios femeninos[25].
Dicha carencia no permitía saber de dónde vinieron las madres, cuáles fueron
sus nombres, quién fue la primera abadesa o la fecha exacta de su llegada al
monasterio. No obstante, gracias al cruce de la documentación reunida podíamos
proponer algunas pistas al respecto.
Finalmente, el
estudio, a grandes rasgos, de las etapas constitucionales del segundo
monasterio de la ciudad, el de las agustinas calzadas, se presentó como una
herramienta más para calibrar el peso de la institución concepcionista. Cotejar
datos archivísticos fue decisivo para desenmarañar el verdadero estatuto de las
concepcionistas en sus orígenes o, al menos, para plantear otras hipótesis que
las habitualmente aceptadas. ¿Qué fueron primero las concepcionistas de Cádiz,
unas beatas o pertenecieron a uno de estos monasterios llamados ex novo? En conclusión, el análisis de
la fundación no ofrecía solamente datos sobre uno de los nueve monasterios de
la Concepción asentados en Andalucía en el siglo XVI sino que, en mi humilde
juicio, permitía ampliar la reflexión sobre el alcance político y social de las
fundaciones de la Concepción en la Península.
Por
último, aunque
trascienda el marco cronológico de nuestro estudio, no puedo dejar de señalar
que el monasterio que vamos a estudiar fue recordado
por el franciscano Manuel Castro por su "gloriosa
historia": nombró a la concepcionista más famosa del siglo XVIII, la
Madre Hore, destacada por sus cualidades intelectuales[26]. Aunque, de
momento, siguen siendo escasas las referencias a esta distinguida monja, fue en
este recogimiento en el que escribió su famoso "Stabat Mater
Dolorosa"[27].
0.
La Orden de la Inmaculada Concepción (OIC)
Antes
de adentrarnos en el estudio de este afamado monasterio, detengámonos en la denominación
de la orden. Con frecuencia se habla y se sigue hablando de las
"Concepcionistas Franciscanas", asociándola de forma casi exclusiva
con el franciscanismo, incluso para referirse a comunidades que no estuvieron
nunca bajo la jurisdicción de los Franciscanos. Por cierto, las especialistas
no ignoraron esta otra vertiente, la no franciscana[28];
incluso algunos apuntaron claramente que dicha denominación no se ajustaba a la
realidad[29]. Pero en el
caso de Cádiz, tenemos que insistir por una razón: conforma la peculiaridad de
los monasterios concepcionistas asentados en los siglos XVI y XVII, dos comunidades
todavía presentes en la urbe.
El monasterio de
las descalzas, advocación la Piedad, se fundó más de un siglo después del de
las calzadas de Santa María y tampoco estuvo vinculado a los franciscanos.
Según las crónicas del convento, fue la razón por la que las primeras moradoras
opusieron resistencia a la hora de fundar. Salidas del convento madrileño de
Caballero de Gracia, o sea, bajo la autoridad de los frailes menores, las
monjas habían de someterse a la potestad de los jesuitas, condición sine qua non para asentar el tercer
monasterio femenino en los "Confines de la Tierra". Finalmente, Sóror Joana de San Francisco, y algunas compañeras, salieron
de la villa de Madrid el 17 de octubre de 1668; entraron en Cádiz el 6 de
noviembre "haciendo escala y descanso" en el convento de religiosas
calzadas hasta el día de San Andrés, 30 de noviembre, que fue cuando "por
aplauso y consuelo de toda esta ciudad entró nuestra venerable madre con sus
compañeras"[30]. Algún tiempo después de la muerte de la abadesa se hizo
elección[31]. La
presencia en los comicios del rector del Colegio Seminario de la Compañía de
Jesús, del deán de la catedral y del mayordomo del obispo, visitador de monjas,
certificaba la autoridad a la que las concepcionistas de la Piedad estuvieron
supeditadas; y así fue hasta el año 1941.
Confiar el cuidado de las concepcionistas a los ignacianos, clérigos regulares
o "sacerdotes reformados", mientras que los franciscanos de la
observancia residían en la ciudad desde casi un siglo, marcaba sin duda el
propósito de los representantes concejiles de no apartarse de la tarea
centralizadora y de control emprendida por sus antecesores, además de conservar
intactos los valores de la Reforma católica en este puerto frecuentados por
numerosos extranjeros[32].
Lejos
de desmentir una realidad histórica, lejos de menospreciar el apoyo constante
de franciscanos para con las monjas de la Concepción, me parecía relevante destacar
otra posición para asentar estas fundaciones femeninas tanto en período de la
llamada Reforma Cisneriana, con el monasterio de las calzadas de Santa María,
así como mucho después[33].
Sin duda, por su condición de zona limítrofe, situada a las puertas de África,
la ciudad y sus dirigentes se dotaron de las mejores armas en materia de
protección de la fe católica. Para ello, la Sociedad Jesuita era, y les
pareció, la mayor garante. Como veremos más adelante, los jesuitas fueron los
primeros en instalarse con el beneplácito de la jerarquía gaditana, incluso
antes de los franciscanos de la observancia. Por tanto, en el caso de Cádiz
parecía poco adecuado vincular el franciscanismo a las concepcionistas, al
menos en sus comienzos. Sopranis
había reparado en dicha particularidad, "en los orígenes del
concepcionismo gaditano no podemos señalar concretamente influencias
franciscanas", a diferencia del Puerto de Santa María, Jerez de la
Frontera, Arcos o Sanlúcar[34].
Sin embargo, en el setecientos constatamos un acercamiento entre frailes y
monjas en Cádiz, un acercamiento que se acrecentará a medida que transcurren
los siglos[35]. Como subrayó Eusebio García de Pesquera, no es
franciscana la Orden de la Concepción, pero siempre ha estado ligada a los
franciscanos. Intentar desvincular el parentesco espiritual de ambos y su mutua
comunicación sólo sería contraproducente. Sin
embargo, y según demostró José García Santos, en 1511, al aprobar la
Regla de las Concepcionistas, "se las desliga de todo vínculo con otra
Orden y no se las liga a otra, es que implícitamente se está aprobando como una
nueva Orden"[36].
Las concepcionistas ya no tenían vínculo con el Cister (1489), tampoco con la
orden de Santa Clara (1494) íntimamente vinculada a los Franciscanos[37].
Entre estas dos fechas,
encontramos la primera fundación llevada a cabo por los Reyes Católicos tras la
Reconquista, con la erección en Granada (1492) de un monasterio de monjes
jerónimos bajo la advocación de la Inmaculada Concepción. Una carta de privilegio de los Reyes del año 1495
"para que tengan con que sustentarse el Prior, y Frailes" confirma
"la gran devoción que nos avemos al Monasterio de nra sra Santa María de
la Concepción de Granada de la Orden de San Jerónimo"[38]. En mi opinión, el entonces consejero de Isabel la
Católica, el jerónimo Fernando de Talavera, o sea,
su confesor antes de que lo fuera Jiménez de Cisneros, pese a que ese mismo año
fuera elegido reformador oficial y confesor de la Reina, influyó en la elección
de la orden[39]. A esta
voluntad de conservación de los orígenes y devoción de los Reyes atribuía la
fundación madrileña de Beatriz Galindo, preceptora de la reina, bajo la
advocación de la Concepción y jurisdicción de los jerónimos, según el modelo
granadino. De hecho, el monasterio se llamó vulgarmente de la Concepción Jerónima[40].
Fernando de
Talavera sembró durante toda su vida las semillas de la reforma[41].
Pero Cisneros recogió y llevó a cabo esta reforma, la que lleva su nombre, la
que perduró en la memoria, lo que, a mi juicio, nos condujo a denominar a las
concepcionistas franciscanas. Asimismo, otra fundación madrileña pudo
participar en dicha apelación. Se trata
del monasterio de la Concepción erigido con facultad especial de Julio II en
1512, cuya denominación fue precisamente la Concepción
Franciscana[42].
Por otro lado, y me parece importante
insistir, el carisma de las concepcionistas, a diferencia de las clarisas, no
"es la réplica femenina del de San Francisco de Asís, centrado en la
paternidad de dios", sino la respuesta a una inspiración en la que la
presencia de la Inmaculada Concepción es el centro[43].
Por ello nace la Orden de la Inmaculada Concepción (OIC), a veces vinculada a
la orden franciscana y otras veces no. Encontramos carmelitas bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, monjas
teresianas, capuchinas, etc., incluso, en 1630, dominicas de la Inmaculada
Concepción[44]. Por ende, hablaremos sólo de
concepcionistas o monjas de la Concepción sin adjuntarles calificativo alguno.
1. El valor de las crónicas
Las
reflexiones de Cid acerca de la implantación de monasterios de la orden, en
palabras de la autora, constituían una primera aproximación a las fundaciones
concepcionistas en Andalucía; yo diría que sus cavilaciones eran de mucho
interés para examinar la difusión de la orden en tierras andaluzas. En su
análisis la profesora se interesó por el monasterio gaditano. Para ello,
utilizó el discurso de uno de los cronistas de Cádiz durante la Época Moderna.
El interés de concentrar esfuerzos en una sola fundación permite examinar con detenimiento
cada parámetro de la misma, entre ellos, los discursos de los cronistas. Lejos
de carecer de interés, estos discursos habían de ser examinados con cautela. En
la medida de lo posible, hemos cotejado dichos datos impresos con otras fuentes
de carácter más científico.
En
realidad, para conocer la comunidad de religiosas de Nuestra Señora de la
Concepción o Monasterio de Santa María del Arrabal, disponíamos de dos pequeñas síntesis: la
primera, manejada por la profesora, Historia
de la ciudad de Cádiz (1598), fue escrita poco después del asalto del Conde
de Essex. Según su autor, la fundación acaeció en 1534. En la obra de Fray
Jerónimo de la Concepción titulada Emporio
de el Orbe publicada en 1690, se sostenía que el monasterio fue fundado en
1527, fecha comúnmente recordada por la historiografía local[45]. Es de notar la ausencia de cualquier reseña concerniente al
monasterio en las crónicas franciscanas de la época.
1.1. Fray
Jerónimo de la Concepción
Descubramos,
primero, la historia de dicha institución tal y como la relató Fray Jerónimo de
la Concepción a finales del seiscientos. Sabíamos de la falta de monasterio en
la ciudad en 1527, así como del anhelo de muchas mujeres nobles deseosas de
servir a Dios en la clausura. Divisábamos las razones del establecimiento, así
como el carácter regio de la fundación al comentar el cronista que la ciudad se
determinó a fundar un convento a sus expensas, donde pudiesen las señoras
acogerse y dar satisfacción a sus ansias de Dios. Apuntó el papel del obispo y
su necesaria participación. Pero insistió en el concurso del cabildo y en su
impulso al mandar dos regidores, Martín de Haya y Diego Sánchez de Argumedo, al
cabildo eclesiástico para pedir la constitución del monasterio en la ermita de
Santiago. En este caso, no teníamos el nombre de un único fundador, como en
Sevilla para los monasterios del Socorro o de San Juan de la Palma, sino un
grupo de regidores dispuestos a fundar. En la América colonial, en palabras de
Kathryn Burns, este tipo de fundación no era de las más comunes[46].
En el Reino de Córdoba, sabía que el convento de Pedroche había sido instituido
a petición del concejo (1524) pero ignoraba si, como en Cádiz, fue el primero
de la ciudad[47]. Cid destacó el caso
gaditano por el tipo de fundación, aunque no reparase en su carácter de primer
instituto: "Mención aparte merecen las fundaciones efectuadas por
elementos de la nobleza andaluza, como sucede con las casas sevillanas o con la
gaditana, donde se destaca "lo más nutrido de la nobleza concejil"
como principal impulsora[48].
El primer
emplazamiento señalado por las autoridades para ubicar el monasterio, la ermita
de Santiago, sólo fue apuntado por Fray Jerónimo. Afirmó que "se hizo
donación a la ciudad de la referida ermita de Santiago para el efecto". Pero pronto añadió: "antes
de tomarse posesión, mirado con más atención el punto, les pareció a los
diputados de lo secular ser más a propósito para el intento otra ermita, que
estaba a la parte de la Puerta del Muro, en el arrabal que llaman de Santa María,
vocación de dicha ermita, y por devoción de esta Señora muy frecuentada de todo
el pueblo"[49].
El cambio de
lugar parecía haberse solucionado con bastante rapidez, entre el 5 de abril y
el 14 de mayo de 1527. Pero se ignoraban muchos de los pasos. Por ejemplo, las
obras, ¿cuánto tiempo duraron? ¿Cuáles fueron las primeras moradoras? ¿Cuándo
se apoderaron de su nuevo espacio? Aunque resultaba difícil conocer detalles de
las fundaciones instauradas a finales del siglo XV, principios del XVI, el
cruce de la documentación y su multiplicidad permitían ampliar los actuales
conocimientos.
1.2. Agustín
de Horozco
Si leemos ahora
al cronista de finales del quinientos, Horozco
confirmó que Jerónimo Teodolo fue el obispo
que accedió a dicha solicitud, pero destacó la
intervención de "algunos vecinos ricos y
principales"[50]. Hizo alusión a la intervención de varios fundadores
materiales para llevar a bien la empresa. Según él, las monjas
encontraron cobijo gracias a este grupo de pudientes que compró "unas casas juntas a una ermita de la Madre de Dios de la
Concepción, a quien servían unos devotos cofrades, con fin de negociar con
estos (...) que las admitiesen en su iglesia"[51]. Al nombrar a los que trataron el asunto mencionó dos
apellidos que no aparecían en la escritura de fundación: Pedro Antonio Prasca,
rico y principal genovés, y Diego Sánchez Sanabria. Quizás, teníamos la punta
del iceberg para intuir que, en este monasterio, íbamos a encontrar a hijas de
mercaderes genoveses, es decir, "miembros de las principales familias
nobiliarias o de la incipiente burguesía", las que convertían en
"reductos elitistas" estos conventos femeninos[52].
Cid resumió así el comienzo de la institución: "El de Cádiz
tuvo su origen en la solicitud de algunas doncellas nobles de la ciudad, que
pidieron al obispo una casa para congregarse; intervinieron algunos vecinos
ricos, gracias a los cuales pudieron comprarse los edificios anejos a la
antigua ermita de la madre de Dios de la Concepción. Al parecer, las propias
doncellas escogieron la regla concepcionista y, en 1534, su deseo era ya una
realidad"[53].
Si
en un primer momento Horozco anunció que las monjas se compraron unas casas, luego afirmó que "por cumplir la voluntad del obispo, acudieron los cofrades
dándoles de buena voluntad ermita y casa, y aun aplicándoles la renta de ella". No me quedaba muy claro la manera de constituir el
primitivo instituto. ¿Se compraron las casas o los cofrades cedieron sus
posesiones y/o parte de ellas a la recién y primitiva congregación? En
definitiva, el discurso de los dos cronistas
se complementaba a la vez que Horozco se contradecía. Fray Jerónimo fue el
único en mencionar la donación de la ermita de Santiago, prueba de que había
tenido acceso al acta de fundación. Si, a veces, sólo disponíamos de las
afirmaciones de los cronistas para hacernos
una idea de cómo empezó todo, en este caso podíamos leer la única escritura
primordial del monasterio conservada hoy en el archivo conventual: treinta y
seis hojas cuidadosamente encuadernadas en el año 1782 cuya copia se hizo,
probablemente, por esta fecha[54].
2. Nuevas hipótesis: ignorada sede provisional
Si leemos y
observamos con detenimiento la escritura de fundación, comprobamos la primera
donación de la ermita e iglesia de Santiago, propiedad del cabildo eclesiástico,
a "la justicia, e regimiento de esta ciudad" que la pidió, teniendo
el propósito o, mejor dicho, la voluntad de fundar. Ese era el primer paso
indispensable a toda institución monástica, tener la voluntad de asentar una
congregación en algún lugar.
Para intentar
de-construir el proceso fundacional
del monasterio de la Concepción de Cádiz me he servido de las valiosas
explicaciones de Andrades. Según el profesor, el procedimiento solía estar
segmentado en tres o cuatro etapas. El origen, que corresponde al primer paso
llamado "inceptio" era
subdivido en "voluntad de fundar" y en "plasmación de la
voluntad de fundar". Era, lógicamente, la primera actuación para hacer
realidad el deseo; lo asociaba con "una donación material que sirva como
soporte de la vida religiosa"[55].
Para cumplir con el propósito del concejo, formar un monasterio "para las
naturales hijas de esta ciudad, e otras e del dicho cavildo", la iglesia
gaditana hizo donación "pura e perfecta (...) de la dicha iglesia y
hermita de S.or Santiago (...), con las condiciones, vínculos e firmezas (...)
que en la Escritura de Donación que sobre ello se otorgó"[56].
Como era habitual en las fundaciones vinculadas a estrategias
sociales de un patriciado urbano, el grupo de fundadores se reservaba la posibilidad de que
ingresasen sus propias hijas en el monasterio, aunque contemplaban la
posibilidad de que "otras" ingresaran. No obstante, según las
observaciones de Muñoz para Madrid, la proyección extra local de las fundaciones
femeninas no se correspondía con la tónica predominante[57]. Hubiese sido de mucho
interés dar con esa primera escritura de donación; pero la destrucción de casi
toda la documentación oficial anterior al ataque del Conde de Essex
imposibilitaba dicha búsqueda[58].
Podríamos
preguntarnos por qué decidir modificar la donación inicial, por qué trasladar
la fundación a otro barrio. ¿Podría ser por las condiciones físicas de la
ermita de Santiago? ¿Por la advocación poco acorde con la institución? Era
bastante habitual que las primeras fundaciones tuviesen una sede provisional
antes de instalarse definitivamente en el lugar apropiado, tanto para ejercer
en las mejores condiciones el culto como para poder ensanchar sus dependencias
a medida que transcurrían los años. Para las comunidades de mendicantes, la
profesora Cid advirtió que en Castilla la Nueva era frecuente la ubicación
junto a caminos o puertas importantes y de mucho tránsito[59].
En el caso de una fundación femenina, sin posibilidad de apostolado, el lugar
seleccionado para levantar el cenobio no tenía por qué contemplar un
emplazamiento estratégico desde el punto de vista de las comunicaciones. Sin
embargo, los conventos femeninos respondieron a las
características y necesidades urbanas. Por su emplazamiento contribuyeron a
definir la estructura de la ciudad. Por
tanto, el cambio hacia el más alejado y alto Arrabal de Santa María podría
justificarse por razón de expansión del centro urbano, por la búsqueda de suelo
barato, o de un lugar en el que el convento fácilmente pudiera ampliarse. Según
el acta de fundación, los regidores y señores de la justicia llevaron a cabo el
traslado porque "la iglesia de nuestra S.ra Santa María del Arrabal de
esta ciudad, es casa más devota, e lugar más cómodo para fundar e instituir el
dho Monasterio que había de ser la invocación de N.ra S.ra de la Concepción que
no la dha Iglesia y Ermita del S.or Santiago"[60].
Notemos: el concejo ideó el cambio, y no los poderes eclesiásticos. Los
regidores tenían sin duda otros planes para esta magnífica zona céntrica que
pronto se convertiría en el corazón de la ciudad. Los encargados de realizar
dicha renuncia fueron Ordonio de Solís, arcediano y canónigo, y Jerónimo
Marrufo, genovés de alcurnia conocida, regidor de Cádiz y marinero[61].
El cabildo se obligaba entonces para siempre jamás a no vender, ni deshacerse
nunca, bajo ningún concepto, de "la expresa obligación que hacemos de los
bienes y rentas de nuestra Mesa Capitular, (…) e lo mandamos firmar a dos S.res
canónigos de nuestro Gremio"[62].
Dichas últimas
palabras, si mi comprensión es la correcta, desvelaban, implícitamente, que el
cabildo eclesiástico ("dos S.res canónigos"), en su disposición
gremial ("de nuestro Gremio"), asumió el patronazgo de la primitiva
fundación. Esto explicaría, como veremos más adelante, las relaciones
exclusivas del cenobio con los sacerdotes seculares de San Pedro, bajo expreso
mando del obispo. Tenía constancia de varios gremios de sacerdotes en Madrid
relacionados con algún monasterio; relevante es el ubicado en el monasterio de
la Concepción Jerónima, así como en el de las Descalzas Reales (1682)[63].
Dichos gremios solían ser de los más acaudalados y todos se ubicaban
"debajo de la invocación de San Pedro Apóstol". En aquel entonces, el
cabildo eclesiástico gozaba de la misma estructura que las autoridades civiles,
o sea, de "Ayuntamiento y Casa Capitular". A veces, no resultó
sencillo hacer la distinción entre uno y otro. Empero, en este caso, la
denominación utilizada sólo podía pertenecer al cabildo eclesiástico. Todo se
realizó con la mayor oficialidad. El instrumento se otorgó ante notario el
sábado seis de abril de 1527 y los canónigos Jacome de Negrón y Sancho de Haya
firmaron dicha renuncia[64].
Si bien es cierto que la iniciativa recaía en los regidores, "por que
ellos tenían voluntad, (...) de fundar, e instituir un Monasterio de
Monjas", no se podía ignorar la relación de parentesco que unía a los dos
cabildos (Marrufo, Haya, Argumedo) así como la donación realizada por la
Iglesia con sus "servidumbres rentas, e derechos, e otros cualesquier
bienes" con una única condición: conservar el control de la institución.
Por tanto, me parecía más adecuado calificar esta empresa fundacional como el
fruto de una voluntad común, por iniciativa del concejo, sin lugar a dudas,
pero con el apoyo ineludible del cabildo eclesiástico como primer patrono y
visitador: "nos el dho Obispo siendo presente en esta ciudad visite en
persona las dhas Monjas en su Monasterio tomando dos personas que les nombrare
eligiere que sean del dho Cabildo para la dha Visitación". En caso de
ausencia del obispo, que sean "dos personas del dho Cabildo, cuales el dho
Deán y Cabildo deputaren e nombraren para que juntamente hagan la dha
Visitación" [65].
Tras pretender
encontrar alguna razón al cambio de sede e intentar redefinir con mayor
precisión quiénes fueron los actores de dicha primera fundación, procuremos
descubrir cuándo empezó el proyecto. Solía ser tarea ardua dejar constancia de
fecha precisa hablando de fundaciones monásticas femeninas en período medieval.
Sin embargo, intentemos evidenciar el proceso aunque, en palabras del profesor
Andrades, resulta difícil "reducir a cifras exactas lo que se nos presenta
como una sucesión de acontecimientos", desde el deseo de fundar hasta la
elevación jurídica del monasterio[66].
2.1.
Institución original: ¿1507 en vez de 1527?
Encontrar una
cronología fidedigna fue una de las mayores dificultades a la que nos hemos
enfrentado al escudriñar en los meandros de las fundaciones de la Concepción,
un problema profundamente ligado a la denominación de cada instituto[67].
Una situación claramente indicada por Omaechevarría a principios de los
ochenta. El investigador se preguntó cuántos monasterios había en 1680,
lamentando la falta de estadísticas y apuntando la dificultad de identificación
de las instituciones[68].
En el estudio de
Herrero se recogía una relación de casi todos los monasterios y conventos que
existían en Castilla en 1591, sin incluir la ciudad de Sevilla. El profesor
indicó emplazamiento, orden o congregación a la que pertenecían, advocación y
número de religiosos, completando este elenco con la más diversa bibliografía.
Consiguió elaborar la ficha completa de cada casa religiosa, con algunos datos
sobre su evolución hasta 1591. Al leer dicho estudio descubría que el monasterio
de la "Orden Concepcionista Franciscana" de Cádiz, con advocación de
la Concepción, había sido fundado en 1507[69].
Así lo había señalado el conocido Madoz, hablando del convento de Santa María,
o Concepcionistas Calzadas, fundado "en una ermita antigua de la misma
advocación"[70]. En un
principio, al leer el Gran Diccionario, pensé en un posible error de impresión:
el acta de fundación que todos conocemos está fechado a 14 de mayo de 1527. Sin
pensar que el profesor Herrero pudo también recoger en Madoz dicha temprana
fecha, empecé a seguirle la pista a todas las referencias citadas. Pero todas
se referían en exclusiva al número de monjas en el monasterio, y ninguna
ofrecía la fecha de fundación anunciada. El profesor, seguramente, se había
apoyado en los datos ofrecidos por Madoz al respecto.
Sólo tenía la
certeza de que las primeras concepcionistas gaditanas no pertenecieron a la
orden franciscana: en el censo de 1591 estaba expresamente anotado la relación
de los monasterios franciscanos y de los no franciscanos. Con la mayor
claridad, las religiosas de Santa María de Cádiz, advocación de la Concepción,
eran agrupadas como no franciscanas[71].
Por tanto, podía asegurar que el monasterio era el más poblado de Cádiz en 1591
con sus cincuenta monjas; pero en cuanto a fecha exacta para ubicar con mayor
precisión los primeros pasos del instituto seguía sin tener ninguna. Si
realmente 1507 fue el año de la primitiva fundación, la validez del acta
fechado a 14 de mayo de 1527 no se podía refutar; correspondía a la última etapa
jurisdiccional. Entonces, se procedió a la "emissio, positio, assignatio conventus", quedando constituido
el monasterio, inscrito en el capítulo provincial en el lugar jerárquico que le
correspondía. La "assignatio", o sea, la elevación a
la categoría de convento del establecimiento necesitaba de algunos requisitos
previos como la bula autorizando la fundación. Fue obligatoria a partir de
Bonifacio VIII (1294-1303), pero no siempre se hacía en el momento de la
creación; y, como lo notó Andrades, no siempre se seguían los pasos jurídicos
en los procesos fundacionales[72].
Fray Jerónimo de
la Concepción sostenía que antes de asentar un monasterio de monjas en Cádiz se
había hablado en varias ocasiones en el cabildo "por lo grave de este
negocio". Siguiendo con la lectura del acta fundacional, divisábamos el
celo piadoso de las autoridades tanto civiles como eclesiásticas en remediar a
tanta falta así como el deseo, "notorio en esta ciudad", de
"muchas hijas de Caballeros, e personas principales", que "querrían
alegar hábito de religión" [73].
Para ello, se hizo donación de la dicha
Iglesia de Santiago "Capilla de la Iglesia de Santa Cruz de esta Ciudad,
para que en ella se hiciese Monasterio siendo Sede Vacante"[74]. Teníamos una indicación temporal de
máximo interés para la investigación, un indicio de primera para intentar
de-construir los pasos seguidos por las autoridades gaditanas a principios del
siglo XVI.
2.2.
Episcopologio medieval gaditano o en busca de vacancia
Cuando se
decidió fundar en la iglesia de Santiago el monasterio, Cádiz carecía de obispo
electo, o sea, la primitiva fundación se realizó en tiempo de vacancia. Para
intentar delimitar el período se hacía imprescindible conocer el episcopologio
medieval gaditano. Hasta ahora el mejor actualizado, dadas las carencias
todavía existentes en la materia, era el constituido por José Sánchez Herrero[75].
No pretendía estudiar a fondo a todos los prelados de la primera mitad del
quinientos sino fijarme en posibles períodos de vacancia. Sin embargo, tampoco
podía ceñirme exclusivamente al tiempo transcurrido sin más, sin detenerme en
los actores de este primer período. Nuestro estudio coincidía con la reforma
emprendida por los Reyes Católicos, conscientes de que los obispos eran el
instrumento idóneo para llevar a cabo el proceso correctivo deseado. Es de
notar que la monarquía española fue la primera en reclamar la residencia de los
obispos en su diócesis, un punto esencial de la reforma[76].
Pese a ello, en
Cádiz, largos períodos de inestabilidad episcopal caracterizan la primera mitad
del siglo XVI, con un fuerte deterioro hacendístico y falta de gobierno. Los
episcopados se sucedían, todos en manos de extranjeros, a pesar de la voluntad
de los Reyes Católicos. Sin residencia y con poco interés por su diócesis,
¿cómo creer que algún prelado pudiera desempeñar decorosamente su ministerio?
¿Cómo dedicarse a levantar fundaciones monásticas en condiciones tan precarias?
El panorama episcopal gaditano ilustraba las debilidades de los monarcas en
materia de control de las jurisdicciones de la iglesia. La constante
insurgencia de obispos italianos parecía no tener fin. Reflexionar acerca de
esta larga etapa de inestabilidad, hasta 1564 (24 de octubre), fecha de
intromisión del primer obispo español de la centuria, resultó un elemento clave
para intentar comprender por qué fueron las monjas de la Concepción las
primeras conventuales en poblar la urbe y no una orden masculina. Pero vayamos
por parte e interesémonos primero por la primitiva fundación en tiempo de
vacancia. Centrémonos en la estancia de los prelados en su diócesis en una
época en la que la residencia no era el principal atractivo del cargo.
Al obispo
sevillano Pedro Fernández de Solís (1472-1495) le sucedió, desde mi punto de
vista, no "una época triste para el obispado de Cádiz" sino acorde
con el período y los intereses geopolíticos de los sucesivos monarcas y
pontífices. La elección de cardenales y obispos italianos para administrar la
diócesis, o sea, un escenario aparentemente contrario a la política de los
Reyes Católicos, pudo ser motivada al igual que en Sevilla por la difícil
situación que conoció Génova a partir de 1473. No hemos de olvidar la
importancia de los mercaderes extranjeros en la economía española de los siglos
XV y XVI y, particularmente, de los genoveses. Sus magistrados pedían al Papa
un pontífice genovés y un obispo para Sevilla para que pudiera tomar la defensa
y protección de los mercaderes genoveses "muy a menudo, dicen ellos,
maltratados por los castellanos, puestos en prisión y confiscados sus
bienes"[77]. Al
parecer, en Cádiz también fueron víctimas del acoso[78].
2.2.1. Oliviero de Carraffa
Oliviero de
Carraffa, cardenal de Nápoles, fue el primer prelado gaditano extranjero de una
larga lista que duró setenta años. Obispo de Sabina, fue propuesto al obispado
el 6 de enero de 1495. Sin embargo, el único documento consultado por el
profesor Herrero tenía fecha de 1501, el 16 de enero; al parecer, permaneció en
el obispado hasta 1511[79].
Al consultar los Documentos
sobre relaciones internacionales de los Reyes Católicos, sabemos que gobernaba el obispado de
Cádiz ya a principios de 1500[80]. Al ser italiano y cercano al pontífice
encontramos más información en la gran Historia
de los Papas. Muy culto, amante de las artes, permaneció largas temporadas
en la ciudad papal[81].
A finales de 1510, principios de 1511, el valiente Julio II tomó de nuevo las
riendas militares; salió de Roma con toda la Curia y sólo "permitió
quedarse a aquellos cardenales que, por su ancianidad o falta de salud, no
podían sobrellevar los trabajos de la campaña." Por su edad provecta
Carraffa fue el único en permanecer en Roma[82].
Sus escasas estancias en la ciudad no eran de extrañar: por su condición de
cardenal de la Curia estaba exento de la ley de residencia. Por otra parte,
además de no residir de forma permanente en la diócesis gaditana, su
administración "sufrió indeciblemente durante estos años por las
intromisiones del duque de Medina Sidonia, quien se apoderó de todas las rentas
del cardenal y de la iglesia"[83].
Asistíamos a la conocida pugna entre la nobleza y la monarquía por conservar el
control y dominio de las tierras[84].
En estas condiciones, parece difícil, por no decir imposible, llevar a bien
cualquier fundación monástica.
2.2.2. Pedro de Accoltis
Según el Diccionario
de Historia Eclesiástica, Pedro de Accoltis fue promulgado el 6 de junio de
1511 y permaneció hasta 1521[85].
De hecho, según la Historia de los Papas,
fue el 10 de marzo de 1511 cuando Julio II procedió a una nueva creación de
cardenales, "para defenderse contra los cardenales cismáticos y cumplir
con sus obligaciones respecto de diferentes Potencias"[86].
El segundo nombrado fue Pedro Accolti de Arezzo, obispo de Ancona. Parece
difícil pensar que fuera obispo de Cádiz antes del 10 de marzo de 1511, antes
de ser nombrado cardenal. Asimismo, no podemos ignorar la tensión política
entre la monarquía española y el pontificado. Con mayor motivo, hablando del cardenal
Accolti. Fernando el Católico había consentido asignarle la iglesia de Cádiz, a
condición de que resignase la de Mesina. Pese a ello, no quiso renunciar,
alegando que el recién electo de Mesina no enviaba el dinero para pagar las
bulas. El rey escribía, irritado, a Roma:
“Vista la ruindad que tienta al
cardenal de Ancona, he mandado secuestrar los frutos de Cádiz y si se persevera
en ello enviare a suplicar a nuestro muy santo Padre que pues por no ser
natural destos Reynos ni de los míos no puede tener Iglesia en ellos, provea de
la dicha Iglesia de Cádiz a natural destos Reynos y si necesario les enviaré
una embajada por sólo este caso para que sepan todas la ruindad quel dicho
cardenal faze, y para fazer instancia con su Santidad que no de lugar a cosa
tan nueva y no vista”[87].
Fernando e Isabel ambicionaban el control sobre la elección de los obispos
en sus reinos; era garantía de seguridad en caso de conflictos; por ello
requerían prelados nativos, residentes en su diócesis, y no extranjeros[88]. Finalmente, Pedro de
Accoltis renunció al cargo el 23 de julio de 1521[89].
Su sucesor, Benito de Accoltis, fue despachado sin perder tiempo, al día
siguiente. Fue el primer obispo de la centuria en comprometerse a residir en la
ciudad; su episcopado apenas duró dos años.
Por tanto, entre
los Accoltis no hubo vacancia sino entre Carraffa y Pedro de Accoltis. El
cronista Fray Jerónimo había anotado un vacío en el episcopologio: "No
hallamos en que año entró en la administración de ese Obispado"[90],
refiriéndose a Pedro Accolti de Arezzo. En Estatutos
y regla de coro de la Catedral de Cádiz teníamos una información que no
aparecía por ninguna parte, si no fuese en "nuestra" escritura de
fundación: "Año de 1510. En la vacante, fue nombrado para administrar la
Diócesis de Cádiz, el Cardenal D. Pedro de Acoltis"[91].
Sin duda existió ese período de vacancia si fue cuando se decidió fundar, por
vez primera, un monasterio de monjas de la Concepción en la iglesia de
Santiago. Es de destacar que en Cádiz la provisión de obispos extranjeros y sin
residencia seguía vigente, pese a que había comenzado una nueva etapa en la historia
de la elección de los obispos de España: a partir de 1523, se les exigía ser
residentes y nacionales[92].
2.2.3. Jerónimo Theodolo
Quizás, para
proteger los interés de los genoveses en Cádiz, el siguiente obispo seguía
siendo un italiano. Jerónimo Theodolo, - el de la escritura de fundación -, fue
promulgado el 6 de septiembre o de noviembre
de 1525, según las fuentes consultadas, y ocupó la sede episcopal hasta 1564.
Manifiestamente, si exceptuamos su afición a la cetrería y algunas estancias en
Chiclana,[93] no apareció
nunca por Cádiz desde que fue presentado en su Iglesia, "ni ha estado en
ella, aunque se le escribió muchas veces". Felipe II le escribió por mano
del Cardenal de Sigüenza "para que venga a residir y no lo haciendo, se le
secuestraron los efectos". Jerónimo Theodolo "no entró jamás en esta
iglesia, (...) como consta de la carta que SM le escribió para compelerle a la
residencia"[94]. Ante tanta
negligencia, el rey pidió al pontífice su renuncia; y presentó a García de
Haro, primer candidato español de la centuria para la diócesis gaditana[95].
Al parecer, la presencia del más longevo prelado italiano no se materializó
sino a través de canónigos nombrados para dirigir los asuntos de la diócesis,
es decir, muy probablemente por familiares de algunos miembros del concejo
municipal[96].
El breve
análisis de la situación episcopal, no exclusiva de Cádiz, podría ser una de
las razones por la que Isabel la Católica no quiso confiar el cuidado de las
concepcionistas a la jurisdicción de los obispos, como lo pedía al principio su
fundadora Beatriz de Silva. La pugna entre la administración pontificia y los
monarcas, con el nombramiento de prelados extranjeros poco interesados por su
labor pastoral, y la imposibilidad de los Reyes de obtener del pontífice el derecho
de elegir a los obispos in Curia, o
sea, adjudicarse el control de sus diócesis, posiblemente, además de la
influencia decisiva del padre Tolosa,[97]
convenció a la reina.
Tras esta corta
digresión, volvamos al posible período de vacancia e intentemos ubicar los
primeros pasos de las concepcionistas en Cádiz. Conocemos el día de la donación
de la iglesia de Nuestra Señora del Arrabal, el viernes 5 de abril de 1527, la
renuncia de la ermita de Santiago al día siguiente, así como la entrega de la
escritura de fundación el martes 14 de mayo. En ese período de mes y medio,
aparentemente no hubo sede vacante. Los
episcopados anteriores a Jerónimo Theodolo, demasiado breves y sobre todo
caóticos, factiblemente, no permitieron asentar legalmente la fundación monástica.
Pese a la escasez de información, divisamos un posible período de vacancia
hacia el año 1510. La inestabilidad episcopal probablemente fuera una de las
razones por la que se retrasó, si se puede hablar de retraso, el asentamiento
jurisdiccional. Por otro lado, podría explicar por qué no hubo asentamiento de
frailes de la observancia, ni de ninguna otra orden masculina antes de la
venida de García de Haro, aunque no exclusivamente. Como veremos, el peso de
las clases dominantes, en especial de la que constituía el concejo, moldeó el
quehacer religioso, espiritual y fundacional de la ciudad gaditana. Asimismo, los propios frailes de la observancia no
tuvieron que sentirse muy atraídos por la urbe, siendo imposible acometer en
este lugar inseguro su política de conquista de los conventos urbanos, por no
existir todavía ninguno.
2.3. Primeras
huellas científicas
Sea lo que
fuere, el primer rastro científico del que disponemos es de 1513. Hemos podido comprobar en Cádiz la
existencia del cenobio mientras Pedro de Accoltis era el administrador
apostólico, cuando todavía la municipalidad no había emprendido, al menos
documentalmente, el traslado hacia el alto y despoblado barrio de Santa María:
en el viejo libro de protocolos conservado en el archivo conventual viene
registrado un antiguo tributo con fecha de 4 julio de 1513, según consta en la
escritura a favor del regidor Polo de Negrón. Era un tributo perpetuo de tres
ducados anuales que pagaba Gracia de Argumedo (acordémonos del apellido del
chantre en el acta de 1527) "sobre sus casas Calle de Sopranis que lindan
por ella con casas de D.a Juana Boquín"[98].
Por tanto,
¿dónde residía dicha primitiva comunidad en el año 1513? ¿En la iglesia de
Santiago o bien junto a la ermita de Santa María del Arrabal? ¿Realizaron el
cambio de lugar antes de consignarlo en el acta fundacional o fue su redacción
lo que motivó el cambio? En mi opinión, la inestabilidad política pudo ser uno
de los factores que impidió instalar en un primer momento una comunidad de
mujeres en el punto más alto de la ciudad, frente a la playa en la que llegaban
piratas de todas partes, donde la falta de muralla para protegerse de los duros
golpes del mar hacía la vida imposible. En palabras de Fray Jerónimo, alrededor
de los años 1511, "por falta de muralla hacia la parte del mar de
Vendaval" pidieron al Papa licencia
para mudar la catedral[99].
Difícil pensar que se constituyera una congregación de mujeres en el arrabal de
Santa María en estas condiciones. La piratería seguía siendo una amenaza real
para la ciudad abandonada a su suerte por los propios Reyes durante décadas. En
1527, Cádiz seguía presa de la inseguridad. El famoso pirata Barbarroja había
vencido a las fuerzas españolas que ocupaban el Peñón de Vélez. El miedo
invadía la población de la pequeña y todavía mal protegida Isla, a punto de ser
desmantelada en varias ocasiones por las difíciles condiciones de existencia[100].
A finales de mayo de 1528, Pedro de Benavente Cabeza de Vaca, Veinticuatro de
Jerez, concibió el proyecto de levantar un cuerpo de soldados y exaltar así los
bajos ánimos de la población. No consiguió del todo su primer propósito, pero
dio a conocer su estrategia ante un escribano público y en presencia de
testigos de relevancia para la historia del monasterio: Jerónimo Marrufo,
arcediano de Medina, y Pedro Marrufo, los dos involucrados en la escritura de
1527. La apuesta tuvo un efecto moral extraordinario; además de representar un
gesto enérgico, desinteresado, caballeresco, consiguió desanimar a los turcos
de su propósito de invasión[101].
Probablemente,
se preguntarán por qué les relataba todo esto. Pero si sacamos a colación la
síntesis de Horozco cuando apuntó, "hizóse la fundación del convento año
de 1534", dicha fecha no parecía ser tan absurda, tanto a la vista de los
acontecimientos como frente a la complejidad y lentitud de los procesos
fundacionales habituales en aquel período. Según las condiciones descritas
hubiese sido muy arriesgado por no decir imposible iniciar los principios de
una vida común en un sitio tan expuesto al peligro, en un clima tan hostil e
incierto, mientras que la ermita de Santiago ofrecía mayor cobijo a la reciente
y diminuta congregación primitiva. Sin embargo, no me cabía la menor duda de
que incluso antes de 1527 el monasterio había empezado a construirse en el
barrio de Santa María: "Que si acaso fuere, el dho Monasterio no tuviere
efecto, quede a la dha Iglesia con todo lo q.e en ella han edificado, y
mejorado en el estado en que ahora está antes de fecha, e otorgada esta
Ess.ra". Tampoco había duda sobre el carácter contemplativo de la orden:
el cabildo eclesiástico invitó a las monjas a poner en su templo "sus
vacinas para pedir y recibir limosnas de las buenas Gentes y facer, y ejercer
los otros ejercicios e cosas que en la dha orden de la Concebición de nuestra
Sra se suelen e acostumbran hacer"[102].
Tal vez, siete fueron los años necesarios para acabar las obras, el tiempo
preciso para que dicha comunidad de mujeres, presente en la ciudad al menos
desde 1513, pudiera instalarse definitivamente en el Arrabal de Santa María.
3. El
instrumento de la reforma
El momento
histórico en que nace la orden de la Concepción, en plena eclosión de la
Reforma, bajo la atenta mirada del cardenal Cisneros, fue el elemento que me
permitió proponer nuevas hipótesis y reflexionar acerca del porqué de esta
fundación femenina antes que cualquier otra masculina. En palabras de Cid y
Muñoz, los años 1505-1535 fueron decisivos, "en los que puede considerarse
la existencia de una correspondencia entre la evolución de la implantación
concepcionista y de la reforma"[103]. Centrarme en dicha
fundación gaditana fue el pretexto para hablar de la reforma llevada a cabo por
la monarquía española, gracias al apoyo de las autoridades locales, pero sin la
intervención del clero regular, es decir, sin el apoyo de los observantes. La
tarea reformadora en Cádiz, a diferencia de otras ciudades, no se centró en
torno al conflicto entre conventuales y observantes, clero reglar
tradicionalmente al servicio del Estado, sino que las religiosas, cuyo papel no
se relaciona tan fácilmente con el poder político, conscientes o no,
constituyeron un ejemplo de instrumentalización de la orden por parte de los
poderes políticos. Pese a no cumplir con ninguna labor de evangelización, las
concepcionistas se revelaron sin duda útiles para afianzar la estabilidad
espiritual y religiosa en esta zona de tránsito, bajo el control atento de la
monarquía hispana y con la mayor ortodoxia católica propia de la nueva Orden en
sus comienzos. De hecho, las monjas de la Concepción fueron las primeras
mandadas al Nuevo Mundo para fundar como lo fueron, casi un siglo más tarde,
las Carmelitas Descalzas en Europa durante la Contrarreforma[104].
Consideramos dicha reflexión a la luz del peculiar caso gaditano.
3.1. Monjas concepcionistas
de la orden de San Pedro
Descubrimos,
hasta donde llega mi conocimiento de los monasterios de la Concepción fundados
en España, una anomalía histórica a no ser que fuese un simple abuso de
lenguaje: "se faga Monesterio de Monjas de la dha Orden de nuestra S.ra de
la Concepción de la orden, y regla de S.or San Pedro"[105]. Tenía varias hipótesis para dar sentido
a lo observado. Primero, intenté encontrar algún paralelismo con otros
monasterios concepcionistas de Andalucía, pero ninguno correspondía a la
fundación gaditana. Si bien es cierto, la relación con San Pedro la encontré en
Sevilla y en Toledo: existió un emparedamiento de San Pedro para monjas con
obediencia a los curas de su parroquia en Sevilla, pero bajo la Regla de San
Agustín[106]. En Toledo,
la cuarta fundación de la Concepción se llamó de las Beatas de San Pedro, pero
eran benitas sujetas al metropolitano. Dicha fundación y dotación toledana
había sido obra del cura de la capilla de San Pedro[107].
Si consideramos
que San Pedro era la regla y orden elegida, desconocía la existencia de esta
regla para dicha familia contemplativa en ciernes. Desde el primer momento el
cabildo gaditano ordenó hacer monasterio de monjas de la orden de nuestra S.ra
de la Concepción y "había de ser la invocación de N.ra S.ra de la
Concepción"[108]. Al parecer, no introdujeron cambio
alguno entre el enigmático período de vacancia (¿1510?) y 1527, según era
habitual en el medievo por el propio origen concepcionista, algo confuso e
inestable en sus primeras andanzas. En este caso, la orden pero también lo que
llamaron la "invocación" era de la Concepción pero la regla,
aparentemente, era la que difería: era la de San Pedro, aunque también se decía
de la orden de San Pedro. Esa confusión, en un principio, la asocié a la advocación,
al menos, a lo que suponía que era la advocación, porque no tenía constancia de
ningún monasterio concepcionista cuya orden y regla fueran las de San Pedro,
sino las del Cister, Santa Clara, San Benito y San Jerónimo, en el caso de la
fundación madrileña llevada a cabo por Beatriz Galindo.
Advocación u
orden, lo de San Pedro podría ser un indicio de la temprana redacción del
documento, precisamente cuando todavía las concepcionistas no tenían regla
propia. Hacia 1508, Fray Francisco de los Ángeles Quiñones, ministro general de
la orden franciscana, redactó el esbozo de la Regla aprobada por Julio II en
1511[109].
Entre 1513 y 1514, el mismo compuso las primeras constituciones probablemente
en colaboración con Cisneros[110].
La etapa de definitiva consolidación tanto legislativa como institucional
transcurrió entre los años 1511 y 1526, lo que fácilmente podría explicar las
fluctuaciones en la denominación de los primitivos institutos y, en este caso,
la elección de San Pedro. Por todo ello, a mi parecer, el contenido de dicha
escritura con fecha de 14 de mayo de 1527 se había retomado de la primitiva
escritura (¿1510?), sin introducir cambios sustanciales si no fueran los
imprescindibles como la modificación del lugar.
Leamos ahora la
cuarta cláusula del acta fundacional. Resultó de sumo provecho para entender lo
que en un principio me había parecido confuso. Lo que admitía como advocación o
como un posible abuso de lenguaje, por mero desconocimiento de la presencia de
clérigos de la orden de San Pedro en Cádiz, no lo era sino que inscribía
manifiestamente la institución en un rango fundacional de excepción:
"Capellanes que hubieren de estar en el dho Monasterio, sean clérigos de
la dha orden de S.or S.n Pedro e no de otra alguna"[111].
Los sacerdotes ejercerían de directores espirituales y, en el entretanto que el
monasterio no tuviese la posibilidad de ofrecer el sustento necesario "al
Capellán o Capellanes q.e hubiere de tener", el obispo y cabildo
eclesiástico "proveeremos de enviar uno de los curas e capellán de esta
Sta Iglesia"[112].
En los feudos de la orden militar de Santiago, las fundaciones femeninas
emprendidas por miembros del clero secular fueron las más numerosas[113].
Sin embargo, en nuestro caso, no podemos atribuir la fundación al exclusivismo
del clero secular, - por ser expreso deseo del concejo -, pero sí su patronazgo
y dirección espiritual.
Tenía la certeza
ahora de que se trataba de la orden de San Pedro a la que las concepcionistas
gaditanas estuvieron sujetas en un primer momento. Es decir que la elección de
la regla y orden de San Pedro, plenamente acorde con la devoción marial,
pretendía servirse de lo más antiguo, acogerse bajo el auspicio del primer y
más importante apóstol para fundar, valiéndose de la mismísima cabeza de la
Iglesia. Según la clasificación establecida por Barceló, la devoción a San
Pedro tenía raíces portuguesas al igual que la Inmaculada Concepción[114].
Si bien es cierto, la intervención ligur, en mi opinión, resultó decisiva en
Cádiz para la elección de San Pedro. Pero antes de adentrarnos en la devoción y
genealogía de los impulsores, veamos si dicha elección, la del clero secular y
su sujeción al obispo, participó del aflojamiento de la regla o de un mayor
rigor.
3.2. Monjas
de San Pedro ¿sinónimo de relajación o austeridad?
La reflexión de
Linage resultó muy útil para ubicar el tipo de fundación estudiada, aunque no
se adaptase del todo al caso gaditano. El profesor llamó "asociaciones
femeninas" a las que estaban supeditadas al cabildo de canónigos seculares
e insistió en que esta fórmula "difícilmente podía tener otra explicación
que la pérdida del fervor de la vocación ascética y monástica originaria"[115].
En Cádiz, las concepcionistas estuvieron supeditadas al cabildo de canónigos
seculares de San Pedro probablemente, como subrayó el profesor, "para
cumplir ciertas finalidades cultuales o consultivas de gobierno"[116].
Sin embargo, no creo que fuera signo de pérdida de fervor monástica, al
contrario.
Primero, uno de
los puntos que las gaditanas tuvieron que acatar desde el principio fue su
sujeción al obispo, es decir, otro de los capítulos esenciales de la reforma. En 1530, las religiosas españolas tuvieron que acogerse a la
autoridad episcopal. El breve Quanto
magis religione (8 de febrero) marcaba el cambio emprendido en materia de
reforma femenina[117].
En palabras de varias investigadoras, la elección de dicha jurisdicción no
resultó ser la más frecuente. Según la clasificación establecida en Armamentarium Seraphicum, sólo escasos
monasterios concepcionistas se instauraron bajo el mando del obispo (Llerena en
1502 y Cádiz, s.f.); los demás estuvieron supeditados a frailes de alguna orden
mendicante[118]. En
Cádiz, las concepcionistas no esperaron el decreto para obedecer a la voluntad
del obispo. Es curioso notar que en Sevilla tampoco. Efectivamente, interesa
resaltar que "uno de los puntos neurálgicos del reformismo de la
región", Sevilla, se consolidó gracias a la implantación franciscana[119]. Sin embargo, los tres
institutos concepcionistas de la ciudad hispalense, respectivamente San Juan de
Palma (1511), San Miguel (1514) y Santa María del Socorro (1522) estuvieron, el
primero a petición de las monjas, sujetos a la potestad episcopal[120].
En Cádiz, a diferencia de su cometido en el reino de Castilla, el clero regular
no ejerció labor espiritual sobre la rama femenina. Una de las razones, quizás,
se encuentre en la acción reformadora de los Reyes Católicos: casi siempre
contaron con los observantes franciscanos para restaurar la disciplina en los
monasterios femeninos. El envío de visitadores y religiosos observantes para
reformar los conventos de Córdoba, Sevilla, Jerez y Baeza a fines del siglo XV
no tenía razón de ser en Cádiz si aún no existía instituciones monásticas, es
decir, no preexistía corrupción alguna. Recordemos que todas las órdenes, en
mayor o menor grado, experimentaron la decadencia y la corrupción: dominicos,
trinitarios, mercedarios, carmelitas, etc[121].
Elegir una orden femenina nacida de los mismísimos procesos correctivos
adoptados durante la Reforma Cisneriana garantizaba a los poderes locales mayor
paz institucional y, sobre todo, intachable representación espiritual.
Esta voluntad de
control por parte del cabildo obedecía sin duda a otros parámetros, entre
ellos, la necesidad de velar sobre sus propias proles. En efecto, no se
fundaron instituciones concepcionistas en Sevilla o en Cádiz que no fuesen
pobladas en sus comienzos por lo más regio de la ciudad, por las hijas,
hermanas, madres y sobrinas de estos regidores y miembros del cabildo
eclesiástico, es decir, por diligentes letrados, especialistas en materias
jurídicas y fieles servidores del Estado. ¿Cómo delegar poderes de decisión a
unos desconocidos frailes cuando se trata de su propia sangre?
En Cádiz, como
en Sevilla, la nobleza concejil fue el instrumento de la monarquía a la vez que
cumplía con su marcada y sincera devoción marial, junto con sus intereses
políticos, colocaba a sus hijas sin casar y servía los intereses de su rey. Por
tanto, la sujeción al ordinario se puede interpretar "como una forma de
mitigar en parte la dureza de los planteamientos de la orden", sin lugar a
dudas[122]. Sin
embargo, en mi opinión, tiene otro significado: refleja el deseo de
centralización del Estado, es decir, de control de las fundaciones monásticas,
instrumentalizado, en el caso de Cádiz, por integrantes de los dos cabildos. La
ausencia característica de obispos residentes, o sea, la falta de impulsor
oficial de la observancia, así como los intereses políticos y personales de los
dirigentes gaditanos no requirieron la intervención de los frailes. La reforma
promovida por los Reyes Católicos no se tradujo exclusivamente por la acción de
los observantes, sino que la participación de la clase urbana, en concreto de
algunos regidores y gente de Iglesia, fue decisiva a la hora de llevar a bien
dicha renovación[123].
Por ello, consideramos la fundación gaditana arraigada en el proyecto
reformista de la monarquía española, conducido por los intereses del concejo y
apartado de la acción reformadora de Cisneros y sus discípulos. El siguiente apartado
pretende fundamentar dicha afirmación.
3.3. El
rechazo de una fundación franciscana (1517)
Para intentar
argüir mi propósito no había de perder de vista la peculiar situación
geográfica de la Isla de Cádiz y detenerme en un curioso suceso ocurrido en los
años 1516-1517, o sea,
durante la regencia de Cisneros[124]. El episodio no fue
recogido por el incansable investigador del Puerto, Sopranis, tampoco por
ninguno de los dos cronistas. Ni Horozco, ni Fray Jerónimo repararon en el
desacuerdo de Rodrigo de Argumedo, favorable a la fundación de un monasterio de
monjas de la Concepción, en contra del propósito de los frailes[125].
Según la documentación conservada en el Archivo General de Simancas, localizada
por vez primera por el profesor Herrero, el provincial de los monasterios de la
orden de San Francisco de Andalucía hizo relación a la ciudad de Cádiz para que
le señalara "un sitio para hacer un monasterio de la orden de San
Francisco con que sea sin perjuicio de terreno"[126].
Lo que pedía el fraile era que la ciudad "ampare y defiende a los
religiosos que entrades para poblar en el dho monasterio". El tenor del
documento ponía en evidencia el miedo, haciéndose eco, a mi modo de ver, de la
persecución vivida por los conventuales: "quieren seguridad sobre todo que
nadie les moleste ni les haga daño"[127].
Tampoco carecía de interés para nuestro propósito la siguiente frase:
"(...) diciendo que los vecinos de la ciudad de Cádiz
por la mucha devoción que tienen a la dicha orden han acordado de dar un sitio
en la dicha ciudad para que en el se haga y edifique un monasterio de la dicha
orden por ende que no suplicañades vos mandasemos dar licencia"[128].
La devoción de la población urbana
para con la orden franciscana no dejaba lugar a dudas. La petición hecha a 27 de septiembre de 1516 por
el fraile Fray Francisco Aznar, en la que la voluntad del pueblo se hacía
patente, recibía como única respuesta documentada una carta ejecutoria de la
realeza meses más tarde. Recordemos que Fernando el Católico acababa de morir.
La tensión del reino y de las cortes europeas era grande ante la sucesión; la
frágil situación obligaba a pensar en la exiliada de Lisboa, doña Juana[129]. Ante la escasez de documentos, en
palabras de Azcona,[130] teníamos un testimonio de doña Juana, clarisa
exclaustrada, actuando en asuntos de Castilla concerniente a la reforma
monástica. Secundada por su sobrino Carlos I, dado la inestabilidad del Reino,
doña Juana intervino en los asuntos de gobierno e interpuso la orden de expulsión. En
efecto, pese a que para la dicha fundación "algunos devotos habían
comprado terreno y le pusieron en la posesión della ante los dhos
notarios", el 29 de mayo de 1517 salía a la luz el pleito entre Fray
Francisco Aznar y el chantre, Rodrigo de Argumedo, acerca de la construcción y
fundación de dicho retiro en Cádiz.
Desalojar a los franciscanos no fue
decisión popular sino regia, o sea, como en Palencia fueron los dos cabildos el
instrumento de la monarquía[131].
El corregidor
Hernando Gaspar Ochoa dio a conocer el tenor de la sentencia. Pese a poseer
todas las licencias, "bula y breve de nuestro muy Santo Padre",[132]
los frailes tuvieron que renunciar a su propósito, y no especialmente de forma
pacífica: "el dho chantre y cofrades (...) con mucha gente y armas e un
alquitrán y pólvora ... para quemar la dha iglesia y el dho monasterio e con
aldabones e instrumentos para derribarla"[133].
En pocos meses habían conseguido levantar el templo; es de suponer, con la
ayuda de los gaditanos. Sin embargo, con Rodrigo de Argumedo a la cabeza y el
apoyo de los cofrades (¿de Pilotos? ¿de la Concepción? ¿de Sacerdotes?)[134],
armados de una composición de pez, sebo, grasa, resina y aceite, se dispusieron
a quemar el recién construido edificio a fin de que dichos frailes no
cumplieran con su propósito. Si en un primer momento la población parecía
apoyar el proyecto, pronto el "escándalo y alboroto" se apoderó del
vecindario.
Tras indagar en
el período histórico, en la geografía del lugar así como en la mentalidad del
medievo sospechaba que el rechazo no atañía a la condición de pobreza de sus
miembros, como lo había sugerido en un primer momento el profesor Herrero[135].
La consulta del original, y la lectura de la palabra "claustral", me
confortaba en mi primera intuición. No creo que fuera el factor pobreza el
motivo de la ira sino que la culpa la tenía "el dho Fray Francisco porque
andando como dice andaba fuera de orden y de religión llegó consigo tres o
cuatro frailes de la orden de San Francisco Claustrales"[136].
A mediados del siglo XV, como se repitió hasta la saciedad, el estilo de vida
claustral se encontraba muy deteriorado por los abusos cometidos aunque, según
Redondo, habría que investigarlo más a fondo: "la historia de
los franciscanos conventuales de España está fundada más en tradiciones que en
documentos"[137]. La rama de los observantes
asumía claramente un nuevo estatuto jurídico y pretendía aportar una
"mayor fidelidad a la inspiración de los fundadores de su orden"[138].
¿Cómo creer que el cabildo gaditano no tuviera eco de la política reformista de
los Reyes y de los Papas?
Al contrario de
otras ciudades, en las que las autoridades civiles no se preocuparon mucho por
regular y poner orden en las fundaciones monásticas, en la vieja Calis el propio concejo se encargó de
velar sobre el establecimiento de su primera congregación monástica. Eligió una
orden femenina reformada, acorde con las nuevas pautas y espíritu de su tiempo,
un instituto que podría fácilmente controlar, de poco riesgo y de mucha
utilidad para sus hijas. Asimismo, la elección de San Pedro Apóstol reflejaba
la firme voluntad de las autoridades gaditanas: no dejar inmiscuirse el más
mínimo ápice de relajación monástica en su ciudad. Su cercanía con los
mahometanos y la incesante confluencia de extranjeros exigían una fundación
modélica. Una
institución monástica podía fácilmente transformarse en un potente arma social,
un instrumento de control al servicio de la monarquía y de los poderes locales.
Annie Frémaux-Crouzet recalcó el "contexto
señorial" que acompañó a muchos de los movimientos de "reforma
franciscana" en Castilla, hasta el punto de que la institución de una u
otra corriente se sometía a menudo a los nobles que dirigían el área[139].
En
contra de la depravación de las costumbres, a favor del restablecimiento de la
disciplina, bajo la férrea vigilancia del cabildo catedralicio,
- foco de
irradiación para llevar a bien la reforma -[140],
los regidores decidieron conservar el control. En mi opinión, el quebrado
intento de fundación masculina zanjó por varias décadas el propósito de instaurar cualquier
comunidad
de frailes en Cádiz.
La ausencia de
los franciscanos era la que no podía abstraerse del contexto político y social
de la urbe. Aparentemente, el cabildo apostó por reformadores menos
"oficiales" y en absoluto por la Observancia. Quizás, los poderes
políticos no vieron con agrado la presencia de estos franciscanos, a menudo
tachados de reformados "simplices, idiotae, indocti et asini
bipedales"[141].
En palabras de la doctora Rucquoi, la inmensa mayoría de los conflictos
acaecidos en el siglo XV entre conventuales y observantes atañía al empeño de
estos últimos en suprimir cualquier rastro de "intelectualismo"
frente a los conventuales deseosos de preservar sus centros de estudios[142].
Los gobernantes gaditanos, hombres cultos y letrados, prefirieron apoyarse en
el cabildo de canónigos de San Pedro y asentar, primero,
la Sociedad Jesuita, la orden más
intelectual y la que más empeño y más ideas puso y aportó a la reforma del
catolicismo, es decir, el instrumento más eficiente de la transformación de la
Iglesia[143].
Al
contrario de Palencia, en Cádiz no se reintrodujo rápidamente frailes de la
regular observancia[144]. Sólo medio siglo más
tarde, en 1566, con el primer obispo español residente, se presentó el
observante Fray Juan de Navarro. En palabras de Sopranis, los frailes no
encontraron trabas para instalarse[145].
En
1605, una real
provisión preguntó al cabildo si convenía o no fundar un convento de frailes
descalzos de san Francisco. La respuesta de los regidores fue tajante:
"ha muchos años tiene esta república grandes deseos de
afición y devoción a dicha religión y por el grande fruto que han de hacer en
esta ciudad tan frecuentada de todas Naciones y por ser religiosos de poca
costa y que no llevan ni tienen privilegio de Altar ni obvenciones más que las
limosnas voluntarias que les quieran dar"[146].
Constatamos
la importancia de salvaguardar firme y segura la religión católica en un puerto
frecuentado por tantas naciones, así como el poco gasto que generaba este tipo
de fundación. A
diferencia de las más importantes casas nobles aragonesas, la nobleza indígena
de Cádiz y sus miembros autóctonos de prestigio no eligieron establecer una
comunidad de frailes primero, "sin
duda, más útiles a los intereses de control social de los poderes señoriales, y
con más capacidad de influencia"[147], sino un
monasterio de monjas de la Concepción. Lo que era cierto en la Corona de Aragón, debido a la escasez de
monasterios reformados, no se adaptaba a la situación de Calis Malis en el Reino de Castilla[148].
4.
Devoción y genealogía de los impulsores
Aún no me he
adentrado en el análisis de la devoción de los fundadores, pero me pareció
fundamental comentar antes el ignorado y, quizás, menos valorado episodio de
los franciscanos y su fundación fallida. Por otra parte, en palabras de la
profesora Cid, no existen estudios pormenorizados sobre el origen de los
impulsores de monasterios de la Concepción como tampoco de las religiosas que
poblaban dichos monasterios, razón de por sí suficiente para interesarse en
ello. Asimismo, el profesor Andrades apuntó que las motivaciones fundacionales
femeninas aparecían más vinculadas a "factores espirituales y de
mentalidades" y que, para vislumbrar alguna motivación específica, era
preciso estudiar los grupos fundacionales[149].
Por tanto, tras proponer hipótesis acerca de la trama política adoptada,
conozcamos la genealogía y devoción de dichos fundadores, o sea, el elemento
humano, el único que nos proporciona pistas sobre la procedencia social y
geográfica de las primeras cenobitas.
Andrades apuntó
que, si la advocación del monasterio no se correspondía con la orden podía ser
el resultado de una determinada devoción del fundador sujeta, por tanto, a un
análisis[150]. En cierto
modo, la reflexión del profesor me parecía adaptarse a la situación gaditana.
En 1513, el monasterio de la Concepción de Cádiz tenía por advocación la
habitual, la de Santa María, como lo era San Francisco para los franciscanos, o
Santo Domingo para los dominicos. Para intentar esclarecer la razón de ser de
dicha advocación asociada a la regla y orden de San Pedro quedaba, pues,
indagar en la devoción y genealogía de los fundadores, la del concejo y cabildo
eclesiástico. Interesa resaltar que entre las capillas primitivas construidas
en la catedral, la de la nación genovesa, de carácter funerario para entierros
de los suyos, se encontraba en el lado del Evangelio bajo el título de Santa
María y del guerrero San Jorge, recordando el origen bélico de los primeros
moradores. Los genoveses empezaron la
construcción de la capilla a finales del cuatrocientos[151].
La devoción a la Virgen María era presente en Cádiz en aquella época, incluso
mucho antes, pero lo interesante y probablemente lo que podría explicar la
elección de la orden y regla de San Pedro era, precisamente, la presencia junto
a la capilla de los genoveses de otra, cuyo título era San Pedro. Tuvo tres
fundadores, al parecer, por tres entierros de los más principales: Marrufos de
Argumedo, Estopiñanes y Ordiales[152].
Los dos primeros apellidos de estos tres, uno de linaje genovés, el otro
gaditano-jerezano originario de Alto Aragón, eran apellidos presentes en la
escritura de fundación:
"Pedro Marrufo e Pedro Sánchez Estupiñan, e Melchor
Estopiñan (...) Regidores, (...) damos e otorgamos todo nuestro Poder cumplido
(…) a los Nobles Cavalleros Martín de Haya e Diego Sánchez de Argumedo,
Regidores de esta Ciudad"[153].
Era viernes 5 de
abril de 1527 cuando Pedro Marrufo y los Estopiñán apoderaron a estos dos
regidores para llevar a bien dicha donación, la de la pequeña iglesia de Nuestra
Señora del Arrabal. Si el apellido era español, por la línea femenina las más
prestigiosas casas genovesas dieron su sangre a los Estopiñán: Gentil Merlesin,
Blanca Doria, Nicolasa Centurión y Thomasa Boquín de Bocanegra fueron las
cuatro abuelas de la primera estirpe de este abolengo de renombre, cuatro
generaciones de esponsales con sangre ligur para estos conquistadores del
Magreb[154].
Pedro Sánchez Estupiñán, uno de los
conquistadores de Canarias y de sus primeros pobladores, era descendiente del
conquistador de Melilla, Pedro Estopiñán, familia conocida por sus estrechas
relaciones con los Guzmanes. Dicho linaje participó de la empresa espiritual,
política y ampliamente social que representó la constitución de esta primitiva
fundación monástica. Eran los mismos que la historiografía gaditana conocía, no
en 1527 sino a partir de 1616, por el distinguido patronato civil de los
Blanqueto y Estopiñán[155].
Todavía el visitante atento podía apreciar en la clave de la cúpula de la
iglesia, un relieve que representa a Santiago en la batalla de Clavijo, así
como el blasón de las familias en el crucero[156].
La genealogía de
los Negro(n) de Génova nos conducía a Polo Batista de Negrón (cf. el viejo
tributo de 1513) mercader, vecino y regidor de Cádiz, el fundador de la cuarta
capilla en la catedral[157].
Se casó con Catalina de Argumedo, cuyo hijo se casó con Luisa Gentil de
Estopiñán,[158] todos
involucrados en la constitución del monasterio, en su conservación y dirección
durante generaciones[159].
Por tanto, el análisis conventual permitía añadir una manifestación más de la
piedad intimista de estos gaditanos, una "expresión mal conocida en Cádiz
sino fuera a través de la fundación de capillas funerarias en los laterales de
las naves catedralicias"[160].
En su mayoría eran figuras a la cabeza de la nación ligur, lo más selecto y
cosmopolita de la sociedad gaditana, los que tenían a sus hijas, hermanas,
nietas y sobrinas reclusas en el regio monasterio de Santa María. Aunque no
faltasen portugueses, tan cercanos a la corona española, como tampoco una
inmigración exclusivamente nacional. Descubríamos una estrategia cuidadosamente
organizada alrededor de la fundación, profundamente endogámica, propia de la
constitución de los consistorios y claramente reflejada en la composición del
cenobio hasta principios del siglo XVIII.
No sólo los
nombres anotados en el acta de 1527 tuvieron algo que ver con el monasterio. En
palabras de Horozco, las monjas encontraron cobijo gracias a un grupo de
pudientes que compró "unas casas juntas a una ermita de la Madre de
Dios", con el fin de negociar con los cofrades para que las admitiesen en
su iglesia. Los que trataron el asunto, Pedro Antonio Prasca y Diego Sánchez
Sanabria, no aparecían en el acta de fundación, tampoco en los estudios
genealógicos de Rafael Saus. Sólo Sopranis mencionó al segundo cuando comentó
el establecimiento, a fines del XV, de tres familias que ocuparían puestos de
relieve en la historia de Cádiz: Amayas o Anaya, Sanabria y Villavicencio. Tres
familias de conocida procedencia jerezana, igualmente involucradas en la
constitución y dirección del nuevo monasterio durante siglos[161].
Tampoco carecía
de interés señalar que uno de los fundadores, en el sentido más estricto de la
palabra, había dejado un ínfimo rastro de su presencia en la ciudad. Aunque un
simple nombre y apellido puede confundirse con otro,[162]
en este caso, los lazos de parentescos así como la fecha probable - 1565 -
permitían señalar con mayor exactitud la genealogía de Diego Sánchez de
Sanabria. El expediente de licencia para pasar a Panamá de Juan de Sanabria, su
hijo, "con su sobrina Leonor de Medina, vecina de Cádiz, hija de Pedro
Núñez de Villavicencio y de Ana de Hermosilla"[163]
ofrecía sin duda mayores indicaciones acerca de los primeros impulsores de la
Concepción. Cercano a algunas de las familias involucradas en la constitución
del monasterio, Diego Sánchez de Sanabria estuvo casado con Beatriz de Vargas,
apellido de máximo interés para desenmarañar la procedencia de los que dieron
vida a este primer proyecto espiritual bajo la orden y regla de San Pedro,
advocación de Santa María.
5. Las
primeras cenobitas
El acta de
fundación, a diferencia de otras, no ofrecía apellido alguno referente a las
primeras cenobitas, tampoco los cronistas. Pues, ¿cómo saber de las primeras monjas?
Para empezar, y como acabamos de demostrar, no hacer caso omiso de los nombres
apuntados en el acta de fundación. Familiares, de entre los más de veinte
apellidos inscritos en el acta, entraron a poblar la primitiva institución[164].
La fase de "receptio loci"
solía ir acompañada de la de "promotio
loci" y seguía casi
inmediatamente a la plasmación de la voluntad de fundar, es decir, al envío de
las religiosas y a la elevación del instituto a la categoría de "domus" con una abadesa a su frente.
Fuese en la iglesia de Santiago o bien en la ermita de Santa María, era de
suponer que pronto, aunque fuera un número reducido de mujeres, algunas
llegaron a Cádiz para fundar.
5.1. Su
procedencia: ¿Toledo?
Por tradición se
decía que las "fundadoras" procedían del protomonasterio de Toledo,
sin que jamás documentación alguna sostuviera dicha afirmación. La Madre Clara,
abadesa a principios del siglo XX, escribió al respecto: "Se ignora por
completo el año en que las religiosas fundadoras tomaron posesión del Convento
ni el tiempo invertido en las obras del mismo; sólo se sabe vinieron del primer
Convento"[165].
La prelada lamentó el silencio de sus hermanas tras el asalto del enemigo
inglés en julio de 1596: "no volvieron a escribir nada no ya de la
fundación pero ni siquiera los años que precedieron a la primera salida ha
llegado hasta nosotras". Todas las pesquisas realizadas por la comunidad
fueron infructuosas: "En varias ocasiones hemos escrito a Toledo
suplicando buscaran en el Archivo la fecha en que las fundadoras salieron de
aquel Convento y los nombres de las mismas pero hasta ahora no hemos logrado
nada a pesar de tantas investigaciones"[166].
Según el
registro antiguo de la Casa Madre, entre 1496 y 1514, encontramos los Contreras
y los Ribera, apellidos presentes en el convento de Santa María de Cádiz a
mediados del quinientos y durante los siglos siguientes. Existía un linaje
Ribera en Sevilla desde mediados del siglo XIV; de hecho, fundó uno de los
monasterios de la Concepción[167].
Una abadesa llamada Elvira de Ribera dirigió el convento de Santa María con
toda certeza el 18 de julio de 1609, apellido igualmente vinculado a los
Estopiñán desde mediados del cuatrocientos[168].
En el protocolo más antiguo localizado concerniente al cenobio, año 1546, leí
el nombre de Isabel de la Concepción Contreras, monja profesa en el monasterio
de Nuestra Señora del Arrabal[169].
Quizás, sólo sea una coincidencia, sin conexión alguna con la fundación
toledana. No obstante, era curioso notar que hacia 1511 las discretas de Toledo
se llamaban, entre otras, Francisca Contreras e Inés de Ribera[170].
Habitualmente, además del registro del monasterio, los nombres de las primeras
cenobitas se recogían en las actas capitulares de la ciudad pero, en el caso de
Cádiz, dicha búsqueda resulta imposible.
5.2. Primer
rastro nominativo de abadesas (1546)
En su afán de
investigación y ganas de trasmitir parte de la historia del monasterio a sus
hermanas, la inquieta Madre Clara constituyó una lista de las abadesas,
lamentando que "desde la fundación del convento hasta 1616 no hemos podido
encontrar ni en documentos ni en libros de cuentas los nombres de las Abadesas
que en el dilatado espacio de 92 años rigieron la Comunidad". Tras indagar
en los esparcidos y maltratados (por el tiempo) legajos conservados en el
Archivo Histórico Provincial de Cádiz antes de 1596, podía afirmar que el
primer apellido conocido hoy vinculado a la comunidad concepcionista gaditana
era el de Inés de Tapia. Gracias a la localización de un protocolo redactado en
febrero de 1546, descubría que la "abadesa de las demás monjas del
monasterio de Santa María", Inés de Tapia, había hecho donación de una
sepultura a una tal Beatriz de Vargas[171].
En la regla de
las concepcionistas de 1639 se afirma ser "costumbre universal de la
Religión, no dar elección de Abadesa a los Conventos de nueva fundación"[172].
Quizás fuera la primera abadesa, aunque cuarenta y cinco años a la cabeza del
instituto, incluso más, podrían parecer excesivos. La localización de un
segundo protocolo fechado a 1552 permitía pensar que no fue la primera abadesa
de las demás monjas: "las cuales se dijeron nombrar en unos años Inés de
Tapia y ser abadesa del dho monasterio"[173].
En 1555, Isabel Suárez era la abadesa "del monasterio de Nra Sra de la
Concepción de esta ciudad", monjas conventuales todavía bajo la protección
de Rodrigo de Argumedo[174].
Aunque sólo fueran escasos indicios, hasta la fecha, sólo se conocía el nombre
de Magdalena Porta, abadesa en 1616, famosa por su protagonismo en la fundación
del patronato Blanqueto y Estopiñán cuya intervención económica permitió, entre
otros, la reconstrucción de la capilla mayor destruida durante el asalto de los
ingleses.
El nombre de
Beatriz de Vargas, a quien iba dirigida la sepultura obsequiada, tampoco
carecía de interés para avanzar hacia un mejor conocimiento del desconocido
cenobio a mediados del quinientos. Beatriz de Vargas era una mujer pudiente
vinculada a los Estopiñán, los que se conocían como patronos de la capilla
mayor a partir de 1616, pero cuya primitiva vinculación se desconocía[175].
En un protocolo de 1563, descubría las intenciones y los lazos de parentesco de
la que quiso ser enterrada en el convento de Santa María. En su testamento,
fechado a 18 de septiembre de 1563, Beatriz de Vargas decía ser viuda de Hernán
Sánchez, "enferma de cuerpo y sana de mente". Mandó que enterrasen su cadáver en la sepultura que poseía en el
monasterio de la iglesia de nuestra Señora del Arrabal, "donde están enterradas mis hijas"[176].
Tenía a dos hijas sepultadas en la iglesia, prueba fehaciente de que habían
sido monjas en el instituto. Asimismo, ordenó que se entregara a "Doña
Beatriz y doña Juana Bernal monjas profesas para cada una dos ducados"[177].
En el primer libro de cuentas del monasterio, descubrí rastro de Beatriz
Bernal(te), monja fallecida el 13 de enero de 1611.
Y, en 1601, - la Madre Clara no reparó en ello -, teníamos a Antonia
Bernal(te), abadesa del monasterio[178].
Beatriz de
Vargas tuvo, además de sus dos hijas, a dos hijos, el racionero Pedro Sánchez
Estopiñán y Diego Sánchez Estopiñán, indicación inequívoca que me permitió
relacionar a Beatriz de Vargas con los Estopiñán. Fijarse en los testigos de
dicho testamento tampoco carecía de interés: Nuño Sánchez de Villavicencio,
hijo de Diego Sánchez de Vargas difunto, don Martín de Mendoza y Esteban
Sánchez Rendón sastre[179].
Por vez primera documentalmente, aparecían relacionados con asuntos
concernientes al monasterio, los Villavicencio. Esta insigne familia tuvo una
capilla en propiedad, la de la Natividad de Nuestra Señora, fundada por
Bartolomé de Villavicencio y su esposa Beatriz Estopiñán Doria, los abuelos de
Luisa de Villavicencio y Negrón, Condesa de Alcudia[180].
Pero dicha investigación, de momento, está en ciernes y sólo son pistas para
atar cabos. Estas escasas huellas permiten divisar cuáles fueron las familias
involucradas en la constitución del primitivo instituto, las mismas que en los
siglos XVII y XVIII sostuvieron al cenobio en sus alegrías y festejos así como
en sus penas y adversidades, según esperamos desvelar en un estudio monográfico
dedicado al monasterio.
5.3.
¿Beaterio o casa de emparedamiento?
Hasta descubrir
más pistas y proponer mejores hipótesis acerca de la formación de la primitiva
congregación, me pregunté si antes de formar monasterio el instituto había sido
beaterio o emparedamiento. En efecto, varios monasterios de la Concepción antes
de constituirse canónicamente fueron beaterios, retiros o emparedamientos. En
algunos casos, se fundó primero un monasterio de clarisas o de terciarias
claustrales y sólo en una segunda etapa el instituto se convertía en comunidad
de monjas concepcionistas[181].
María Luz Suárez, la abadesa del monasterio de la Concepción de Cádiz, me
comentó que Isabel Azcárate Ristori, estudiosa de la historia del Seminario de
San Bartolomé, edificio colindante a la iglesia de Santiago, afirmó que el
monasterio había sido primero un beaterio y que se fundó en el año 1514.
Volvemos a leer
la escritura fundacional para mayor precisión: "(...) porque en esta
ciudad no hay Monasterio de Monjas, ni Casa de emparedamiento, lo cual no es
poca falta que en Pueblo tan principal y donde tanta necesidad hay"[182].
La razón de la fundación de esta primera institución monástica se debía a que
en Cádiz no existía "Monasterio de Monjas, ni Casa de emparedamiento".
Detengámonos en la última palabra. Si consultamos el Diccionario de la Real
Academia, en la segunda acepción leemos: "casa donde vivían recogidos los
emparedados". Al leer la definición de "emparedado", tal vez,
tengamos mayor explicación sobre el porqué de dicha fundación: "recluso
por castigo, penitencia o propia voluntad". El signo de identidad del
monasterio parecía sellado desde el primer instante: éste iba a ser una casa de
Monjas, "hijas de Caballeros, y
personas principales" por vocación, o por decisión de los padres, pero también sería el lugar en el que
las entradas de algunas mujeres podrían revestir un carácter judicial. Ese
pormenor, de mucho interés para la investigación, me ayudó a entender numerosos
comportamientos, quejas y situaciones vividas por el cenobio en el siglo XVIII.
Permitía discernir mejor las "misiones" de algunas fundaciones
puestas a disposición de las autoridades civiles y eclesiásticas, según las
"necesidades" del lugar. La definición de "emparedado"
y su posible función de castigo, corroboraba con la distinción establecida por
Omeachevarria al hablar de las "beatas", "beguinas",
"bizocas", "mantelatas" o "seroras" por oposición
a las "reclusas" o "emparedadas"[183].
Por tanto,
existía diferencia entre estos dos términos a menudo empleados de forma
indiscriminada. ¿Qué fue primero el monasterio de la Concepción, un beaterio o
una casa de emparedamiento? En palabras de Andrades, aunque durante la Baja
Edad Media en Andalucía podíamos realizar una división entre emparedadas y beatas,
tal diferenciación "en las emparedadas andaluzas poco tienen que ver con
Santa Oria [184] y sí mucho
con lo que consideramos vida beata". Según el profesor, la proliferación
de beaterios no había de ser interpretada exclusivamente desde una perspectiva
negativa sino como un fenómeno positivo, como el reflejo de una nueva
espiritualidad[185].
Si bien es
cierto, en el caso de Cádiz, a mi modo de ver, era importante marcar la
diferencia. En palabras de Herrero, las beatas eran mujeres piadosas sin
atadura de votos religiosos pero que solían proceder de sectores humildes de la
sociedad, sin poder pagar dotes, buscando seguridad, constituyéndose en grupos
parecidos a "cofradías" o "familias"[186].
El profesor estudió y sacó del olvido el interesante testamento de Esteban
Rajón, deán y canónigo, en el que éste decía dejar a una beata en Cádiz algún
legado (punto 26)[187].
Había, a mi parecer, dos posibilidades: Rajón empleó erróneamente, como era
frecuente, el vocablo beata para referirse al monasterio de Santa María, a no ser
que existiese, - lo que creo -, algún ignorado beaterio en la ciudad en aquella
época[188]. De hecho,
Agustín de Horozco comentó que, "a imitación de estas santas religiosas
(las de Santa María) levantaba Dios la devoción de otras doncellas y mujeres
que, por ser pobres, no tenían con qué dotarse para entrar en el convento de la
Concepción"[189].
Respecto a la existencia de beaterio, la primera huella archivística de la que
disponemos en Cádiz tiene fecha de 1579. Leí el testamento de una tal Leonor de
Jesús, beata, prima de Pedro de Ribera, el alguacil. No tenía relación con el
monasterio de la Concepción: pedía misas en el de San Francisco[190].
Por tanto, existía algún beaterio al menos en 1579 si Leonor de Jesús testó
como beata aunque en el mismo período se la llamase religiosa[191].
Herrero sugirió
que debía existir ya en 1514 una comunidad de beatas en Cádiz. Diría incluso
antes, si el dicho Rajón falleció el 21 de septiembre de 1513[192].
A continuación el profesor habló del convento de Santa María haciendo uso de
las informaciones dadas por Horozco y Sopranis. Fue cuando añadió, a mi parecer
lo que condujo a Isabel Ristori a asociar beaterio y monasterio de Santa María,
"todas estas noticias se refieren, sin duda, a uno solo y mismo convento o
casa de beatas"[193].
En el acta de fundación se asociaba claramente hijas de nobles con casa de
emparedamientos, tal y como pude comprobarlo en Sevilla en algunas fundaciones
de la Concepción a fines del siglo XV. Desconocía la existencia de prueba
irrefutable que confirmase el carácter de beaterio del monasterio. Tenía a mi
alcance el camino recogido documentalmente por las religiosas agustinas
calzadas de Cádiz para apoyar mi tesis. Me ceñiré a la documentación encontrada
en el Archivo de Simancas.
Según el ya
citado censo de población, la institución, conocida como el monasterio de
Candelaria, no se llamaba así en 1591 sino de la Penitencia. En dicha época se
registraron dieciocho monjas en su interior. En realidad, el popular monasterio
de Candelaria - sólo a partir de 1593 - era el antiguo beaterio de Nuestra
Señora de la Paz, presente en la ciudad al menos desde 1565. Primero, la
institución había sido "una casa de recogimiento donde se recogían mujeres
perdidas arrepentidas de su mal vivir y otras virtuosas y buenas cristianas las
cuales se sustentaban como podían con limosnas"[194].
Recordemos que en Cádiz se instalaron, primero, varias instituciones femeninas
antes que fundación masculina, factiblemente, para atender a las necesidades de
dicha ciudad con puerto y conformarse cuanto antes con la moral católica
exigida[195]. Don
García de Haro, obispo español recién promulgado, decidió, sin duda motivado
por la reforma de las terciaras ordenada por Felipe II (1567), que dichas
mujeres profesarían sin tener dote y "excluyó a las que no quisieron
profesar"[196].
No sólo la ausencia de dote, "según es costumbre en todos los monasterios
de monjas del mundo", en palabras de la presidenta Catalina de San
Agustín, sino la expresión "estuvo por madre de la casa de mujeres"
una tal "Ana de Jesús beata vecina de esta ciudad" confirmaba el
origen de la institución[197].
Sólo un beaterio, o "emparedadas no recluidas bajo el régimen de vida
común", según la expresión de Andrades[198],
estaba regentado por una "Madre", expresión totalmente ausente a lo
largo del quinientos en la documentación localizada concerniente al monasterio
de Santa María. Tras el 17 de septiembre de 1587, el llamado convento de la Paz
pasó a ser Monasterio "que ahora se dice de Jesús y María", con una
abadesa a su frente y obligación de traer dote[199].
No solamente la
mismísima definición de emparedamiento sino su expresión en la escritura de
fundación, la calidad de sus moradoras, hijas de las clases dirigentes, así
como la procedencia social de los fundadores, casi todos regidores, escribanos,
miembros del alto clero, poco dispuestos a fundar beaterio, me llevaba a pensar
que el monasterio de la Concepción, advocación de Santa María, no había sido
nunca beaterio sino un monasterio ex novo
para las que podían pagar los cien ducados de oro exigidos, dote imprescindible
en la aceptación de cualquier candidata, excepto las de música, al menos
durante el siglo XVII[200].
A diferencia de las de Candelaria, no había leído nunca la palabra
"beata" o "beaterio" en algún protocolo para referirse a
las monjas de Santa María y a su monasterio. Tal vez lo fuera. Pero de momento
no disponía de pruebas convincentes para afirmarlo rotundamente.
A modo de conclusión
Como muchos
otros monasterios de la Concepción, el de las calzadas de Cádiz albergó a las
hijas de la elite urbana durante siglos. El impulso
socio-cultural que representó la fundación correspondía al gesto ideológico,
político, social y religioso de un grupo de elite, el que dirigía esta
república aristocrática, y no a la religiosidad popular habitualmente atribuida
a las fundaciones femeninas. Pese
a que Andalucía apostase por los mendicantes para
llevar a bien la reforma, los dirigentes gaditanos, casi todos de afamada
procedencia, optaron por otra alternativa, menos "oficial" pero sin
duda más favorable a sus intereses. El concejo empezó por diseñar el mapa
conventual de su ciudad con esmero, conforme a las exigencias requeridas por la
monarquía. La nueva orden permitía conciliar el acuciante fervor de los
españoles hacia la Madre de Dios con las necesidades espirituales y sociales de
las familias y sus proles. Proponer hipótesis acerca de la larga ausencia de
los menores en Cádiz, y plantear el porqué de una fundación femenina
(monasterio de la orden segunda) antes de que se instalara alguna orden masculina,
pretende ofrecer mejor percepción de esta "pequeña Génova" todavía
mal conocida a finales del medievo. Quizás, la
investigación permita abrir nuevos cauces para intentar desenmascarar la
estrategia política y social adoptada por las facciones vinculadas a las
fundaciones de la Concepción, la orden femenina elegida para propagar la
espiritualidad cristiana en Nueva España.
El ejemplo de
Cádiz y de su grupo social dispuesto a fundar, quizás, fuese representativo de
más puertos españoles en aquella época. Centrarse en las instituciones con
vista al mar, cuya situación geográfica propició diferencias sustanciales
respecto de los monasterios del interior, tanto a nivel fundacional como
espiritual, podría ser otro de los atractivos del análisis fundacional. Estudiar
las estructuras políticas de las ciudades en las que se fundaron primero
monasterios de mujeres, conocer la orden elegida, la jurisdicción a la que
estuvieron supeditadas y si éstas estuvieron vinculadas de forma retroactiva o
no a la jurisdicción y/o dirección espiritual de los frailes, podría constituir
otro incentivo para adentrarse en la formación del mapa conventual de las urbes
españolas durante el largo proceso de Reforma.
[1] Artículo recibido en marzo de 2008. Evaluado en octubre de 2008.
[2] El interés de estos dos
investigadores se ha centrado principalmente en cuestiones de índole general
concernientes a los orígenes de la Orden y, en el caso de Gutiérrez, a su
fundadora Beatriz de Silva.
[3] Marión
REDER GADOW, "Una mirada retrospectiva a la clausura femenina en
Andalucía: la Orden Concepcionista", en La clausura femenina en España, Actas del Simposium (II), 1-4
septiembre 2004, ed. Escurialenses, 2004, pp. 813-836.
[4] Ángela MUÑOZ FERNÁNDEZ,
"Fundaciones conventuales femeninas en el ámbito rural madrileño (ss.
XV-XVI)", en Actas I Congreso
Internacional del monacato femenino en España, II, León, 1993, pp. 477-494.
M.a del Mar GRAÑA CID, "Una tentativa
frustrada de Autonomía Religiosa Femenina: las Terciarias Franciscanas en
Andalucía (siglos XV-XVI)", en Las Mujeres en Andalucía. Actas del II
Encuentro Interdisciplinar de Estudios de la Mujer en Andalucía, Málaga,
1993. M.a del Mar GRAÑA CID y A. MUÑOZ FERNÁNDEZ, "La Orden Concepcionista: formulación de un
modelo religioso femenino y su contestación social en Andalucía", en Actas del II
Congreso de Historia de Andalucía. Las Mujeres en la Historia de Andalucía,
Córdoba, 1994, pp. 279-299. Laura CANABAL RODRÍGUEZ,
"Constituciones de una comunidad concepcionista. El monasterio de la
Concepción de Toledo", en Actas I
Congreso Internacional del monacato femenino en España, Portugal y América
(1492-1992), II, León, 1993, pp. 203-211. De la misma autora: "Las comunidades religiosas femeninas de
Toledo. Implantación y características generales de su patrimonio fundacional
(ss. XII-XVII)", Toletana, 9, 2003, pp. 287-322. José SÁNCHEZ HERRERO, "Monjes y Frailes. Religiosos y Religiosas en
Andalucía durante la Baja Edad Media", en
III Coloquio de Historia Medieval de
Andalucía, Jaén, 1982, pp. 405-456. José María MIURA ANDRADES, Frailes, monjas y conventos. Las órdenes
mendicantes y la sociedad sevillana bajomedieval, Diputación de Sevilla,
1998.
[5] Marión
REDER GADOW, "Las voces silenciosas de los claustros de clausura", Cuadernos de Historia Moderna, núm. 25,
2000, pp. 279-335.
[6] Concha TORRES SÁNCHEZ,
"Conventualismo femenino y expansión contrarreformista: el Carmelo
descalzo español en Francia y Flandes" en Actas I Congreso Internacional del monacato femenino en España, II,
León, 1993, pp. 237-248. Antonio LINAGE CONDE, "La mujer y el
monacato", en Actas I Congreso
Internacional del monacato femenino en España, II, pp. 15-55. Eva MENDOZA
GARCÍA, "La clausura femenina en España en el
siglo XVII a través de los manuales de escribanos y documentos notariales de Málaga",
en La clausura femenina en España,
pp. 245-268.
[7] Marión
REDER GADOW, "Una mirada retrospectiva a la clausura femenina en
Andalucía: la Orden Concepcionista", op.
cit., pp. 825-826.
[8] Además de
cuatro de terciarias franciscanas y once de clarisas, cinco de franciscanas y
uno de recoletas. J. SÁNCHEZ HERRERO, "Monjes
y Frailes", op. cit., pp. 411-412.
[9] M.a del Mar GRAÑA CID y A.
MUÑOZ FERNÁNDEZ, "La Orden
Concepcionista: formulación de un modelo religioso femenino y su contestación
social en Andalucía", en Actas del II Congreso de Historia de Andalucía. Las Mujeres en la
Historia de Andalucía, Córdoba, 1994, p. 290.
[10] Francisco Javier ROJO ALIQUE, "El proceso de fundación del
convento de San Francisco de Valladolid (h.1220-1275)", en Hispania Sacra, vol. 54, núm. 110, 2002,
pp. 555-604.
[11] V. Los numerosos e
interesantes estudios de Sopranis, Sánchez Herrero, Miura Andrades, Ladero
Quesada, Collantes de Terán por citar algunos.
[12] ACC, Sección I. Serie I.
Libro I de Actos capitulares (1583-1679). En el archivo catedralicio el libro I
empieza en marzo de 1583 hasta 1586; luego, sólo aparecen datos concernientes a
los años 1665, 1678 y 1679. El legajo más antiguo conservado en el Archivo
Histórico Provincial tiene fecha de 1531; el siguiente es de 1538 y hay otro de
1539 en la notaría de Alonso de Medina. A partir de 1540 la documentación se
hace más regular, más exhaustiva aunque los legajos no siempre están en buen
estado, lo que dificulta, incluso imposibilita, su estudio.
[13] Miguel Ángel LADERO QUESADA
y José SÁNCHEZ HERRERO, "Iglesia y ciudades", en Actas del VI Coloquio
Internacional de Historia Medieval de Andalucía. Las ciudades andaluzas (siglos
XIII-XVI), Universidad de Málaga, 1991, pp. 228-229.
[14] J. SÁNCHEZ
HERRERO, "Monjes y Frailes", op. cit., p. 405.
[15] José María MIURA ANDRADES, op. cit., p. 30.
[16] Ángela
MUÑOZ FERNÁNDEZ, Acciones e intenciones
de mujeres en la vida religiosa de los siglos XV y XVI, Dirección General
de la Mujer-Horas, Madrid, 1995, p. 30.
[17] María del Mar GRAÑA CID,
"Reflexiones sobre la implantación del franciscanismo femenino en el reino
de Granada (1492-1570)", en I
Congreso Internacional del monacato femenino en España, II, León, 1993, pp.
523-538.
[18] Ángela
MUÑOZ FERNÁNDEZ, op. cit., p. 19.
[19] Francisco Javier ROJO ALIQUE, "Reforma religiosa, sociedad y
política en la Baja Edad Media: el ejemplo de San Francisco de Palencia en el
siglo XV", en Hispania Sacra,
LIX, julio-diciembre 2007, pp. 470 y 474.
[20] Hipólito SANCHO SOPRANIS,
"Cronología de Pedro de Estopiñán", en Mauritania, Año XV, núm. 176, julio de 1942, p. 231. IDEM: "El
abolengo marroquí de la familia Estopiñán. Juan Manuel Estopiñán en Larache
(1689)", en Mauritania, Año XV,
núm. 176, julio de 1942, pp. 224-230; "Los familiares inmediatos del
Conquistador de Melilla, Pedro de Estopiñán", en Mauritania, Año XV, núm. 176, julio de 1942, pp. 218-223; "Los
Estopiñán y las actividades Gaditanas en Marruecos. (Siglo XV y XVI)", en Mauritania, Año XI, núm. 128, julio de
1938, pp. 193-196. Diego Ignacio PARADA, Hombres
ilustres de la ciudad de Jerez, 1878.
[21] Balard cita a los Marrufos
y a los Doria como algunos de los apellidos más prestigios de Génova. Michel
BALARD, "Pouvoir et argent à Caffa au XVe siècle", en La Méditerranée médiéval. Espaces,
itinéraires, comptoirs, (collec. dirigée
par Michel Parisse), ed. Picard, 2006, p. 124; IDEM, "Les Génois
dans le royaume de médiéval de Chypre", op. cit., p. 170.
[22] AHPC,
Not. 14, PT 3102, fols. 278-280; Not. 16, PT 3708, fol. 295.
[23] Luego
Carmona, Lebrija, Puerto de Santa María, Sevilla (Nra Sra del Socorro),
Pedroche, Osuna, Fuente Ovejuna, Torrefranca. J. SÁNCHEZ HERRERO, "Monjes y Frailes", op. cit., pp. 446-447.
[24] Se espera la tesis doctoral
de Francisco Glicerio Conde Mora sobre episcopologio gaditano: "Los obispos de Cádiz (siglos XIII-XIX). Un estudio
prosopográfico, heráldico y genealógico".
[25] Pedro de Salazar se
interesó únicamente por diecisiete monasterios de monjas en el último de sus
libros, el octavo, consagrado a las concepcionistas. Pedro de SALAZAR, Crónica y historia de la
fundación y progreso de la provincia de Castilla de la Orden del bienaventurado
padre san Francisco, en la Imprenta Real, por Juan Flamenco, Madrid, 1612. El único rastro localizado
hasta ahora en la bibliografía franciscana está en Armamentarium Seraficum, pero sin que se conociera la fecha de
fundación: "Monast. Monalium ordinis Immaculatae Conceptionis
sub invocatione S. Mariae erectum in Urbe Gaditana Ordinariorum regimini
subiectum". Gaspar de LA FUENTE, Armamentarium seraphicum & Regestum vniuersale tuendo titulo
Immaculatae Conceptionis, Madrid, 1649, p. 634.
[26] Manuel CASTRO Y CASTRO,
OFM, "Los monasterios de la Concepción en
España", en Archivo Iberoamericano, 41-81, 1991, pp. 437-438. V. Frédérique MORAND, "El
Stabat Mater glosado y traducido por
Sor María Gertrudis de la Cruz Hore a fines del siglo XVIII", en Hispania Sacra, núm. 118, (jul.-dic.)
2006, pp. 579-607. IDEM: Una poetisa en busca de libertad. María Gertrudis Hore (1742-1801), Diputación de Cádiz, 2007.
[27] Las siempre mencionadas siguen
siendo María de Jesús de Ágreda (1602-1665), María de los Dolores y
Patrocinio (1812), María de los Ángeles Sorazu Aizpurua (1873-1921). María Victoria TREVIÑO, "Escritoras
franciscanas hispanas", en El franciscanismo en la
Península Ibérica: balance y perspectivas: I Congreso Internacional, Madrid, 22-27 de
septiembre de 2003, (ed.) María del Mar Graña
Cid, Barcelona, 2005, pp. 101-124.
[28] María del Mar GRAÑA CID,
"Reflexiones sobre la implantación del franciscanismo femenino", op. cit., pp.
532 y 528.
[29] Francisco Javier CAMPOS Y
FERNÁNDEZ DE SEVILLA, "El monacato
femenino de la España de la Ilustración", en
La clausura femenina en España, 2004, pp. 29-30.
[30] AHMSMP,
Sección I. Serie 2.6. lib.1, fol. 4.
[31] Fue abadesa de1668 a 1685.
[32] En el cabildo del 19 de
octubre de 1612 los regidores decidieron
librar trescientos reales de vellón para costear el viaje del Padre
Francisco Frosel, inglés de la Compañía de Jesús residente en Madrid "a
esta ciudad para residir en el Colegio por la mucha falta que hacía en ella y
por el mucho fruto que sacaría en los extranjeros y herejes". AMC, Índice
cronológico de las Actas Capitulares (1596-1613), Tomo I, fol. 178.
[33] En Cabeza del
Buey, el monasterio de la Concepción estuvo sujeto a la Orden Militar de
Alcántara (1508) porque la jurisdicción
territorial les pertenecía; repararon en que se había fundado sin licencia de
su capítulo general. Los Franciscanos fueron los únicos que mediaron para salvar la fundación
a punto de extinguirse y las monjas de ser expulsadas. Sor María de la Cruz ALONSO, Historia de nuestros Monasterios Federación
Bética " Santa María de
Guadalupe " Orden la I.C., Sevilla, 1998, pp. 1-3.
[34] Hipólito
SANCHO SOPRANIS, "La devoción
Concepcionista en San Francisco de Cádiz", en Archivo Ibero-americano, Año XIV, núm. 54, (abril-junio) 1954, pp.
207-209.
[35] La presencia, ignorada, de
la cofradía de la Vera Cruz en el monasterio de Santa María en el setecientos,
actualmente ubicado en el convento de los franciscanos, fue probablemente una
de las primeras manifestaciones de ese acercamiento. AHN, Sección Clero, lib.
1867, fols. 130 y ss.
[36] José GARCÍA SANTOS,
"La regla de Santa Beatriz de Silva. Estudio comparado", en I Congreso Internacional del monacato
femenino en España, II, 1993, pp. 179 y 184.
[37] A primero de septiembre de
1494, tras la extinción de la regla de la Orden del Cister y la implantación de
la regla de Santa Clara, la reina Isabel la Católica suplicó al papa licencia
para fusionar la comunidad de la Concepción con la benedictina de San Pedro de
las Dueñas y trasladar la primera al monasterio de la segunda, bajo la regla de
Santa Clara en su modalidad concepcionista. A primero de septiembre, Alejandro
VI otorgó licencia para la fusión de las comunidades. El 5 de noviembre se
ejecutó dicha bula con el consentimiento de toda la comunidad. La bula
"Pastoralis Officii" (19 de febrero de 1506) ratificaba y confirmaba
las anteriores. Las bulas están publicadas en latín y castellano por Ignacio
OMAECHEVARRIA, Orígenes de la Concepción
de Toledo, documentos primitivos
sobre Santa Beatriz de Silva y la orden de la Inmaculada, Burgos, 1976, pp.
101-106 y 112-122.
[38]"Coenobium Fratrum ordinis S. Hieronymi sub invocacione Immaculatae
Conceptioni in Urbe Granatensi fundatum a Reyes Católicos año 1492 coenobium in laudem
Inmaculada Concepción erecturos." Gaspar de LA FUENTE, op. cit., cols. 304-306.
[39] Bartolomé ESCANDELL BONET, Estudios Cisnerianos, Universidad de
Alcalá de Henares, 1990, p. 123.
[40] "Monast.
Monalium ordinis Immaculatae Conceptioni & sub eadem invocatione, Matriti
erectum anno 1504. sed sub obedientia Patrum ordinis S. Hieronymi, vulgariter Conceptio Hieronymiana nuncupatur." Gaspar de LA FUENTE, op. cit., col. 617.
[41] Tarsicio de AZCONA, La elección y reforma del
episcopado español en tiempo de los Reyes Católicos, Instituto
P. Enrique Flórez, Madrid, 1960, pp. 249-251.
[42] "Monast. Monalium ordinis Inmaculatae
Conceptionis, & sub eadem invocatione Matriti erectum ex speciali facultate
Julij II anno 1512. Conceptio Franciscana
vulgariter nuncupatur." Gaspar
de LA FUENTE, op. cit., col. 618.
[43] José GARCÍA SANTOS, op. cit., pp. 186-187.
[44] Gaspar de LA FUENTE, op. cit., col. 629.
[45] Arturo
MORGADO GARCÍA, "Los conventos de monjas concepcionistas en el Cádiz del
siglo XVIII", en La Orden
Concepcionista, I, León, Actas
del I Congreso Internacional, 1990, pp. 299-311. Lorenzo ALONSO DE LA SIERRA
FERNÁNDEZ, "El convento de Santa María de Cádiz", en Atrio, Revista del Arte, núm. 2, 1990,
pp. 107-118. Pablo ANTÓN SOLÉ, La iglesia
gaditana en el siglo XVIII, Cádiz, Universidad de Cádiz, 1994, p. 348.
[46] Así fue en las ciudades de
Cuzco y Arequipa. Kathryn BURNS, "Los monasterios del Cuzco colonial:
orígenes y desarrollo" en I Congreso
Internacional del monacato femenino en España, Portugal y América (1492-1992),
I, 1993, p. 427.
[47] Juan
ARANDA DONCEL, "La expansión de
las Concepcionistas en el reino de Córdoba durante el siglo XVI", op. cit.,
II, p. 540.
[48] M.a del Mar GRAÑA CID y A.
MUÑOZ FERNÁNDEZ, "La Orden
Concepcionista: formulación de un modelo religioso femenino y su contestación
social en Andalucía", op. cit., pp. 294-295.
[49] Fray Jerónimo de LA CONCEPCIÓN, Emporio de el Orbe. Cádiz Ilustrada. Investigación de sus antiguas Grandezas, discurrida en concurso de el
General Imperio de España, Amsterdam, 1690, pp. 605-609.
[50] Agustín
de HOROZCO, Historia de la ciudad de
Cádiz, Cádiz, Imp. de Don Manuel Bosch, ed. de 1845, p. 263.
[51] Ibídem,
pp. 264-265.
[52] María del Mar GRAÑA CID,
"Reflexiones sobre la implantación del franciscanismo femenino en el reino
de Granada (1492-1570)", op. cit.,
p. 535.
[53] Citado por M.a del Mar
GRAÑA CID y A. MUÑOZ FERNÁNDEZ, "La Orden
Concepcionista: formulación de un modelo religioso femenino y su contestación
social en Andalucía", op. cit., p. 293.
[54] ACSM, Lib. 10 de las
Cuentas del año de 1781 a 1789, fol. 30 v. Existen fotocopias de dicha
escritura en el Archivo Diocesano de Cádiz desde la década de 1980. ADC, Sección Secretaría. Serie Religiosas, leg. 274 (I),
s.n.
[55] José María MIURA ANDRADES, Frailes, monjas y conventos, p. 124.
[56] ACSM, Copia del original de
la escritura de fundación del Convento de Santa María redactado el martes 14 de
mayo de 1527, fol. 2 r.
[57] Ángela MUÑOZ FERNÁNDEZ,
"Fundaciones conventuales femeninas en el ámbito rural madrileño (ss. XV-XVI)",
op. cit., p. 484.
[58] AMC, lib. 10.805. Varia
Actas del Ayuntamiento de Cádiz anteriores a la destrucción de su Archivo por
los ingleses en 1596 recogidas, ilustradas y ofrecidas al Exmo Ayuntamiento por
Adolfo Castro,
[59] María del Mar GRAÑA CID,
"Religioso in vía: franciscanismo y caminos en Castilla la Nueva
(1219-1550)", Actas del I Congreso
de Caminería Hispánica, vol. 2, 1993, p. 135.
[60] ACSM, Copia del original de
la escritura de fundación, fol. 2 v.
[61] Los Marrufo se dedicaban a
transportar mercaderías por mar, "cuando no ponían sus naos y carracas al
servicio de algún soberano que se lo pagaban bien para asuntos de paz o de
guerra". En 1468, era regidor de Cádiz un tal Jerónimo Marrufo. En el
cabildo de 17 de julio de 1615 se hizo el nombramiento de Cónsul de la Nación
Genovesa hecho a favor de Francisco Marrufo de Negrón en lugar y por
fallecimiento de Cristóbal Marrufo su padre. AMC, Índice cronológico de las
Actas Capitulares, lib. 10795 (1613-1633), Tomo II, fol. 27. Hipólito SANCHO
SOPRANIS, "Los genoveses en la región gaditano-xerciense de 1460 a
1800", en Hispania, t. VIII
(jul-sept 1948), núm. XXXII, p. 385. IDEM, "Cinco lustros de historia
gaditana. Cádiz bajo el señorío de la Casa de Ponce de León" , en Archivo Hispalense, núms. 7-8, nota 1,
p. 183. ACSM, Copia del original (...), fol. 3 r. V. Rafael SÁNCHEZ SAUS, Linajes medievales de Jerez de la Frontera,
I, Sevilla, ed. Guadalquivir, 1996, p. 70.
[62] ACSM, Copia del original
(...), fols. 4 v-5 r.
[63] Antonio RUMEU DE ARMAS, Historia de la Previsión Social en España:
cofradías. Gremios. Hermandades. Montepíos, Revista de Derecho Privado,
Madrid, 1944, pp. 209-210.
[64] Martín de Haya ya era
regidor en el año 1514 (10 de mayo). Se sabía de la presencia de Galeazzo de
Argumedo, como regidor de Cádiz en 1504. AGS, Cámara de Castilla. Pueblos 4-2,
fol. 368.2. ACSM, Copia del original de la escritura de fundación, fol. 5 v.
[65] ACSM, Copia del original
(...), fol. 7v-8.
[66] J.M. MIURA ANDRADES, Frailes, monjas y conventos, p. 123.
[67] Si consultamos el libro Armamentarium Seraficum (1649), el
problema de la denominación se solucionó al apuntar los monasterios cuya
advocación era la Inmaculada Concepción independientemente de la orden a la que
se acogieron. Es de notar que para la provincia de Andalucía no aparecían los
monasterios de Sevilla, ni el del Puerto de Santa María, tampoco de Jerez de la
Frontera.
[68] Ignacio OMAECHEVARRIA, "Monasterios concepcionistas en 1680. Un ejemplo de estadísticas
oficiales insuficientes", Collectanea
Franciscana, vol. 50, núms.1-4, 1980, pp. 277-284.
[69] J. SÁNCHEZ
HERRERO, "Monjes y Frailes. Religiosos y Religiosas en Andalucía durante
la Baja Edad Media", en III Coloquio
de Historia Medieval de Andalucía, Jaén, 1982, pp. 405-407 y 429.
[70] Pascual
MADOZ, Diccionario
geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, V,
Barcelona, 1846, p. 173. Ignacio OMEACHEVARRIA, IV Centenario. Fundación del Monasterio de la Natividad de Nuestra
Señora de Regina Coeli. Cuatro siglo de Fulgor Concepcionista (1573-1973),
ed. Junipero Serra, 1973, pp. 23-24.
[71] Annie
MOLINIÉ-BERTRAND, Censo de Castilla de 1591, leg. 1301. Facsímil,
Madrid, Instituto Nacional de Estadística, 1984, p. 608.
[72] J.M. MIURA ANDRADES, op. cit., pp. 123-125.
[73] ACSM, Copia del original,
fol. 6.
[74] Ibidem, fol. 7.
[75] José
SÁNCHEZ HERRERO, Cádiz la ciudad medieval
y cristiana (1260-1525), Madrid, Confederación Española de Cajas de Ahorro,
1981, pp. 240 y ss. Historia de las
diócesis españolas.10. Iglesias de
Sevilla, Huelva, Jerez y Cádiz y Ceuta, José SÁNCHEZ HERRERO (coord.),
Madrid, BAC, 2002.
[76] Oficialmente, se requería
su presencia desde la Congregación del Clero de Sevilla (1478) y se exigía un
período de residencia de seis meses como mínimo a los no residentes. Tarsicio
de AZCONA, op. cit., pp. 201-228.
[77] Alberto BOSCOSO, "Gli
insediamenti genovesi nel Sud della Spagna all’época di Cristoforo
Colombo", en Atti del II Convegno
internazionale di Studi Colombiani, Génova, 1977, p. 337.
[78] Año 1498.
"Que el obispo de Badajoz, del Consejo, suelte de la prisión bajo fianza a
Antón Galíndez, vecino de Cádiz, a Jorge Casana y a Bernaldo Presende,
genoveses, los cuales habían sufrido ciertas dificultades, al parecer sin
culpa, en relación con la partida del puerto de dicha ciudad de la nao Fagaza y
que concluya el proceso para remitirlo al Consejo donde se haga cumplimiento de
justicia." AGS, Registro General de Sello, 149.803, fol. 453. Año 1520.
"Que mandará ver y proveer como convenga lo de Cristóbal Marrufo, vecino,
y regidor de la ciudad de Cádiz que se hizo a la vela para Génova, no obstante
el embargo que se le puso". AGI, Indiferente, 420, L. 8, fols.186v-187r.
[79] Arturo MORGADO GARCÍA y
Pablo ANTÓN SOLÉ, "Apéndice I. Diócesis de Cádiz", en Historia de las diócesis españolas (...),
pp. 781-782.
[80] En 1491 había sido electo obispo de Salamanca. Antonio de LA TORRE
(ed.), Documentos sobre relaciones
internacionales de los Reyes Católicos, vol. VI., CSIC, Barcelona, 1950, pp. 219-220.
[81] Al menos
en 1501 y en 1503, época de los Borja, existen indicios que dejan pensar que
Carraffa seguía en Roma; lo mismo para el año 1506. Ludovico PASTOR, Historia de los Papas desde fines de la Edad
Media, Tomo III, vol. VI, Historia de los Papas en la época del
Renacimiento desde la elección de
Inocencio VIII hasta la muerte de Julio II (Alejandro VI, Pío III, Julio II)
(1492-1513), ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1951, pp. 34, 55, 367, 402-403.
[82] Ludovico PASTOR, op. cit., pp. 127-128, 136, 191-192,
249-251.
[83] Todas estas noticias se
desprenden del breve de Julio II, 10 de agosto de 1506, al mismo duque. Tarsicio de AZCONA, op. cit., nota 27, p. 180.
[84] Bajo la primera Regencia
cisneriana de 1506-07, el duque de Medina Sidonia cercó la plaza de Gibraltar,
incorporada a la Corona de Isabel la Católica, reivindicándola como propia. V.
José Luis CANO DE GARDOQUÍ y Antonio de BÉTHENCOURT MASSIEU,
"Incorporación de Gibraltar a la Corona de Castilla (1436-1508), en Hispania, 1966, vol. 26, núm. 103, pp.
325-381.
[85] José SÁNCHEZ HERRERO, op. cit., pp. 242-243. Diccionario de Historia Eclesiástica de
España, (dir.) Quintín Aldea Vaquero, Tomás Marín Martínez y José Vives
Gatell, I, Instituto Enrique Florez, Madrid, CSIC, 1972, p. 304.
[86] Ludovico PASTOR, op. cit., Tomo III, vol. VI, pp.
260-261.
[87] AGS, Estado-Roma 847-102.
Citado por Tarsicio de AZCONA, op. cit., nota
75, pp.
194-195.
[88] En su testamento (1504), la reina pedía a sus sucesores que hicieran
lo mismo, que no aceptasen la provisión de sede episcopal a manos de
extranjeros.
IDEM, pp.
175-176.
[89] Existe un "Breve de
León X al Emperador Carlos V sobre la provisión de la sede episcopal de Cádiz,
por haber renunciado su poseedor el Cardenal de San Eusebio". AGS,
Patronato Real, caja 61, doc. 205. AGS, Estado-Roma, 847.102.
[90] Jerónimo de LA CONCEPCIÓN, op. cit., p. 546.
[91] Estatutos y regla de coro de la Santa y Apostólica Iglesia Catedral de
Cádiz, M. Álvarez, Cádiz, 1922. p. X.
[92] Carlos V obtiene la bula Eximiae devotionis affectus (23
septiembre de 1523). Tarsicio de AZCONA, op. cit., p. 197.
José GARCÍA ORO, op. cit., pp. 33-34.
[93] En palabras de Fray
Jerónimo de la Concepción. "De los scandalos que fazen los perlados en la
Iglesia de Dios. El perlado que trahe canes o aves e anda a caça." Citado
por Azcona, hablando de la necesaria reforma de los prelados. Tarsicio de
AZCONA, op. cit., p. 234.
[94] AHN, Consejos. Libros de
iglesia (I-X) (1556-1618), lib. 2735, fols. 21-22.
[95] "Este es caso
singularísimo, y creo se hallan pocos semejantes en la historia eclesiástica.
Permuta del obispo de Cádiz entre D.n Jerónimo Theodolo que le poseía con d.n
García de Haro por renta eclesiástica y pensión sobre el mismo obispado con
consentimiento de SM". Ibidem, fol. 67.
[96] J. SÁNCHEZ HERRERO, op. cit., pp. 242-243. Diccionario de Historia Eclesiástica (...),
I, p. 304. Estatutos y regla de coro
(...), p. X. Jerónimo de LA CONCEPCIÓN, op.
cit., pp. 546-547.
[97] El P. Tolosa, convertido en
los primeros años de la década de los 90 en el custodio de Toledo y ascendido
al rango de reformador, decidió apartar a las compañeras de la fundadora del
control del ordinario para someterlas a la sujeción de la orden de San
Francisco. Citado textualmente por M.a del Mar GRAÑA CID y A. MUÑOZ FERNÁNDEZ, "La Orden Concepcionista: formulación de un
modelo religioso femenino y su contestación social en Andalucía", op. cit., p.
287.
[98] La escritura se otorgó ante
Juan de Amar, escribano público de Cádiz. En el acta de fundación, una de las
más de veinte personas involucradas era el canónigo Jacome de Negrón. ACSM,
Protocolo Antiguo. Protocolo del Comb.to de Religiosas de S.ta María de Cádiz.
Año de 1736, núm. 19.
[99]
Jerónimo de
LA CONCEPCIÓN, op. cit., p. 546.
[100] H. SANCHO
SOPRANIS, "Cádiz, la piratería turco-berberisca en el siglo
XVI", en Archivo del Instituto de
Estudios Africanos, Año VI, núm. 26, 1953, pp. 7-13.
[101] Miguel Ángel LADERO
QUESADA, "Unas cuentas en Cádiz (1485-1486)", en Cuadernos de Estudios Medievales, II-III, Universidad de Granada,
1974, pp. 88 y 97.
[102] ACSM, Copia del original
(...), fols. 9 v y 11 v.
[103] Citado por M.a del Mar
GRAÑA CID y A. MUÑOZ FERNÁNDEZ, "La Orden
Concepcionista: formulación de un modelo religioso femenino y su contestación
social en Andalucía", op. cit., p. 297.
[104] Fray Juan de Zumárraga,
primer obispo y arzobispo de Méjico, realizó la primera fundación
concepcionista en 1540. Ignacio OMEACHEVARRIA, IV Centenario. Fundación del Monasterio de la Natividad de Nuestra
Señora de Regina Coeli, pp. 3-5. V. El interesante estudio de Concha TORRES
SÁNCHEZ, La clausura imposible.
Conventualismo femenino y expansión contrarreformista, Asociación Cultural
Al-Mudayna, 2000.
[105] ACSM, Copia del original (...),
fol. 7 v.
[106] Diego ORTIZ DE ZÚÑIGA, op. cit., Tomo III, p. 279.
[107] Según Canabal, éste era un
ejemplo de fundación muy poco frecuente. Laura CANABAL RODRÍGUEZ, "Las
comunidades religiosas femeninas de Toledo. Implantación y características
generales de su patrimonio fundacional (ss. XII-XVII)", op. cit., pp. 298-299.
[108]
Ibidem, fol. 2 v.
[109] Es de notar que su madre,
Juana Enríquez, primera condesa de Luna, promovió la fundación de un monasterio
de la Concepción en León. Manuel de CASTRO, La
provincia franciscana en Santiago. Ocho siglos de historia, Santiago de
Compostela, 1984, pp. 245-246.
[110] No se
conoce con certeza el que escribió la historia primitiva de la Concepción, pero
probablemente fuera Francisco de Quiñones. Enrique Gutiérrez, basándose en las observaciones
de P. Quintanilla, piensa que su autor fue Francisco de Garnica. En 1526, hubo
una refundición de "la historia"; el autor añadió una larga nota
biográfica sobre el cardinal Cisneros, un prólogo y otras modificaciones.
Ignacio OMAECHEVARRIA, op. cit., pp.
49-50, 54 y 56-87. IDEM, Las Monjas
concepcionistas: notas históricas
sobre la Orden de la Inmaculada Concepción fundada por Beatriz de Silva,
Burgos, 1973, pp. 20-21. IDEM, "Fr. Francisco de Quiñones, autor de la
relación más antigua acerca de la Concepción Franciscana de Toledo", en
Archivo Ibero-Americano, núm. 129, Año XXXIII, enero-marzo 1973, pp. 61-75.
José GARCÍA ORO, op. cit., pp.
268-269.
[111] ACSM, Copia del original
(...), fol. 9 v.
[112] Ibídem.
[113] Juliana BELDAD CORRAL, "Las fundaciones del clero regular femenino
durante los siglos XVI y XVII sobre los señoríos de la Orden Militar de
Santiago en Castilla La Nueva", en Fundadores, fundaciones y espacios de vida
conventual. Nuevas aportaciones al monacato femenino, M.a Isabel Viforcos
Marinas, M.a Dolores Campos Sánchez-Bordona (coords.), Universidad de León,
2005, pp. 178-179.
[114] José GÓMEZ
BARCELÓ, "Apéndice II. Santos y Cultos diocesano", en Historia de las diócesis españolas (...),
pp. 797-798.
[115] Antonio LINAGE CONDE, San Benito y los benedictinos, II,
Braga, 1993, pp. 863-864.
[116] Ibídem.
[117] José GARCÍA ORO, "La
reforma bajo el emperador: el compromiso de la continuidad", en Historia de la Iglesia en España, Tomo
III, (dir.) por Ricardo García-Villoslada, Madrid, ed. Católica, 1980, pp. 296-297
y 301.
[118]
"Monast.
Monalium ordinis Immaculatae Conceptioni & sub eadem invocatione, sed ad
Ordinariorum jurisdictionem spectans, erectum año 1502. in oppido Lerena
Prioratos Legionesis".
Gaspar de la FUENTE, op. cit., cols. 616-617.
[119] M.a del Mar GRAÑA CID y A.
MUÑOZ FERNÁNDEZ, "La Orden
Concepcionista: formulación de un modelo religioso femenino y su contestación
social en Andalucía", op. cit., p. 296.
[120] En Sevilla las monjas
fueron dirigidas espiritualmente por los franciscanos. Hubo un cuarto convento
de concepcionistas, el de las Vírgenes, fundado en 1586. María Luisa FRAGA
IRIBARNE, Conventos femeninos
desaparecidos. Arquitectura religiosa perdida durante el siglo XIX en Sevilla,
ed. Guadalquivir, Sevilla, 1993, pp. 91-110. Alonso MORGADO, Historia de Sevilla en la cual se contienen
sus antigüedades, grandezas, y cosas memorables en ella acontecidas, desde su
fundación hasta nuestros tiempos, en la imprenta de Andrea Pescioni y Juan
de León, Sevilla, 1587, pp. 153-155. Diego ORTIZ DE ZÚÑIGA, op. cit., tomo III, pp. 329-330 y tomo
V, pp. 67-68.
[121] José GARCÍA ORO, Cisneros y la reforma del clero español en
tiempo de los Reyes Católicos, pp. 160-164172, 181-182 y 265-266.
[122] M.a del Mar GRAÑA CID y A.
MUÑOZ FERNÁNDEZ, op.
cit., p. 297.
[123] A partir de la reforma de
las Agustinas (1589) casi todos los conventos nacieron bajo la jurisdicción
directa de los prelados y sólo unos pocos mantuvieron relaciones jurídicas con
la orden agustiniana. Marión REDER GADOW, "Las
voces silenciosas de los claustros de clausura", op. cit., pp. 310-311.
[124] Estábamos en el segundo periodo de su regencia del 23 de enero de 1516
al 8 de noviembre de 1517. Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ, "Francisco Jiménez de Cisneros", en Diccionario de Historia de España, Madrid, 1952, Tomo I, pp. 655-656.
[125] AGS, Cámara de Castilla,
leg. 121.222, Granada, 29 de mayo de 1517. Citado por J. SÁNCHEZ HERRERO, Cádiz. La ciudad medieval y cristiana,
pp. 221-223.
[126] AGS, Cámara de Castilla,
leg. 161.191.
[127] Ibídem.
[128] Ibid.
[129] Despachos firmados en Madrid 1516 junio 10, publicados en Doc. Rel. Portugal, vol. III, pp.
241-246. Citado por Tarsicio de AZCONA, Juana
de Castilla, mal llamada La Beltraneja: 1462-1530, Fundación Universitaria
Española, Madrid, 1998, p. 110, nota 132.
[130] Ibídem, p. 136.
[131] Bajo mandato de Juan II,
alcaldes y regidores locales ejecutaron la sentencia de expulsión de los
claustrales. Francisco Javier ROJO
ALIQUE, "Reforma religiosa, sociedad y política en la Baja Edad Media: el
ejemplo de San Francisco de Palencia en el siglo XV", op. cit., p. 481.
[132] AGS,
leg. 121.222, fol. 1 r.
[133] Ibídem, fol. 1 v.
[134] No se ha podido fechar aún
con precisión el nacimiento de la cofradía de pilotos en Cádiz. Por tanto, dicho documento confirmaba la presencia de
cofrades al menos en 1516 en la ciudad. Tal vez fueran los de la capilla de los
pilotos de Santa Cruz sitiada en la Catedral Vieja, a no ser que fueran los de
la Concepción en la ermita del mismo nombre. H. SANCHO SOPRANIS, "El
colegio de los pilotos de Cádiz", en Estudios
geográficos, Año VIII, núm. 26, febrero 1947, pp. 217-224.
[135] Citado por José María MIURA ANDRADES, Frailes, monjas y conventos, pp. 61-62.
[136] AGS,
leg. 121.222, fol. 2 r.
[137] Valentín REDONDO, OFM, "La historia de los franciscanos
conventuales en España, ayer y hoy", en El
franciscanismo en la Península Ibérica: balance y perspectivas: I Congreso
Internacional, Madrid, 22-27 de septiembre de 2003, (ed.) María del Mar Graña Cid, Barcelona, 2005, pp. 273-296.
[138] J. SÁNCHEZ
HERRERO, "Monjes y Frailes", op.
cit., p. 417.
[139] Annie FRÉMAUX-CROUZET, "Franciscanisme
des villes et franciscanisme des champs dans l'Espagne du Bas Moyen Age",
en Annales de la Faculté des Lettres et
Sciences Humaines de Nice, núm. 46, 1983, pp. 57-60.
[140] José GARCÍA ORO, Cisneros y la reforma del clero español en
tiempo de los Reyes Católicos, p. 271.
[141] Vicente BELTRÁN DE HEREDIA,
Bulario de la Universidad de Salamanca
(1219-1549), Salamanca, 1966-1967, Tomo III, núms. 1134 y 1144.
[142] Adeline RUCQUOI, "La
réforme monastique en Castille au XV siècle: une affaire sociale", en Horizons marins,
itinéraires spirituels: (Ve-XVIIIe siècles), vol. I. (études réunies par
Henri Dubois, Jean-Claude Hocquet, André Vauchez) Publications de la Sorbonne, 1987, p. 249.
[143] Los
jesuitas fundaron casa en Cádiz en 1564; los franciscanos de la Observancia
sólo en 1566. En el cabildo de 7 de junio 1566, leemos: "consta el dho colegio tiene necesidad extrema de hacer casa
de morada para los religiosos que en el han de habitar y escuelas para enseñar
a leer y escribir y aulas para enseñar latinidad (...) y para que con más
brevedad esto pudiese haber efecto". Pablo ANTÓN SOLÉ, La iglesia gaditana en el siglo XVIII,
p. 322. AMC, lib. 10.805, pp. 163-167.
[144] F. J. ROJO ALIQUE, "Reforma religiosa, sociedad y política en la
Baja Edad Media: el ejemplo de San Francisco de Palencia en el siglo XV", op. cit., p. 482.
[145] "Lejos de encontrar
las dificultades (...) de otras religiones, fueron recibidos con grandes
muestras de cariño, se les dio terreno amplio en que levantar iglesia y
monasterio". H. SANCHO SOPRANIS, "La Hermandad de los Trece del
Convento de San Francisco de Cádiz", en Archivo Ibero-americano, año XI, núm. 41, (enero-marzo) 1951, pp.
37-38.
[146] Cabildo, 20 de septiembre
de 1605. AMC, Índice cronológico de las Actas Capitulares (1596-1613), Tomo I,
fol. 106.
[147] Ángela ATIENZA LÓPEZ, "La expansión del clero regular en Aragón durante la Edad
Moderna. El proceso fundacional",
en Anales de la Universidad de Alicante,
núm. 21, 2003, pp. 30-39.
[148] De hecho, las
reformadoras vinieron de
Castilla para acatar la Reforma en Aragón. José GARCÍA ORO,
"Conventualismo y Observancia. La reforma de las órdenes religiosas en los
siglos XV y XVI", en Historia de la
Iglesia en España, Tomo III, p.
282.
[149] J.M.
MIURA ANDRADES, "Las fundaciones dominicas en Andalucía 1236-1591",
en Actas del I Congreso Internacional los
Dominicos y el Nuevo Mundo, Madrid, 1988, p. 98.
[150] J.M. MIURA ANDRADES, Frailes, monjas y conventos, pp.
133-134.
[151] Exactamente, el 10 de marzo
de 1487. A. de HOROZCO, op. cit., pp.
245-246. H. SANCHO SOPRANIS, "Cinco lustros de historia gaditana.
Cádiz bajo el señorío de la Casa de Ponce de León", en Archivo Hispalense, núm. 6, 1944, pp.
51-52, 55-57 y 70; núms. 7-8, pp. 192-193.
[152] A. de HOROZCO, op. cit., pp. 248-249.
[153] ACSM, Copia del original
(...), fol. 13 v.
[154] En 1609, Gentil de
Estopiñán era la escribana del convento de Santa María. En una lista de 1619
aparecen los nombres de Isabel y Catalina Estopiñán,
Beatriz y Luisa Marrufo, Felipa Boquín, Nicolasa Doria; muchos de los apellidos
eran genoveses: Termineli, Justiniani, Sauli. En 1692, Catalina de
Estopiñán Doria y Juana Estopiñán forman parte del discretorio. En 1711,
encontramos a María Centurión de los Cameros, discreta. AHPC,
Not. 24, PT 5484 (1609) (tomo II), fol. 1370; PT
5497, fols. 1010-1011v. Not. 23, PT 5304, fols. 105-108v. ACSM, lib.
1 de cuentas. Años 1598 a 1618, fol. 70v; lib. 4 de cuentas, cargo y data
de la renta y caudal del convento de religiosas de S.ta María de Cádiz, fol.
49.
[155] En 1657, María Blanqueto
era la abadesa del convento. Había profesado el año 1620 con 1.000 ducados de dote más los alimentos "dos ducados
cada mes pagados mes entrado". AHPC, Not. 14, PT
3062, fols. 565-565; Not. 24, PT 306, fol. 27v y
29-30.
[156] R. SÁNCHEZ SAUS, Linajes medievales de Jerez, I, p. 78.
H. SANCHO SOPRANIS, "El abolengo marroquí de la familia Estopiñán. Juan
Manuel Estopiñán en Larache (1689)", en Mauritania, Año XV, núm. 176, julio de 1942, pp. 224-230. IDEM,
"Los familiares inmediatos del Conquistador de Melilla, Pedro de
Estopiñán", op. cit., pp. 220-221.
Juan y Lorenzo ALONSO DE LA SIERRA,
Estudio histórico artístico del Monasterio de Santa María de Cádiz, Informe
dactilografiado, pp. 26-27.
[157] El 19 de diciembre de 1519
renunció al regimiento a favor de su sobrino Esteban Gentil, regidor presente
en el acta de fundación de 1527. AHN, Osuna leg. 1622: Cuentas del
administrador de Cádiz, Lope Díaz de Palma en 1486. Citado por J. SÁNCHEZ
HERRERO, Cádiz. La ciudad medieval y
cristiana, p. 213. ACSM, Copia de la escritura (...), fol. 13 v.
[158] H. SANCHO SOPRANIS,
"El abolengo marroquí de la familia Estopiñán", op. cit., pp. 224-225. IDEM, "Los genoveses en la región
gaditano-xerciense de 1460 a 1800", en Hispania,
VIII (jul-sept 1948), núm. XXXII, pp. 366-370.
[159] En julio de 1625, Isabel
Estopiñán era la abadesa; en el trienio siguiente lo fue Francisca de
Villavicencio y, de 1630 hasta 1653 volvió a ejercer Isabel Estopiñán
menos un trienio durante el cual ejerció Catalina Sauli. En 1659, Felipa Boquín
fue la abadesa; en 1680, lo fue Catalina Estopiñán. De septiembre de 1687 hasta
fin de septiembre de 1690 fue Ana Gentil, reelegida un trienio sólo. ACSM, lib.
1 de cuentas, fols. 47 y 260-261v; lib. 3, fols. 76v y 174r. Libro manuscrito
de 1719 a 1872 sobre elección de oficios, s.f. ADC, Sección IV. Varios. leg. 1790,
Autos de conventos (1601-1645), fol. 4; Sueltos (s. XVII), leg. 83, s.n. AHPC,
Not. 16, PT 3714, fols. 239-243; Not. 21, PT 5055 (1652), fols. 309 y 313-314.
[160] R. SÁNCHEZ SAUS,
"Cádiz en la época medieval", op.
cit., pp. 244-245.
[161] Recordemos a la abadesa
Francisca de Villavicencio y, en los años 1604-1606, a la abadesa Ana de Amaya
por citar sólo las que desempeñaron algún cargo. ACSM, Lib. I. Cuentas. Años
1598 a 1618, fol. 261 v. H. SANCHO SOPRANIS, "Cinco lustros de
historia gaditana", op. cit., núm.
6, p. 68.
[162] F.
MORAND,
"¿Qué sabemos del hijo de la monja Sor María Gertrudis de la
Cruz Hore (1742-1801) y de su esposo, Esteban Fleming?", en Dieciocho, vol.
28, Spring 2005, pp. 141-158.
[163] AGI, Indiferente, 2081, N.
58.
[164] Jerónimo Teodolo,
obispo; Ordonio de Solís, arcediano y canónigo; Jerónimo Marrufo, arcediano de
Medina; Rodrigo Alonso de Argumedo, chantre; Juan Albeda, tesorero; Bernardo
Constantín, maestrescuela; Jacome de Negrón, Pedro González, Sancho de Haya,
Antonio de Campos, Pedro Díaz, canónigos; Cristóbal de Cuellar, Hernán Ruíz,
Hernán Suárez, Antón de Tobar, racioneros. Y los regidores Esteban Gentil,
Pedro Marrufo, Pedro Sánchez Estupiñan, Melchor Estopiñán, Pedro Cabrón, Martín
de Haya y Diego Sánchez de Argumedo. El notario público y secretario del
cabildo eclesiástico Francisco Camero y el escribano público de la ciudad Diego
Sánchez. ACSM, Copia de la escritura (...), fols. 2-3 y 13 v.
[165] ACSM,
Salidas que forzosamente ha tenido que hacer la Comunidad, fol. 21.
[166] Ibídem, fol. 22.
[167] Nuestra Señora de la
Concepción de San Juan de la Palma fue primero emparedamiento. Leonor de Ribera
(hija de Fernando de Santillán, Veinticuatro de Sevilla, y de Leonor de
Saavedra) le dio origen bajo la tercera regla de san Francisco en 1474. En
1511, fue monasterio concepcionista sujeto a la jurisdicción ordinaria. J.M.
MIURA ANDRADES, Frailes, monjas y
conventos, p. 59. Diego ORTIZ DE ZÚÑIGA, op. cit., III, p. 79.
[168] AHPC, Not. 24, PT 5484
(1609), II, fol. 1370 v. V. R. SÁNCHEZ SAUS, Linajes Sevillanos medievales, II, p. 407 y Linajes medievales de Jerez, I, p. 271.
[169] AHPC,
Not. 19, PT 4335, fol. 76 r.
[170] I. OMAECHEVARRIA, Orígenes de la Concepción de Toledo, pp.
26-27.
[171] AHPC,
Not. 19, PT 4335 (1546), fol. 76 r.
[172] El plazo era de veinte años
cumplidos. Constituciones generales para
todas las monjas y Religiosas, sujetas a la obediencia de la Orden de nuestro
Padre San Francisco en toda la Familia Cismontana, Madrid, 1748, p. 123.
[173] Inés de
Tapia permaneció probablemente tres trienios en el cargo. AHPC, Not. 19, PT 4340 (1552), fol. 67.
[174] AHPC,
Not. 19, PT 4343 (1555), fol. 147 v.
[175] Ver la genealogía de los
Vargas en R. SÁNCHEZ SAUS, Linajes
medievales de Jerez, I y II, pp. 186-195 y 304-305.
[176] AHPC,
Not. 19, PT 4350 (1563), fol. 460 v.
[177] Juan Bernal(t) y Diego
Sánchez Bernal(t) eran vecinos de Cádiz y regidores. Diego Sánchez de Cádiz,
vecino y regidor, es primo de Diego Sánchez Bernal(t). AGS, Cámara de Castilla,
leg. 125.52. Año 1517. leg. 132.49. Año 1519.
[178] ACSM, lib. 1 de cuentas,
fol. 72v y 260bis. Al final del libro se retoman algunas cuentas del mayordomo
y la paginación vuelve a empezar en el fol. 255 bis.
[179] AHPC,
Not. 19, PT 4350 (1563), fols. 461-462 v.
[180] AHPC,
Not. 1, PT 7 (1677), fols. 203-220.
El título fue concedido por Felipe IV, por real cédula a 15 de
mayo de 1663, a Pablo Fernández de Contreras y Miñano, General Almirante de la
Flota del Mar Océano, Caballero de la Orden de Calatrava. Jorge VALVERDE FRAIKIN, Títulos nobiliarios
andaluces: genealogía y toponimia, Granada, 1991, pp. 26-27.
[181] Fue el caso del monasterio
de Cuenca instituido por las Clarisas de Alcocer en 1504, concepcionista sólo
en 1518. V. María Luisa FRAGA IRIBARNE, op.
cit., p. 91. J.M. MIURA ANDRADES, Frailes, monjas y conventos, pp. 61-62.
I. OMEACHEVARRIA, Fundación del Monasterio
de la Natividad (...), pp. 18-19.
[182] ACSM, Copia de la escritura
(...), fols. 11-13.
[183] I.
OMEACHEVARRIA, op. cit., pp. 10-11.
[184] Según descripción de Herrero, las primeras emparedadas eran personas que "se encerraban para toda la vida en una celda, se tapiaba la puerta con piedras y lodo y por una ventana les daban de comer". J. SÁNCHEZ HERRERO, "Monjes y Frailes", op. cit., p. 414.
[185] Añadió que la confusión era
una constante en la bibliografía sevillana. J.M. MIURA ANDRADES, "Beatas y
beaterios andaluces en la baja edad media", op. cit., pp. 527-528 y 531-532.
[186] J. SÁNCHEZ
HERRERO, "Monjes y Frailes", op.
cit., p. 413.
[187] Punto 26: "a la hija
de Francisco Benítez, la beata que había tomado recientemente el hábito, pobre.
1.000 maravedíes". Citado por José SÁNCHEZ HERRERO, "El cabildo
catedral de Cádiz. Siglos XIII al XV", Archivo
Hispalense, núm. 198, 1982, p. 179.
[188] En el Archivo Diocesano, el
primero rastro conocido, año 1639. ADC, Sección IV, Varios, leg. 1791bis, Autos
de conventos, s.n.
[189] A. de HOROZCO, op. cit., pp. 265-266.
[190] Sigue su codicilio, fechado
a 20 de mayo de 1579. AHPC, Not. 19, PT 4358, fol. 79-80.
[191] Francisca
de Espinosa, mujer culta por el esmero de su firma, cuyas albaceas eran
"Pedro de Ribera Aprieto y Leonor de Jesús religiosa vecinos de esta
ciudad", tampoco tenía relación con el monasterio de Santa María: quería
estar sepultada en la iglesia de nuestra señora de la Candelaria y acompañada
por los cofrades de la Misericordia. AHPC, Not. 19, PT 4358, fols. 137-138.
[192] ACC, Testamento de Esteban
Rajón, 22 de enero de 1514, carpeta del siglo XVI. Citado por J. SÁNCHEZ
HERRERO, "Monjes y Frailes", op.
cit., p. 222.
[193] Ibídem.
[194] AGS, Consejo de la Cámara.
Secretaria de Gracia, leg. 626, fol. 183.
[195] V. Andrés MORENO MENGÍBAR y
Francisco VÁSQUEZ GARCÍA, Crónica de una
marginación, Historia de la prostitución en Andalucía desde el siglo XV hasta
la actualidad, ed. BAAL, 1999.
[196] Ibídem. Obispo de Málaga, García de Haro fundó el convento de
recoletas Bernardas en 1590. Mandó albergar, en una casa colindante a la
parroquia de San Juan, a mujeres licenciosas y convirtió esta vivienda en un
recogimiento bajo la tutela de una comunidad de religiosas. Según Gómez García,
esta convivencia forzada no fue todo lo plácida que pretendía el prelado malagueño.
Ante las discordias y desavenencias constantes, en 1650, se escindió esta
comunidad en dos, dando origen al convento del Císter y al monasterio de la
Encarnación. Citado por Marión REDER GADOW, "Las
voces silenciosas de los claustros de clausura", op. cit., pp. 321-322.
[197] A 2 de septiembre de 1587. AGS,
leg. 626, fol. 183-2.
[198] J.M. MIURA ANDRADES,
"Beatas y beaterios andaluces en la Baja Edad Media. Su vinculación con la
orden de Predicadores", Andalucía
entre Oriente y Occidente (1236-1492), Emilio Cabrera (coord.), Actas del V Coloquio internacional de
Historia Medieval de Andalucía (1986), Diputación Provincial de Córdoba, 1988,
pp. 527-528 y 531-532.
[199] AGS,
leg. 626, fol. 183.
[200] ACSM, Copia del original
(...), fol. 10. "Doña Francisca Loaysa la recibió el convento sin
dote y porque toca bajón y así lo mandó el s.r don Gómez de Figueroa obispo (…)
a pedimento y consentimiento de las monjas". ACSM, Lib. I de
Cuentas. Años 1598 a 1618, fol. 110 v.