José Antonio
MARTÍNEZ TORRES
PRISIONERO
DE LOS INFIELES. VIDA Y RESCATE DE LOS CAUTIVOS CRISTIANOS EN EL
MEDITERRÁNEO MUSULMÁN (siglos XVI-XVII)
Barcelona, Edicions
Bellaterra, 2004
David
ALONSO GARCÍA
La
historia de los habitantes de la frontera sur de Europa demuestra la
existencia de un buen número de relaciones de todo tipo,
pacíficas y violentas, culturales, sociales, militares y
comerciales. Prácticamente cualquier epíteto que
quisiéramos atribuir a los contactos a lo largo de ambas
orillas del Mediterráneo tendrían cabida. Con ello sólo
intentamos señalar que la porosidad de la zona es y ha sido
muy importante, hasta el punto que su evolución se ha
convertido en objeto de análisis para el historiador. En
tiempos en los que tendemos a mirarnos en el espejo del Norte y en el
que el Magreb parece diseñado como un otro sobre el que
fundamentar alguna de nuestras identidades, resulta verdaderamente
alentador la aparición de libros que nos recuerden que los
contactos y conexiones entre la Península Ibérica y el
norte de África fueron polisémicas. Existieron
episodios muy notables de conflicto, como demuestran gestas
largamente recordadas como la de Lepanto; pero el mar de Alborán
también fue escenario de enriquecimiento cultural, tratos
comerciales, búsqueda de acuerdos y, en definitiva, ha
configurado un campo de estudio caracterizado por la existencia de
sociedades diferentes en contacto mutuo.
El
libro de Martínez Torres –inspirado en su tesis
doctoral- se mueve en la variedad de sentidos en relación el
cautivo español llevado al norte de África. El tema no
resulta novedoso dada la curiosidad que ha despertado el preso
español a partir de las “aventuras” de Cervantes,
Gracián o Mármol Carvajal. Ahora bien, el autor
incorpora una dimensión sumamente sugerente gracias a la
incorporación de un particular concepto de alteridad; la obra
no se centra únicamente en la figura del cautivo, sino que
partiendo de ésta se analizan las complejas relaciones entre
Castilla, Marruecos, Argel y Túnez. Además, esta
perspectiva se ejecuta desde una perspectiva global, relacionada con
la historia económica y social de la Monarquía.
El
libro se divide en cinco capítulos que claramente parten de
los supuestos ya apuntados. El primero de estos apartados, de alto
componente teórico, versa sobre la historiografía del
renegado y de las posibles fuentes para su estudio. Capítulo
necesario en tanto que permite integrar el presente libro en una
tradición de estudios más amplia. El segundo capítulo,
en cambio, adquiere un componente claramente social ya que trata de
la vida de los cristianos cautivos en Orán y Argel. La
conclusión, por cierto, resulta ciertamente sorprendente, si
la comparamos con la tradicional visión sobre los baños;
lejos de ser lugares donde se sometía al cautivo a continuas y
premeditadas penalidades, los espacios de cautiverio contaban con
hospitales y tabernas donde se llegaban a producir relaciones de
compraventa. Incluso, el cautivo cristiano llegaba a contar con
capillas donde se permitía la cristiana oración. Estas
infraestructuras prueban que el afán de los captores no
radicaba en la sumisión e humillación del infiel, sino
en la búsqueda del lucro económico a partir del dinero
que se pagaba para los rescates. Dicho de otro modo, el fenómeno
del cautiverio no sólo se explica en términos
religiosos, sino que conlleva una perspectiva económica que
permite integrarlo en el particular comercio de esclavos. No estará
de más recordar que éste no era privativo del mundo
musulmán.
La
búsqueda de beneficios protagoniza el tercer capítulo
del libro. La evolución de los rescates desempeñados
por Trinitarios y Mercedarios, sus protagonistas, la política
de la monarquía y las rutas protagonizan unas páginas
en el que brillan con luz propia las órdenes religiosas
encargadas de planear, organizar y ejecutar buena parte de las
operaciones de rescate. A partir de aquí, el autor demuestra
que en torno al asunto surgieron un gran cúmulo de intereses
políticos y económicos que no se deben perder de vista
a la hora de acercarse a la cuestión. Asimismo demuestra que
la pugna entre el mundo musulmán y el católico no
concluyó con Lepanto ya que tanto el número de razias
por tierras hispanas como las redenciones de cautivos tuvieron su
período de máximo esplendor entre 1580 y 1632.
Finalmente, el estudio demuestra que no todos los cristianos se
mantuvieron fieles a su religión; antes bien, se produjeron un
buen número de conversiones al Islam de aquellos renegados que
prefirieron otra religión a las duras condiciones de vida
reservada a los cautivos.
En definitiva, nos
encontramos ante una publicación sumamente interesante,
sugerente, y muy recomendable para aquellos que entiendan las
relaciones entre los musulmanes y cristianos en clave maniquea.
Resaltaremos igualmente que se trata de un discurso muy bien
trabajado, amén de magníficamente escrito. Acaso el
principal interrogante surja de la escasa muestra documental tomada
para el estudio. Como señala el autor, que la quinta parte de
los habitantes de Argel a principios de siglo XVII estaba compuesta
de cautivos españoles, lo que viene a dar cuenta de las
dimensiones humanas y sociales del asunto (p. 23). Ante esta
realidad, las fuentes utilizadas por el autor se refieren a unos
siete mil cautivos repartidos en diferentes operaciones de rescate,
documentación que fundamentalmente se ha conservado en el
Archivo Histórico Nacional. En cualquier caso, ésto no
resta un ápice de valor científico a las conclusiones
esgrimidas por el autor, a lo que se debe sumar una imprescindible
sensibilidad humana que demuestran que el libro no sólo debe
quedar en manos de historiadores.
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